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Capítulo 4.- Llamado a la oficina.

Chantal

Dos semanas han pasado y con ello ha habido una serie de cambios, pero el más importante de todos ha sido la recuperación de mi madre.

El Dr. Bracamonte se comunicó con nosotros hace una semana para informarnos sobre un nuevo proyecto que se está dando en el hospital. Según palabras textales del médico, mi madre se encuentra en la lista de las personas que serán beneficiadas. 

El principal objetivo de este proyecto es poder suministrar los medicamentos que el paciente necesite, lo mejor de todo es que no tendrá ningún costo.

Haberme enterado de esta maravillosa noticia, me alivio en gran parte, por lo menos sé que no voy a tener que estar devanando los sesos cada vez que el medicamento de mi madre este a punto de terminarse, no estar pegando carreras de un lado a para otro y buscar quien pueda prestar el dinero para poder comprarlo.

Pero como todo no es de color de rosas, también se encuentra la actitud que mi padre ha tenido últimamente. Lo noto muy preocupado y sé que no debe ser nada referente a mi madre. 

Por más que he hecho el intento de hablar con él, su respuesta es siempre la misma.

«—Es solo cansancio. No te preocupes cariño.»

Él sabe que su respuesta no me convence, pero para no entrar en una discusión prefiero dejarlo así. Cuando crea conveniente decirme algo lo hará y aquí estaré esperando para escucharlo y ayudarlo en todo lo que necesite.

Salgo de mis pensamientos cuando la voz de mi amiga Daleska me regresa a la realidad.

—Chantal, Francisco pide que vayas a su oficina. —informa haciendo una mueca de fastidio—. Ya sabes, es mejor que te apresures porque no le gusta esperar.

—¿Terminas de arreglar esto por mí? —coloco mis manos sobre sus hombros haciendo un puchero.

—Vale, mueve tu trasero antes de que el jefe empiece a pegar gritos. —me pega con un trapo que tiene en la mano.

—¡Oye!, no abuses. —espeto frunciendo el ceño a modo de molestia, pero es mentira, ya que este es un juego entre nosotras y hasta el sol de hoy no hemos discutido y espero que nunca llegue ese día.

Ambas soltamos una carcajada y al poco rato escuchamos al señor Francisco gritar mi nombre.

Dejo que mi amiga termine de limpiar las mesas que hacen falta y camino en dirección a la oficina del gerente y dueño del restaurante.

Al llegar a la puerta doy los dos toques que se acostumbra e inmediatamente escucho su voz al otro lado de la puerta dando la orden para que pase.

Coloco la mano sobre el pomo de la puerta y abro asomando mi rostro. Lo veo tecleando algo en su ordenador mientras habla por celular.

Cuando nuestras miradas se encuentran me hace una seña para que siga y tome asiento.

Camino en dirección a la silla que se encuentra justo frente a su escritorio y espero a que se desocupe. 

Siento que los nervios me están matando y miles de escenarios pasan por mi cabeza. Desde cubrir algún turno hasta ser despedida.

De solo imaginar que pueda ser la segunda siento un terrible escalofrío recorrer todo mi cuerpo y en este momento no estoy para quedarme sin este ingreso.

A pesar de que ya se pudo encontrar una solución referente a las medicinas de mi madre, siempre queda el gasto de las citas con los especialistas que el seguro no cubre.

Cuando finaliza su llamada deja su celular a un lado y se acomoda en su cómoda silla de cuero negro para mirarme directo a los ojos.

Su mirada es totalmente indescifrable y por ello no logro leer nada en ellos.

—Chantal, sé que te estarás preguntando para qué te llamo. —hace una pausa—. Pero te puedo asegurar que no será para prescindir de tus servicios en mi restaurante.

Siento un gran alivio y expulso el aire que estaba reteniendo y no me había dado cuenta de que lo estaba haciendo.

—Si te llamé, fue para comunicarte que el próximo sábado habrá un evento en un hotel. —busca ente los papeles que se encuentran sobre su escritorio—. Necesito que se encarguen del servicio de catering de dicho evento, no quiero ningún error. Este evento es muy importante, ya que formo parte de la obra benéfica y también le brindo apoyo a mi amigo.

Me da una serie de indicaciones, las cuales debemos seguir al pie de la letra para la organización del evento.

A su vez me explica que el pago de este trabajo es aparte del sueldo que ganamos trabajando con él. Por fortuna el evento se realizará en la noche. La gran ventaja es que podemos llegar al mediodía al hotel con todas las cosas y ordenar para tener todo listo.

Estarán pensando que Francisco ha de ser un viejo gordo y panzón, pero es todo lo contrario a lo que se lo pueden imaginar, es un hombre de unos 34 o 35 años aproximadamente, para ir directo al grano un adonis esculpido por los dioses griegos y una tentación andante.

Es ese tipo de hombre que le roba a más de una un gran suspiro, ¿el gran detalle?, no causa ese efecto en mí. En cambio, a mi amiga le ha robado más que un suspiro y estaría casi segura de que tienen su trompo enrollando, pero como eso no es asunto mío, prefiero hacerme la vista gorda.

Salgo de la oficina con los papeles que me entregó y como estamos a escasos cuatro días para organizar todo, debemos ponernos manos a la obra.

Al llegar al lado de mi amiga le informo sobre la nueva actividad que vamos a realizar y como cosa rara hace la pregunta que ya me estaba imaginando.

—¿El jefe va a asistir? —juega con sus dedos tratando de ocultar sus nervios.

—Creo que la pregunta está de más. —pongo los ojos en blanco—. Es el anfitrión del evento junto a un amigo que vaya a saber quien pueda ser.

—Imagino que la paga será aparte, ¿cierto? —enarca una ceja.

—Sí, al parecer vamos a cobrar extra y espero que sea lo suficiente. Necesito ahorrar para poder invertir en algo y generen ganancias.

—Tú y tus métodos administrativos. —pone los ojos en blanco.

Terminamos de arreglar todo y nos encontramos con Lucrecia, Andrea, Darío y Javier. Los seis formamos parte del equipo de trabajo en el turno de la noche sin contar al cocinero y su ayudante.

Salimos del restaurante y nos encontramos con el señor Gustavo, quien es el transportista y se encarga de llevarnos a nuestros respectivos hogares.

Subimos a la camioneta y entre risas y los malos chistes de Darío emprendemos el viaje a nuestros respectivos hogares.

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