ELENA Mi doncella ayudaba a terminar de abrochar mi vestido. Era un vestido delicado y algo decoroso que ocultaba mi barriga. Me casaré y no se compraba en nada a la primera vez. Esta vez mi rostro no tenía esa expresión de querer morir, mis ojos no se encontraban apagados. Estaba… feliz.— Luce hermosa, Elena. —dijo con una sincera sonrisa, mi cuñada embarazada.—Gracias Nicolle, pera ya es hora de marcharnos.Al salir de la mansión de palacios, una diligencia nos llevó hacia a la iglesia, donde mi hermano nos esperaba, seguramente muy impaciente por estar tan lejos de su esposa. Los días que me llevó planear esta ceremonia fueron los más agotadores, no se comparaba a la boda de Jesús y Nicolle, cuando llegamos mi cuñada me ayudó a bajar del coche sin tropezar o manchar la cola del vestido.Los ojos azules de mi hermano al verme se iluminaron, Jesús podrá tener los mismos ojos de nuestro padre pero él ya no es igual. Mi hermano me miró orgulloso y maravillado.—Elena te ves precios
MAURICESalí humillado y golpeado por ese infeliz, mi boca sangraba por culpa de ese desgraciado. Esmee es mía, solo mía, esa maldita zorra no será jamás de él, sino mía, mía.—Maldito Ferrer. —Grité golpeando los muebles, los sirvientes se marchaban asustados por mi reacción —El desgraciado siempre se entromete en todos mis planes. ¡¿Cómo diablos se enteró de la casa!? Sabía que no debía confiar en esa estúpida muchacha.Esmee es perfecta, es lo suficientemente bonita para que me engatuse con sus encantos, ella tendrá a mis hijos, y será una esposa perfecta. Pero mía, no de Antonio, no de Andrés Ferrer, mía. Mandé a preparar una diligencia, no había pretendido aceptar lo que me proponía Pierre pero Esmee me llevó a este extremo. Entré a la mugrienta residencia, el olor alcohol y las botellas vacías eran la decoración de esta casa, la señora mayor me guió hasta la sala en donde Pierre reposaba en el sofá. El francés se veía mucho más hinchado, sus ojos rojos y con grandes ojeras, ta
ELENAEl dolor era soportable, uno de esos animales me empujó y se llevó a Esmee. Una mujer se acercó para ayudarme, pero el dolor me lo impedía, mi hijo, él estaba en peligro.— ¡Elena! —escuché el grito colosal de mi esposo, vi a Antonio correr hasta mí y a Andrés a su lado.—Andrés se llevaron a Esmee, se la llevaron, corre…ESMEEEl carruaje parecía querer voltearse en cualquier momento. — ¡Déjame ir! —mi boca fue amordazada.—Has silencio mi amor —Maurice estaba loco. Luchaba, pero entre él y otro hombre ataron mis manos, el carruaje daba tropezones a cada instante de manera frenética — ¡Ten cuidado imbécil!Quería huir, saltar fuera, pero estaba inmovilizada. A estas alturas lloraba, estaba harta de esta situación, Maurice era un demente y un desquiciado.—Tú vas amarme Esmee, dime que amas —me quitó la mordaza y lo escupí en la cara.—Yo jamás voy a amarte, te desprecio asqueroso desgraciado. ¡Estás loco! —volvió a poner la tela en mi boca cuando comencé a gritar. —Lo harás
ELENAEl dolor estaba comenzado a pasar, Antonio me trajo deprisa en una diligencia a la casa de su padre, la cual era la más cercana, me llevó en brazos hacia su antiguo dormitorio y me dejó en la cama con delicadeza.—Elena. ¿Sigues sintiendo mucho dolor? —preguntó preocupado.—No tanto, ya estoy bien.— ¿¡Qué diablos pensabas al enfrentarte a esos hombres en tu estado!? ¿¡Acaso no pensaste en el daño que nuestro hijo pudo sufrir!?—Antonio estaban secuestrando a Esmee, no podía quedarme plantada en el suelo como todos los demás que nos miraban, no soy esa clases de mujer. —él negó y parecía frustrado, nervioso y enojado.—No sabes lo que sentí cuando te vi ahí tirada, todo mi ser se puso en alerta. No pensé en nada más que correr a tu lado. —se sentó a mi lado y tomó mi mano entre las suyas y la besó. —Elena eres mi amor, mi amante, mi esposa. Protegerte y amarte es la única razón por la que vivo.—Nunca dijiste que me perdonabas. —Él me miró —Nunca has dicho que me perdonabas por
JESÚS.Regresé a la mansión, frustrado, colérico y preocupado. No deseaba ver a nadie, quería estar solo, Nicolle no estaba aquí. Se sentía vacío y desolado, jamás me puse a pensar en lo grande que se hizo esta maldita casa sin la presencia de mi dulce Mon Amour.Me encerré en mi estudio, me vuelvo loco mirando las paredes de nuestro dormitorio. El alcohol me nublaba el sentido, maldito. Necesitaba encontrar a Nicolle, tiré la botella contra la puerta del despacho, para mi sorpresa ésta se abrió y vi a mi hermana Elena.— ¿Qué haces aquí? Deberías estar en cama descansando. — Ella miró alrededor e hizo una mueca. —Me preocupé, Andrés me dijo que no les fue muy bien con aquella escoria.—Me sorprende que tu esposo te dejara venir aquí.—Antonio está en la sala esperándome, vendría sola pero él aún está muy preocupado por mi estado y el de mi hija.—Pareces muy segura de que será una niña.—Será una niña linda, se llamará Ximena.—El nombre de nuestra madre —dije con la voz ahogada —A
ELENAMiraba a mi hermano y él parecía decidido, estaba contenta de ver cuánto había cambiado por Nicolle, pero ahora no se necesitábamos al Jesús tierno y compasivo, necesito que vuelvo el desgraciado Castelo que destruía a quien se interponía en su camino, por lo menos tan solo por unos minutos. Antonio me sacó de la mansión, él no dejaba de estar preocupado y aunque no lo mostraba, me gusta ser tan preciada para él. Regresamos a nuestra casa y entre al dormitorio de mi futuro hijo, yo ansiaba una niña pero cabía la posibilidad de que fuera un varón, me senté en una cómoda silla, frente al amplio ventanal de la habitación.Esta casa tenía una hermosa vista y un amplio paisaje, era casi como un idílico sueño adolecente estar viviendo esto. Todo lo que estábamos viviendo, era demasiado perfecto. —Es una vista preciosa. —sonreí al escucharle.—Es admirable tu sigilo Ferrer. —respondí sin mirarle, no quería apartar mi vista del paisaje. —Elena ya soy tu esposo, quiero escuchar mi nom
NICOLLEMe sentía cansada débil, temía por mis hijos. Éstas no eran las mejores condiciones para que ellos se desarrollaran pero no tenía alternativa. Escuché los pasos apresurados y la fuerza y estruendo de la puerta me hizo sobresaltar. Pierre lucia bastante agitado y no me pasó desapercibido la soga que sostenía en sus manos.—Terminaré con todo hoy Nicolle.— ¿Qué haces? ¡No! —el me agarró con fuerza y comenzó amarrar mis manos con la gruesa soga. —Cállate, me harté de todo de ti con tu enorme barriga de ballena, de tu marido el imbécil que creyó que podía tenderme una trampa, y de todo el maldito mundo que no me da lo que deseo...— ¿Qué piensas hacer conmigo? ¿Me dejarás libre?—soltó una gran carcajada.— ¿Libre? Oh, mi dulce, dulce e inocente Nicolle, libre era algo que jamás pensé hacer contigo.— ¿De qué hablas Pierre? —pregunté con miedo en mi voz.—Vas a quedarte aquí mi tierna Nicolle —acarició mi mejilla y sentí como el sudor frío bajaba por mi espalda baja —Te quedará
JESÚS— ¿Qué es lo que piensas Mon Amour? —pregunté al tenerla tan callada y pensativa.—Tengo miedo de Pierre, si fue capaz de llegar a estos extremos no quiero imaginar…—Basta Mon Amour, ese borracho y jugador no volverá a molestarnos te lo juro —dije para intentar tranquilizarla, pero yo era el más preocupado por la situación del francés, si el desgraciado seguía vivo se había escondido muy bien, tenía a media España tras su pista y mis hombres en Francia aun no me habían dado detalles de verlo por allá. Esperaba que el escorpión hubiera sido lo suficientemente venenoso para matarle de un aguijón, Nicolle no debía preocuparse por eso, mi mujer necesitaba estar calmada, había estado bastante intranquila, mi mujer tenía pesadillas y aunque trataba de ser fuerte podía presentir su miedo. “Maldito Lemoine, espero que estés muerto, y si no lo estas desearas estarlo”.Había adelantado y completado algunos negocios para estar completamente a merced de Nicolle, su embarazo avanzaba s