ANDRÉS.La vi marcharse del salón al escuchar la noticia del compromiso, sabía que reaccionaría de este modo. Mi hermano se veía feliz de al fin poder de decir que se casaría con Elena, Antonio era egoísta, solo pensaba en su felicidad y ahora su felicidad era Elena. Él estaba completamente enamorado de ella y no planeaba ocultarlo, mucho menos por Esmee, mi hermano ya había demostrado que lo que pase con la mayor de las Belmonte lo tiene sin cuidado, no le importaba. Seguí a Esmee y la encontré llorando en uno de los saloncitos privados de descanso. Al verme ella corrió a mis brazos.—Por favor, basta señorita. No puedo escucharla llorar, me parte. —dije abrazándola con fuerza. "Me enfurece que llores por él, cuando yo estoy aquí contigo”. -pensé furioso.—Siempre pierdo contra otras, siempre soy el plato de segunda mesa. Nunca soy lo suficiente para ser la primera de alguien.— ¿Tanto amor le tienes a mi hermano? —pregunté ocultando mis celos.—Soy una idiota, lo sé. Él me dijo c
PIERRE LEMOINE.— ¡Necesito dinero Maurice! Estoy hasta el cuello en deudas. —tomé la botella de un solo trago.— ¿Y tus padres?—Ese viejo avaro ya no es tan rico como antes. No va a prestarme nada, estoy casi desheredado. —Esa maldita de Nicolle Belmonte era mi boleto a una vida segura, pero el desgraciado del conde Castelo se atravesó en mi camino. — ¿Y qué sucede contigo Maurice?—Esmee Belmonte...—La ramera mayor. —Maurice me miró con una expresión sombría. — ¡No hables así de ella! —De acuerdo, me disculpo. ¿Pero por qué tu obsesión? Es bella pero no impresionante, no como aquella duquesa Palacios.—Es perfecta para mí, la quiero a ella. Y va ser mía, mi mujer, le confesé mi amor y todo habría resultado como quería si tan solo aquél imbécil de Andrés Ferrer no hubiera aparecido en medio de todo. —Al parecer los dos tenemos el mismo problema, siempre se entrometen en nuestros planes. —Escuché una información que tal vez te interese.—Dímela entonces.—Al parecer tu ex promet
ESMEENo dejaba de pensar en el beso que me había recibido de Andrés Ferrer. No había parado de repetir esa escena una y otra vez, él fue tierno y delicado conmigo.— ¡Esmee! — ¿Si madre?—Estás distraída, comienzas a ser torpe en tus costuras, concéntrate muchacha.—De acuerdo mamá. Subí a mi habitación, extrañaba a mi hermana. Pasar el tiempo con ella, conversar cada vez que me sentía desanimada o ella recurriendo a mí cuando lo necesitaba, solo debía cruzar de su dormitorio al mío. Dejé mi bordado a un lado, era todo lo que hacía en estos días. No deseaba salir a fiestas o reuniones, mi hermana ya estaba embarazada y decidí elaborar ropa para mis sobrinos. Nicolle tendría gemelos, otra sorpresa más. — ¡Esmee! —Madre entró de entremiso a mi habitación —El señor Ferrer vino a visitarte. — ¡Qué! ¿Por qué? —No lo sé, quedé muy disgustada con el compromiso de Antonio con aquella viuda. Pero aún tenemos al mayor, el señor Andrés no es tan guapo como su hermano, pero tiene cierto at
ESMEE.¿Casarnos? ¿Él realmente quería casarse conmigo? Imaginarme como la esposa de Andrés era aún muy lejano, pero no me desagradaba para nada. Nuestro noviazgo tenía muy complacida a mi madre, pero me no quería que Andrés pensara que solo estaba con él por su estatus o fortuna, no le perdonaría a mi madre nunca que lo hiciera pensar de esa manera. Visité a mi hermana Nicolle, me tenía sorprendida la manera en como Nicolle había engordado, sus pechos estaban rebosantes, su panza bastante grande y sus mejillas rechonchas, podría decirse que ya era toda una mujer.—Nicolle, luces…—Gorda, enorme, casi una ballena andante.— ¡No, no es eso!—Pues es así como me siento hermana. —Luces muy linda embarazada. Tus hijos saldrán agraciados, contigo y los genes del conde Castelo, no le sobrará belleza a esos pequeños —ella sonrió.— Yo espero lo mismo. No sabes cuánto ansío que ya nazcan, mi barriga está gigante. Al regresar a mi hogar, me encerré en la biblioteca para leer un poco, no te
ELENA Mi doncella ayudaba a terminar de abrochar mi vestido. Era un vestido delicado y algo decoroso que ocultaba mi barriga. Me casaré y no se compraba en nada a la primera vez. Esta vez mi rostro no tenía esa expresión de querer morir, mis ojos no se encontraban apagados. Estaba… feliz.— Luce hermosa, Elena. —dijo con una sincera sonrisa, mi cuñada embarazada.—Gracias Nicolle, pera ya es hora de marcharnos.Al salir de la mansión de palacios, una diligencia nos llevó hacia a la iglesia, donde mi hermano nos esperaba, seguramente muy impaciente por estar tan lejos de su esposa. Los días que me llevó planear esta ceremonia fueron los más agotadores, no se comparaba a la boda de Jesús y Nicolle, cuando llegamos mi cuñada me ayudó a bajar del coche sin tropezar o manchar la cola del vestido.Los ojos azules de mi hermano al verme se iluminaron, Jesús podrá tener los mismos ojos de nuestro padre pero él ya no es igual. Mi hermano me miró orgulloso y maravillado.—Elena te ves precios
MAURICESalí humillado y golpeado por ese infeliz, mi boca sangraba por culpa de ese desgraciado. Esmee es mía, solo mía, esa maldita zorra no será jamás de él, sino mía, mía.—Maldito Ferrer. —Grité golpeando los muebles, los sirvientes se marchaban asustados por mi reacción —El desgraciado siempre se entromete en todos mis planes. ¡¿Cómo diablos se enteró de la casa!? Sabía que no debía confiar en esa estúpida muchacha.Esmee es perfecta, es lo suficientemente bonita para que me engatuse con sus encantos, ella tendrá a mis hijos, y será una esposa perfecta. Pero mía, no de Antonio, no de Andrés Ferrer, mía. Mandé a preparar una diligencia, no había pretendido aceptar lo que me proponía Pierre pero Esmee me llevó a este extremo. Entré a la mugrienta residencia, el olor alcohol y las botellas vacías eran la decoración de esta casa, la señora mayor me guió hasta la sala en donde Pierre reposaba en el sofá. El francés se veía mucho más hinchado, sus ojos rojos y con grandes ojeras, ta
ELENAEl dolor era soportable, uno de esos animales me empujó y se llevó a Esmee. Una mujer se acercó para ayudarme, pero el dolor me lo impedía, mi hijo, él estaba en peligro.— ¡Elena! —escuché el grito colosal de mi esposo, vi a Antonio correr hasta mí y a Andrés a su lado.—Andrés se llevaron a Esmee, se la llevaron, corre…ESMEEEl carruaje parecía querer voltearse en cualquier momento. — ¡Déjame ir! —mi boca fue amordazada.—Has silencio mi amor —Maurice estaba loco. Luchaba, pero entre él y otro hombre ataron mis manos, el carruaje daba tropezones a cada instante de manera frenética — ¡Ten cuidado imbécil!Quería huir, saltar fuera, pero estaba inmovilizada. A estas alturas lloraba, estaba harta de esta situación, Maurice era un demente y un desquiciado.—Tú vas amarme Esmee, dime que amas —me quitó la mordaza y lo escupí en la cara.—Yo jamás voy a amarte, te desprecio asqueroso desgraciado. ¡Estás loco! —volvió a poner la tela en mi boca cuando comencé a gritar. —Lo harás
ELENAEl dolor estaba comenzado a pasar, Antonio me trajo deprisa en una diligencia a la casa de su padre, la cual era la más cercana, me llevó en brazos hacia su antiguo dormitorio y me dejó en la cama con delicadeza.—Elena. ¿Sigues sintiendo mucho dolor? —preguntó preocupado.—No tanto, ya estoy bien.— ¿¡Qué diablos pensabas al enfrentarte a esos hombres en tu estado!? ¿¡Acaso no pensaste en el daño que nuestro hijo pudo sufrir!?—Antonio estaban secuestrando a Esmee, no podía quedarme plantada en el suelo como todos los demás que nos miraban, no soy esa clases de mujer. —él negó y parecía frustrado, nervioso y enojado.—No sabes lo que sentí cuando te vi ahí tirada, todo mi ser se puso en alerta. No pensé en nada más que correr a tu lado. —se sentó a mi lado y tomó mi mano entre las suyas y la besó. —Elena eres mi amor, mi amante, mi esposa. Protegerte y amarte es la única razón por la que vivo.—Nunca dijiste que me perdonabas. —Él me miró —Nunca has dicho que me perdonabas por