Capítulo 89
El que habló resultó ser el hijo de Melisa y se llamaba Fabio Rojas. Al escuchar la propuesta de su amigo, gritó a todo pulmón:

—¡Oye, ¡tú! Te llamas Luna, ¿verdad? Ven aquí. Necesito pedir comida.

Luna continuaba lavando los platos y fingió no haber oído nada. Miró a otra chava de su misma edad, Laia, quien también trabajaba a tiempo parcial en el restaurante. Sin embargo, solo percibió su leve sonrisa maliciosa. Esta se dio media vuelta y se marchó muy rápido. —¡Maldita! ¡Te estoy llamando para pedir comida! ¿Eres sorda?

Luna dejó los platos sucios y se limpió las manos, luego se acercó a ellos con una libreta y un lápiz en mano, preguntando:

—¿Qué platos les gustaría pedir?

Sin embargo, los cinco hombres la miraban fijamente de arriba abajo a Luna, como si fueran cinco lobos hambrientos que habían encontrado a su deliciosa presa. Las miradas malintencionadas le daban asco.

Uno de ellos intentó coquetear con ella:

—Bonita, ¿te falta dinero? Si necesitas dinero, puedes decírmelo. Teng
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