Capítulo 88
—Tómense su tiempo. Todavía tengo algo que hacer y tengo que irme.

Luna se había acostumbrado a la vida solitaria y no confiaba en esos supuestos amigos. Al terminar sus palabras, salió del restaurante. Esta vez, ellos no la detuvieron.

Ignacio también salió con un plato y le preguntó:

—Hija, ¿has terminado de comer? ¿Te molestaron?

—No —respondió Luna.

—Aunque es cierto que pueden ser un poco molestos, estos chavós, no son malas personas. Ellos solo quieren hacerte su amiga.

—Lo entiendo, señor. Tengo algo que comprar y me voy.

—Está bien. Mañana también ven aquí a comer. No te cobraré un solo peso. Puedes comer lo más que puedas.

Luna afirmó ligeramente y respondió:

—Muchas gracias.

Después de salir del restaurante, Luna se fue a comprar algunas ropas y varios pares de zapatos. Eran todos muy baratos.

El tiempo pasó volando. Luna ya había vivido aquí casi tres meses. Trabajaba como camarera en el restaurante de Ignacio, ganando ochenta pesos al día, lo cual era suficiente para el so
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