Felipe no dejaba de pensar en las palabras de William. Miraba el firmamento en busca de respuestas. Sabía que debido a su fortuna tenía enemigos. Unos cuantos. La envidia era un gran impulsor para muchos. Pero una cosa era hacer que sus negocios fracasaran y otra bien distinta intentar matarlo. Un ligero toque en la puerta lo hizo gritar "adelante". Ciertamente no iba a pararse. Sabía manejar las muletas pues cuando era niño tuvo que estar un período tan largo con ellas, que parecían una extensión de sí mismo. Pero en esos momentos todavía persistía el dolor. Elena entró con paso ligero mientras que la falda de su vestido hacían ondas a su alrededor, Chispita siguiendo cada uno de los pasos de su dueña.— ¿Cómo te encuentras? —preguntó Elena. Habían pasado tres días desde que lo había visto. Sus deberes sociales le habían impedido acercarse al hospital de día y cuando había ido de noche, Felipe se encontraba dormido.—Mejor, aunque he tenido tiempos mejores ¿Qué tal la apertura de
—Hola, forastero. Estás perdido. Encontraste otro amor y te olvidaste de tu hermanita.—Sí, claro. El amor por la medicina. Este semestre está brutal. He tenido poco tiempo, Lena, de verdad. —respondió Alexis ante los cuestionamientos de su media naranja.Adoraba a su hermana. No habría nada que le quitara ese primer lugar que ocupaba en su vida pero, Elena había seguido adelante y él tenía que hacer lo mismo. Y aunque sabía que siempre podía contar con esa mitad de su alma, era la hora de tomar las riendas de su vida.—No te preocupes, enano. Me alegra mucho saber que estás cumpliendo uno de tus sueños. Entonces, ¿qué hay de nuevo?—Te llevo veinte centímetros, en todo caso la enana eres tú. No me gusta que me llames así. Eso estaba bien cuando era un niño pero ya es bochornoso. Elena sonrió. Pero no pudo evitar tirarle otra pullita. Siempre decían que el segundo hijo era el más revoltoso. Eso no se aplicaba con ellos. Alexis era el tranquilo y ella la complicada. Su hermano era pac
Felipe esperó que estuvieran fuera del alcance de oídos chismosos para hablar. Esos pocos minutos hasta que llegaron al elevador los utilizó para controlarse un poco. Parecía un adolescente con las hormonas alborotadas, con un calentón que ni mil duchas congeladas le quitarían. Se había sentido orgulloso al contemplar a su princesa guerrera plantándoles cara a todos. No se había dejado avasallar.—¿Y eso que fue? Te saliste completamente del papel. Pero siendo sincero nunca había visto una actuación tan estelar.—Yo también tengo mis trucos —Le sonrió para después guiñarle un ojo— .Así que cuidadito conmigo.—Eres una cajita de sorpresas, preciosa. Cuando estoy concibiendo una idea de ti, vas y me desarmas el rompecabezas. Nunca imaginé que fueras hacker.—Va. Tonterías. Es solo un pasatiempo. No soy ni la mitad de bueno de quien me enseñó. Pero resulta útil de vez en cuando.—Lamentando mi innata curiosidad, me gustaría saber quién te enseñó. Tener una persona así en tu equipo sería
Y él le debía unas cuantas a ese malnacido. Aunque también tenía que agradecerle. De no haber dejado a Elena, ahora esa increíble mujer no sería suya. Ni estaría gestando a su bebé.—No eres bienvenido aquí. Te sugiero que vuelvas por el camino donde viniste sino quieres que te saquen a rastras. Felipe dejó que su autoridad quedara impregnada en cada sílaba. Se puso en el medio entre ese hombre y su mujer pues quería el menor contacto posible. No quería un enfrentamiento público porque al final de cuentas era su imagen la que quedaría dañada pero si el imbécil ese seguía tocándole las narices se llevaría un buen puñetazo.—Así que tú eres el incauto que cayó en sus redes. Ya te contó nuestra historia. Porque si volví pero, fue ella la que no quiso. —Lucio, ya está bien —intervino Elena poniéndose de pie— .Felipe lo sabe todo.—No me digas, ángel. Ya le contaste a tu maridito que estabas esperando un hijo mío y decidiste abortarlo. Que casi te mueres porque salió mal. Escuché que est
Las sábanas estaban algo húmedas del agua que no habían secado de sus cuerpos cuando salieron del jacuzzi. Fácilmente parecían lobos en pleno celo. No podían dejar de tocarse, de acariciarse. De mostrarse amor aunque esa pequeña palabra no había sido dicho. Pero al parecer las confesiones de horas antes había abierto un dique en sus sentimientos. Elena estaba encima del pecho de Felipe mientras este le acariciaba la mano con parsimonia. Se estaba quedando dormida cuando una pregunta surcó su mente. Su padre siempre había querido varón para preservar el linaje. Para que su apellido se conservara con el paso del tiempo. Lamentablemente cuando lo había tenido no le había hecho caso alguno.—¿Qué deseas? —preguntó con el rostro lleno de incertidumbre. Ante las cejas enarcadas de su esposo, aclaró— .Niña o niño. ¿Qué te gustaría?—Por qué me parece que estoy pasando un examen y que el profesor me cogió diciéndole la pregunta a mi compañero.—¿Eso hacías? ¿Estudiar tú y decirle a tus ami
Habían pasado dos días desde que Elena y Felipe regresaron a su casa. La prensa se había vuelto loca cuando habían descubierto los gustos algo particulares de Lucio. Y aunque todo hubiera sido un montaje, la prensa de corazón tenía carnada para un rato. Todo iba viento en popa. Felipe tenía mejor la pierna aunque aún dependía de las muletas. La situación económica iba dando pequeños pasos y se pronosticaba un futuro espléndido. Todo iba bien. A no ser el estómago de Elena. Las náuseas y mareos eran constantes. Era como si confirmarle a su cuerpo que llevaba una personita dentro era darle pie para que comenzara todo lo demás. El sonido de las arcadas despertó a Felipe de los brazos del sueño. Su mirada se dirigió al baño en especial a la figura que estaba agarrada al váter como si la vida le fuera en ello. Llevaba durmiendo en la habitación de su mujer desde que habían regresado. Quería abrazarla por las noches y hacerle el amor por las mañanas. Eso último había sido imposible en
Eran pasadas las dos de la mañana y Elena se movió en la cama como por vigésima vez. Quería conciliar el sueño pero no había forma. Al parecer la había abandonado. No quería molestar a nadie pero estaba averiguando por las malas que su hijo, incluso siendo tan pequeño como era iba a ser todo un titán. De esos pequeños monstritos que hacían los que le daba la gana con sus progenitores. Su pequeño no saldría con esos patrones. Sabía perfectamente cómo seguir un buen ejemplo y que situación debía evitar. Puede que no hubiera tenido un buen padre y su madre llevara mucho tiempo ausente. Pero había casi criado a Alexis. Y se había fijado mucho en Maximiliano y Gregory. La mano que rodeaba su cintura la apretó y la atrajo más profundamente a los brazos de su marido. Si no lo conociera tanto podía pensar que estaba dormido pero Felipe Rinaldi tenía la extraña costumbre de saber cuándo había algo que la inquietaba incluso estando dormido. ¿Qué pasa, princesa? —preguntó con esa voz enronq
Elena sonrió cuando María abrió la puerta. Hacía unos quince días que no lo veía. Las náuseas y mareos habían sido los responsables de que casi no hubiera podido levantarse de la cama. Y cuando se había encontrado mejor, Felipe no la había perdido de vista. Así que había aprovechado que su marido tenía una extensa video llamada con un embajador europeo y le había avisado a sus guardias. Estos sólo le habían dedicado una larga mirada y la habían seguido. Al final ella era la reina y no una prisionera. Estás hecha una sinvergüenza. Me tienes abandonada. Elena negó con la cabeza mientras entraba en la acogedora casita. No. He tenido problemas —aclaró Elena .Estoy... Embarazada —la cortó María— .Eso es lo que me ibas a decir que estás embarazada.— ¿Cómo? Elena no pudo evitar que el asombro pintara sus palabras. De no haber sido por los vómitos, su familia no lo hubiera sabido. La cara de Alexis cuando le había dicho que sería tío había sido todo un poema. Tienes ese brillo pecul