Pasaron los días y Felipe vivió en carne propia el rechazo de su mujer. Vivían juntos pero, nunca la distancia entre ellos se había sentido tan insalvable. A pesar del trauma que le había provocado a su señora, Elena seguía siendo igual. Bueno con todos menos con él. Solo le hablaba cuando era extremadamente necesario y solo con monosílabos. En la última semana si había logrado que conversara con él media hora podía considerarse privilegiado. Y como no podía hablar con ella abiertamente, se dedicó a observarla. A hacerle un análisis exhaustivo. Se dio cuenta como el cabello de Elena tenía ondas en las puntas. Como sus ojos se iluminaban cuando compartía cosas con la servidumbre y como arrugada la naricilla cuando había algo que no le gustaba. De los tres lunares que tenía en la mejilla izquierda en forma de diagonal y de la maravillosa curva de sus labios. Labios que se moría por volver a probar. Pero se había hecho una promesa a sí mismo. Se ganaría su confianza de nuevo. Sería
—Sabes —dijo Elena mirándola de forma sospechosa—, me da la ligera sensación que me estás mintiendo. No te conozco de hace mucho pero no tienes razón alguna para apretarte las manos tan compulsivamente. — ¡Joder! También lees a las personas. Pues sí. No tuve valor ni siquiera para llegar. A medio camino volví. Soy una cobarde ¿no es así?—No. No lo eres. Hoy alcanzaste medio tramo. Quizás mañana, pasado o la semana que viene puedes recorrer la distancia completa. Pero deberías decírselo. Si es como dijiste, querrá saber que va a ser padre.—Lo pensaré, vale. No tienes idea de lo que me está empezando a gustar tu compañía —dijo María apretando sus manos— ¿Me ayudas a hacer una tarta?—Por supuesto. Necesito entretenerme. Aunque no sé si te serviré de mucho. Lo único que he hecho en mi vida es té y casi enveneno a una amiga.—No será para tanto. Con práctica todo mejora. Y eso se aplica a cualquier área de la vida. —terminó bajando y subiendo las cejas. Elena sonrió con ganas cuando e
Felipe se despertó mareado. La anestesia había sido la bomba. Recordaba fragmentos del día anterior. Sin embargo el dolor era algo constante. Una mano rozando sus dedos lo acabó de espabilar. Elena estaba a su lado. Profundamente dormida mientras su cabello se desparramaba en la sábana blanca. Se había quedado en shock pero había insistido en acompañarlo al hospital. Y en su estado de nervios el personal del helicóptero no había tenido otro remedio que subirla con ellos.Pero si algo tenía presente era como le había rogado que se quedara a su lado cuando había salido del salón de operaciones. Sin embargo mientras la contemplaba y veía sus profundas ojeras se dio cuenta lo egoísta que había sido. Su esposa necesitaba descansar pues él en manos más capacitadas no podía estar.—Hey —lo llamó Elena desperezandose— ¿Cómo te sientes?—Atontado. Y me duele un poco.—Quizas ya es hora de tu medicación. Voy a buscar a una enfermera. No me demoro.Elena salió segura. El hospital de Talovara no
Felipe no dejaba de pensar en las palabras de William. Miraba el firmamento en busca de respuestas. Sabía que debido a su fortuna tenía enemigos. Unos cuantos. La envidia era un gran impulsor para muchos. Pero una cosa era hacer que sus negocios fracasaran y otra bien distinta intentar matarlo. Un ligero toque en la puerta lo hizo gritar "adelante". Ciertamente no iba a pararse. Sabía manejar las muletas pues cuando era niño tuvo que estar un período tan largo con ellas, que parecían una extensión de sí mismo. Pero en esos momentos todavía persistía el dolor. Elena entró con paso ligero mientras que la falda de su vestido hacían ondas a su alrededor, Chispita siguiendo cada uno de los pasos de su dueña.— ¿Cómo te encuentras? —preguntó Elena. Habían pasado tres días desde que lo había visto. Sus deberes sociales le habían impedido acercarse al hospital de día y cuando había ido de noche, Felipe se encontraba dormido.—Mejor, aunque he tenido tiempos mejores ¿Qué tal la apertura de
—Hola, forastero. Estás perdido. Encontraste otro amor y te olvidaste de tu hermanita.—Sí, claro. El amor por la medicina. Este semestre está brutal. He tenido poco tiempo, Lena, de verdad. —respondió Alexis ante los cuestionamientos de su media naranja.Adoraba a su hermana. No habría nada que le quitara ese primer lugar que ocupaba en su vida pero, Elena había seguido adelante y él tenía que hacer lo mismo. Y aunque sabía que siempre podía contar con esa mitad de su alma, era la hora de tomar las riendas de su vida.—No te preocupes, enano. Me alegra mucho saber que estás cumpliendo uno de tus sueños. Entonces, ¿qué hay de nuevo?—Te llevo veinte centímetros, en todo caso la enana eres tú. No me gusta que me llames así. Eso estaba bien cuando era un niño pero ya es bochornoso. Elena sonrió. Pero no pudo evitar tirarle otra pullita. Siempre decían que el segundo hijo era el más revoltoso. Eso no se aplicaba con ellos. Alexis era el tranquilo y ella la complicada. Su hermano era pac
Felipe esperó que estuvieran fuera del alcance de oídos chismosos para hablar. Esos pocos minutos hasta que llegaron al elevador los utilizó para controlarse un poco. Parecía un adolescente con las hormonas alborotadas, con un calentón que ni mil duchas congeladas le quitarían. Se había sentido orgulloso al contemplar a su princesa guerrera plantándoles cara a todos. No se había dejado avasallar.—¿Y eso que fue? Te saliste completamente del papel. Pero siendo sincero nunca había visto una actuación tan estelar.—Yo también tengo mis trucos —Le sonrió para después guiñarle un ojo— .Así que cuidadito conmigo.—Eres una cajita de sorpresas, preciosa. Cuando estoy concibiendo una idea de ti, vas y me desarmas el rompecabezas. Nunca imaginé que fueras hacker.—Va. Tonterías. Es solo un pasatiempo. No soy ni la mitad de bueno de quien me enseñó. Pero resulta útil de vez en cuando.—Lamentando mi innata curiosidad, me gustaría saber quién te enseñó. Tener una persona así en tu equipo sería
Y él le debía unas cuantas a ese malnacido. Aunque también tenía que agradecerle. De no haber dejado a Elena, ahora esa increíble mujer no sería suya. Ni estaría gestando a su bebé.—No eres bienvenido aquí. Te sugiero que vuelvas por el camino donde viniste sino quieres que te saquen a rastras. Felipe dejó que su autoridad quedara impregnada en cada sílaba. Se puso en el medio entre ese hombre y su mujer pues quería el menor contacto posible. No quería un enfrentamiento público porque al final de cuentas era su imagen la que quedaría dañada pero si el imbécil ese seguía tocándole las narices se llevaría un buen puñetazo.—Así que tú eres el incauto que cayó en sus redes. Ya te contó nuestra historia. Porque si volví pero, fue ella la que no quiso. —Lucio, ya está bien —intervino Elena poniéndose de pie— .Felipe lo sabe todo.—No me digas, ángel. Ya le contaste a tu maridito que estabas esperando un hijo mío y decidiste abortarlo. Que casi te mueres porque salió mal. Escuché que est
Las sábanas estaban algo húmedas del agua que no habían secado de sus cuerpos cuando salieron del jacuzzi. Fácilmente parecían lobos en pleno celo. No podían dejar de tocarse, de acariciarse. De mostrarse amor aunque esa pequeña palabra no había sido dicho. Pero al parecer las confesiones de horas antes había abierto un dique en sus sentimientos. Elena estaba encima del pecho de Felipe mientras este le acariciaba la mano con parsimonia. Se estaba quedando dormida cuando una pregunta surcó su mente. Su padre siempre había querido varón para preservar el linaje. Para que su apellido se conservara con el paso del tiempo. Lamentablemente cuando lo había tenido no le había hecho caso alguno.—¿Qué deseas? —preguntó con el rostro lleno de incertidumbre. Ante las cejas enarcadas de su esposo, aclaró— .Niña o niño. ¿Qué te gustaría?—Por qué me parece que estoy pasando un examen y que el profesor me cogió diciéndole la pregunta a mi compañero.—¿Eso hacías? ¿Estudiar tú y decirle a tus ami