Dos semanas después…El aire invernal era frío, mas no helado, y parecía que acompañaba el calor de las emociones que envolvían cada rincón de los jardines de la mansión, cubiertos por un manto blanco y decorados para la boda.La boda de Mathias y Sofie estaba destinada a ser inolvidable, una celebración que reflejara su autenticidad y amor por lo simple, pero significativo.La boda de Mathias y Sofie había sido cuidadosamente diseñada para aprovechar la belleza de la temporada: un lago parcialmente congelado, decoraciones con ramas de pino y velas, y mantas de lana para los invitados que se encontraban bajo una carpa transparente, protegidos del frío.Los niños, vestidos con pequeños trajes de pajes, corrían entre las mesas, con canastas llenas de pétalos de flores para repartir mientras sonreían con entusiasmo, añadiendo un toque de alegría a la atmósfera.Sofie se detuvo a la entrada de la carpa, donde comenzaba el camino de pétalos, con su brazo enlazado al de Lukas, quien la esco
Katrine cerró la puerta de su habitación, dejando escapar un suspiro tembloroso. Había intentado contener las emociones, convencerse de que todo era cuestión de tiempo, que se acostumbraría, pero se había mentido e Ingrid acababa de destrozar el frágil equilibrio que creía haber construido. La visión de aquella mujer junto a Lukas, y la noticia de su embarazo… la habían dejado al borde del abismo.De pronto, su mirada se desvió hacia el tocador, en donde descansaba una foto de ella abrazando a Sofie, y no pudo evitar sentir como los ojos se le llenaban de lágrimas otra vez. La tomó entre las manos y pasó las yemas por el marco. —Lo siento, Sofie —susurró con la voz quebrada—. Lo siento tanto…Acto seguido, con prisa, se encaminó hacia el armario y comenzó a sacar todo lo que podría necesitar. Ya lo había hecho una vez, huyendo de Ole, podría hacerlo de nuevo, se repetía una y otra vez, como una especie de mantra. Rápidamente, empacó unas cuantas camisetas, un par de vaqueros y su me
Cinco meses más tarde…Lukas miraba cómo las gotas de lluvia se deslizaban por el ventanal del despacho de su departamento. Después de la boda de Mathias y Sofie y de la huida de Katrine, había decidido mudarse, pero, a pesar de todos sus esfuerzos, sus pensamientos no dejaban de regresar a ella.En secreto, había tratado de localizarla con sus conocimientos en IT, pero había sido imposible. Katrine sabía muy bien qué hacía. Ni siquiera Henrik le había dado una pista sobre su paradero. La frustración lo carcomía por dentro.Sin embargo, mientras él se consumía en remordimientos y recuerdos, Ingrid se aseguraba de mantenerlo bajo su red.—¡Lukas! Me siento mal otra vez. No puedo más. ¡Ven ahora mismo! —El grito de Ingrid resonó desde la sala, arrancándolo de sus pensamientos.Lukas cerró los ojos y apretó la mandíbula, exhalando con fuerza antes de ponerse de pie. Desde hacía semanas que no podía estar tranquilo, Ingrid se había instalado en su departamento, excepto por las noches, exi
Eran poco más de las ocho de la mañana, cuando Sofie sintió que la cama se movía, mientras Mathias se levantaba con lentitud, tratando de no despertarla.Sin poder evitarlo, abrió los ojos en el momento en el que él se colocaba la camisa y comenzaba a abotonarla con prisa. Por un momento, pensó en hacerse la dormida, pero, el peso en su pecho la hizo tragar saliva, mientras se llevaba una mano al vientre.El embarazo había sido una grandísima sorpresa para toda la familia, después de que el doctor Hölm le dijera que era algo prácticamente imposible, tras el tratamiento que había recibido.Al principio, Mathias se había mostrado genuinamente feliz. Sin embargo, con el pasar de los meses, parecía haberse olvidado de todas las promesas que le había hecho, perdiéndose en interminables reuniones, llamadas urgentes y constantes ausencias.—¿Es en serio, Mathias? ¿Otra vez? —preguntó, sin poder evitarlo, con el cansancio evidenciándose en su voz.Mathias se giró, notablemente incómodo al no
Quince días más tarde... Ese día en la casa en la que ahora vivía Katrine el silencio era únicamente roto por el suave golpeteo de la lluvia contra los cristales y el trasteo de Henrik en la cocina, mientras ella se encontraba sentada en el sofá de la sala, con una mano descansando en su vientre.Hacía unos días que había entrado en el sexto mes de embarazo y todo iba la mar de bien, a pesar de que cada día era una batalla constante entre la esperanza y el miedo. La vida que crecía en su interior era su motor, todo lo que hacía que cada mañana se obligara a levantarse de la cama, pero así también su más grande preocupación.Sin embargo, a pesar de las dificultades, se obligaba a pensar en positivo, aunque esa tarde, no podía evitar pensar en Lukas y en la certeza de que su boda con Ingrid estaba llevándose a cabo. Por ello, agradecía que Henrik hubiera inventado un viaje de emergencia, para poder quedarse con ella. Si bien era una mujer fuerte, estar en compañía la ayudaba a centrars
La sala de cirugía parecía un campo de batalla. Los monitores emitían pitidos agudos, constantes, como si fueran una cuenta regresiva hacia un final inevitable. El aire estaba cargado de adrenalina, tensión y miedo. Bajo las luces blancas, Katrine yacía inconsciente, con el rostro completamente pálido, mientras el cirujano, con la mandíbula tensa, trabajaba con una precisión febril, con el sudor le resbalándole por las sienes. —¡La presión sigue cayendo! —exclamó el anestesista, con voz firme, y las palabras parecieron perforar el aire, obligando a todos a moverse aún más rápido. —Mantén constante el flujo de líquidos. No podemos perderla —ordenó el cirujano, clavando sus ojos en el vientre abierto de Katrine, procurando mantener una inquebrantable máscara de profesionalismo. El tiempo parecía haberse detenido. Todo giraba en torno a un instante decisivo. Finalmente, tras lo que se sintió como una eternidad, un débil gemido rasgó el aire. —¡Es un varón! —anunció una de las enfe
Luego del alta…El reloj de Katrine marcaba las cuatro de la madrugada, aunque para ella el tiempo había dejado de existir. El mundo había perdido sentido para ella desde el día en que perdió a su hijo. Su habitación, antes cálida, ahora parecía un improvisado mausoleo. Las cortinas permanecían cerradas, día y noche. El aire era pesado y estancado. Sobre la mesita de noche, una urna pequeña guardaba las cenizas de su hijo.En ese momento, Katrine se encontraba tumbada en la cama, mirando el techo con los ojos anegados en lágrimas. Su cabello, antes brillante y cuidado, ahora yacía opaco y deslucido sobre la almohada. No había comido prácticamente nada en las últimas semanas, y apenas bebía un poco de agua. Su cuerpo estaba frágil, pero no le importaba. El dolor se había instalado en su pecho como un huésped que no se iría jamás.Henrik se adentró en la habitación, en silencio, sosteniendo una bandeja con un tazón de sopa y un trozo de pan, y al encontrar a Katrine en la misma posición
El salón se encontraba sumido en un silencio tenso, y la cálida luz de la primavera, que se filtraba por los altos ventanales de la mansión, apenas podía suavizar la rigidez de ese momento. Katrine se encontraba sentada en el sofá, con las manos entrelazadas sobre su regazo, mientras evitaba los ojos de Sofie. Esta, que había escuchado todo lo sucedido en los últimos meses, se había acercado cada vez más a su amiga, hasta quedar de rodillas frente a ella, estudiando cada línea del rostro de Katrine, con una mezcla de desconcierto y angustia.—Nena, por favor… —murmuró Sofie, con la voz quebrada, cuando Katrine terminó de hablar. Le tomó las manos y las apretó ligeramente—. Dime que no es cierto.Katrine tragó saliva mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, antes de alzar la vista con lentitud, encontrándose con los ojos vidriosos de su amiga y sintiendo cómo el poco control que había logrado mantener se derrumbaba por completo.—Lo es, Sofie. Lamentablemente, lo es —res