Luego del alta…El reloj de Katrine marcaba las cuatro de la madrugada, aunque para ella el tiempo había dejado de existir. El mundo había perdido sentido para ella desde el día en que perdió a su hijo. Su habitación, antes cálida, ahora parecía un improvisado mausoleo. Las cortinas permanecían cerradas, día y noche. El aire era pesado y estancado. Sobre la mesita de noche, una urna pequeña guardaba las cenizas de su hijo.En ese momento, Katrine se encontraba tumbada en la cama, mirando el techo con los ojos anegados en lágrimas. Su cabello, antes brillante y cuidado, ahora yacía opaco y deslucido sobre la almohada. No había comido prácticamente nada en las últimas semanas, y apenas bebía un poco de agua. Su cuerpo estaba frágil, pero no le importaba. El dolor se había instalado en su pecho como un huésped que no se iría jamás.Henrik se adentró en la habitación, en silencio, sosteniendo una bandeja con un tazón de sopa y un trozo de pan, y al encontrar a Katrine en la misma posición
El salón se encontraba sumido en un silencio tenso, y la cálida luz de la primavera, que se filtraba por los altos ventanales de la mansión, apenas podía suavizar la rigidez de ese momento. Katrine se encontraba sentada en el sofá, con las manos entrelazadas sobre su regazo, mientras evitaba los ojos de Sofie. Esta, que había escuchado todo lo sucedido en los últimos meses, se había acercado cada vez más a su amiga, hasta quedar de rodillas frente a ella, estudiando cada línea del rostro de Katrine, con una mezcla de desconcierto y angustia.—Nena, por favor… —murmuró Sofie, con la voz quebrada, cuando Katrine terminó de hablar. Le tomó las manos y las apretó ligeramente—. Dime que no es cierto.Katrine tragó saliva mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, antes de alzar la vista con lentitud, encontrándose con los ojos vidriosos de su amiga y sintiendo cómo el poco control que había logrado mantener se derrumbaba por completo.—Lo es, Sofie. Lamentablemente, lo es —res
Un momento después, Katrine abrió los ojos con lentitud, sintiendo su cuerpo completamente pesado, casi como si hubiera sido atropellada. El dolor punzante en su cabeza era tan agudo que incluso la tenue luz de la habitación le resultaba insoportable. Al intentar moverse, sintió cómo su estómago se revolvía, justo antes de que una punzada le arrancara un gemido.Instintivamente, se llevó una mano al estómago y otra a la frente, donde descansaba un paño húmedo que se sentía como una caricia en medio del caos. Poco a poco, sus ojos se acostumbraron al entorno, hasta que finalmente reconoció dónde estaba: era su antigua habitación, la misma que había ocupado durante su tiempo en la villa Lund. De inmediato, la nostalgia y el dolor se apoderaron de su pecho, una vez más, haciendo que se le formara un nudo en la garganta.—Nena, ¿cómo te sientes? —preguntó Sofie, cuya presencia había pasado desapercibida. Se inclinó ligeramente hacia ella, con una expresión de pura preocupación, aunque sus
Katrine sintió cómo el calor la envolvía, una tormenta de emociones despertada por Lukas: nostalgia, dolor, rabia… y algo más profundo e incontrolable.Aquel beso era una tormenta, un caos de emociones desbordadas. Pero Katrine reaccionó antes de perder el control. Lo apartó con ambas manos y retrocedió, intentando recuperar el aliento.—No tenías derecho a hacer esto… —dijo, intentando sonar firme, pero su voz tembló—. No después de todo lo que pasó.—¿De verdad crees que fue fácil seguir adelante después de que te marchaste? —dijo, su voz cargada de una emoción hiriente—. ¿Crees que no he pensado en ti cada maldito día?Katrine retrocedió, el aire a su alrededor se volvía denso, sofocante. La presencia de Lukas la envolvía como un peso abrumador. La presencia de Lukas era abrumadora. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Lukas la interrumpió, su mirada fija perforándola:—¿Acaso nunca me dirás por qué te marchaste? ¿Por qué te alejaste sin darme una explicación?Katrine abri
El silencio reinante en la sala de servidores era sepulcral, tan opresivo que parecía absorber el aire. Solo el incesante tecleo de Lukas y Katrine rompía esa calma artificial, mientras luchaban contra el tiempo para descubrir al intruso en el sistema. Los pitidos de alerta se intensificaban con cada segundo que pasaba, como un eco de la urgencia que los consumía. Tenían que detener aquello antes de que fuera demasiado tarde.—Esto no tiene ni el más mínimo sentido —murmuró Katrine entre dientes, mientras examinaba las rutas de acceso en la pantalla.—¿Qué cosa? —preguntó Lukas, girándose hacia ella con el ceño fruncido, sus dedos aún suspendidos sobre el teclado.Katrine suspiró y se refregó los ojos. Se sentía tan cansada…, pero a la vez, después de meses de no trabajar en aquello que tanto amaba, no podía dejar de hacerlo. Ya no se trataba solo de ayudar a Mathias. Esto era personal. Tenía que demostrarse a sí misma que aún podía hacerlo, que aún era la mejor en lo que hacía.—Está
Unas horas más tarde, en la fría sala de servidores de Lund Farma, Lukas tipeaba frenéticamente. mientras Mathias caminaba de un lado a otro, como un león enjaulado. Con la ayuda de Katrine, habían logrado contener el hackeo masivo e impedir futuros ataques, pero el misterio de quién estaba detrás de todo seguía siendo un rompecabezas sin resolver. Justo entonces, Katrine entró en la sala con pasos cautelosos, sintiendo cómo la urgencia del ambiente le erizaba la piel, mientras sostenía una taza de café.—¿Qué has descubierto? —inquirió Mathias, con voz grave, parándose detrás de Lukas.Lukas giró lentamente en su silla, sus ojos clavándose en Mathias con una seriedad que congeló la atmósfera. Su mandíbula tensa decía más que cualquier palabra.—Las direcciones de los proxys nos han llevado a un lugar que no esperaba… uno sorprendentemente familiar.—¿Dónde? —intervino Katrine, frunciendo el ceño.—Están siendo direccionados desde aquí. Desde nuestras oficinas —respondió Lukas, bajand
Aquella mañana amaneció con un silencio inquietante, como si incluso el viento temiera perturbar el entorno de Katrine. Desde la ventana de la cocina de la mansión Lund, observaba el jardín, donde los trillizos jugaban despreocupados, disfrutando de la primavera. Sus inocentes risitas parecían una burla cruel a la tormenta que rugía dentro de Katrine. Mientras tanto, en la encimera, Sofie rellenaba dos tazas de café y, de vez en cuando, levantaba la mirada con genuina preocupación.Esos datos resonaban en su mente como un eco incesante: «Tipo de parto: natural. Edad gestacional: 27 semanas. Médico a cargo: Elias Fauke». Cada una de aquellas palabras parecía una pieza de un macabro rompecabezas que la estaba llevando al límite. Todo indicaba que Tobias Lund debía ser su hijo, pero aún le faltaba lo más crucial: pruebas irrefutables.Sofie colocó una taza de café frente a Katrine y se sentó a su lado.—¿Has podido descansar un poco? —inquirió en voz baja, aunque la respuesta era evident
Una semana después…El reloj marcaba las seis de la mañana y el departamento de Astrid estaba sumido en un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el eco lejano del viento que golpeaba los cristales de las ventanas. En medio de aquella quietud, Astrid estaba sentada frente a la mesa del comedor, su rostro iluminado tenuemente por la fría luz del monitor. Sus dedos volaban sobre el teclado con la precisión de quien sabe que cada segundo es crucial.Sus movimientos eran meticulosos, aunque delataban una creciente desesperación. Era consciente de que no podía permitirse fallar: ese era el golpe final. Por fin había logrado acceder al sistema financiero de Lund Farma por una puerta trasera que, al parecer, alguien había olvidado cerrar. Ahora intentaba desviar una cuantiosa suma de dinero a una cuenta en Suiza, imposible de rastrear, mientras descargaba documentos y archivos confidenciales que, en las manos correctas, si todo salía según su plan, hundirían a los Lund y, al mismo t