Eran poco más de las ocho de la mañana, cuando Sofie sintió que la cama se movía, mientras Mathias se levantaba con lentitud, tratando de no despertarla.Sin poder evitarlo, abrió los ojos en el momento en el que él se colocaba la camisa y comenzaba a abotonarla con prisa. Por un momento, pensó en hacerse la dormida, pero, el peso en su pecho la hizo tragar saliva, mientras se llevaba una mano al vientre.El embarazo había sido una grandísima sorpresa para toda la familia, después de que el doctor Hölm le dijera que era algo prácticamente imposible, tras el tratamiento que había recibido.Al principio, Mathias se había mostrado genuinamente feliz. Sin embargo, con el pasar de los meses, parecía haberse olvidado de todas las promesas que le había hecho, perdiéndose en interminables reuniones, llamadas urgentes y constantes ausencias.—¿Es en serio, Mathias? ¿Otra vez? —preguntó, sin poder evitarlo, con el cansancio evidenciándose en su voz.Mathias se giró, notablemente incómodo al no
Quince días más tarde... Ese día en la casa en la que ahora vivía Katrine el silencio era únicamente roto por el suave golpeteo de la lluvia contra los cristales y el trasteo de Henrik en la cocina, mientras ella se encontraba sentada en el sofá de la sala, con una mano descansando en su vientre.Hacía unos días que había entrado en el sexto mes de embarazo y todo iba la mar de bien, a pesar de que cada día era una batalla constante entre la esperanza y el miedo. La vida que crecía en su interior era su motor, todo lo que hacía que cada mañana se obligara a levantarse de la cama, pero así también su más grande preocupación.Sin embargo, a pesar de las dificultades, se obligaba a pensar en positivo, aunque esa tarde, no podía evitar pensar en Lukas y en la certeza de que su boda con Ingrid estaba llevándose a cabo. Por ello, agradecía que Henrik hubiera inventado un viaje de emergencia, para poder quedarse con ella. Si bien era una mujer fuerte, estar en compañía la ayudaba a centrars
La sala de cirugía parecía un campo de batalla. Los monitores emitían pitidos agudos, constantes, como si fueran una cuenta regresiva hacia un final inevitable. El aire estaba cargado de adrenalina, tensión y miedo. Bajo las luces blancas, Katrine yacía inconsciente, con el rostro completamente pálido, mientras el cirujano, con la mandíbula tensa, trabajaba con una precisión febril, con el sudor le resbalándole por las sienes. —¡La presión sigue cayendo! —exclamó el anestesista, con voz firme, y las palabras parecieron perforar el aire, obligando a todos a moverse aún más rápido. —Mantén constante el flujo de líquidos. No podemos perderla —ordenó el cirujano, clavando sus ojos en el vientre abierto de Katrine, procurando mantener una inquebrantable máscara de profesionalismo. El tiempo parecía haberse detenido. Todo giraba en torno a un instante decisivo. Finalmente, tras lo que se sintió como una eternidad, un débil gemido rasgó el aire. —¡Es un varón! —anunció una de las enfe
Luego del alta…El reloj de Katrine marcaba las cuatro de la madrugada, aunque para ella el tiempo había dejado de existir. El mundo había perdido sentido para ella desde el día en que perdió a su hijo. Su habitación, antes cálida, ahora parecía un improvisado mausoleo. Las cortinas permanecían cerradas, día y noche. El aire era pesado y estancado. Sobre la mesita de noche, una urna pequeña guardaba las cenizas de su hijo.En ese momento, Katrine se encontraba tumbada en la cama, mirando el techo con los ojos anegados en lágrimas. Su cabello, antes brillante y cuidado, ahora yacía opaco y deslucido sobre la almohada. No había comido prácticamente nada en las últimas semanas, y apenas bebía un poco de agua. Su cuerpo estaba frágil, pero no le importaba. El dolor se había instalado en su pecho como un huésped que no se iría jamás.Henrik se adentró en la habitación, en silencio, sosteniendo una bandeja con un tazón de sopa y un trozo de pan, y al encontrar a Katrine en la misma posición
El salón se encontraba sumido en un silencio tenso, y la cálida luz de la primavera, que se filtraba por los altos ventanales de la mansión, apenas podía suavizar la rigidez de ese momento. Katrine se encontraba sentada en el sofá, con las manos entrelazadas sobre su regazo, mientras evitaba los ojos de Sofie. Esta, que había escuchado todo lo sucedido en los últimos meses, se había acercado cada vez más a su amiga, hasta quedar de rodillas frente a ella, estudiando cada línea del rostro de Katrine, con una mezcla de desconcierto y angustia.—Nena, por favor… —murmuró Sofie, con la voz quebrada, cuando Katrine terminó de hablar. Le tomó las manos y las apretó ligeramente—. Dime que no es cierto.Katrine tragó saliva mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, antes de alzar la vista con lentitud, encontrándose con los ojos vidriosos de su amiga y sintiendo cómo el poco control que había logrado mantener se derrumbaba por completo.—Lo es, Sofie. Lamentablemente, lo es —res
Un momento después, Katrine abrió los ojos con lentitud, sintiendo su cuerpo completamente pesado, casi como si hubiera sido atropellada. El dolor punzante en su cabeza era tan agudo que incluso la tenue luz de la habitación le resultaba insoportable. Al intentar moverse, sintió cómo su estómago se revolvía, justo antes de que una punzada le arrancara un gemido.Instintivamente, se llevó una mano al estómago y otra a la frente, donde descansaba un paño húmedo que se sentía como una caricia en medio del caos. Poco a poco, sus ojos se acostumbraron al entorno, hasta que finalmente reconoció dónde estaba: era su antigua habitación, la misma que había ocupado durante su tiempo en la villa Lund. De inmediato, la nostalgia y el dolor se apoderaron de su pecho, una vez más, haciendo que se le formara un nudo en la garganta.—Nena, ¿cómo te sientes? —preguntó Sofie, cuya presencia había pasado desapercibida. Se inclinó ligeramente hacia ella, con una expresión de pura preocupación, aunque sus
Katrine sintió cómo el calor la envolvía, una tormenta de emociones despertada por Lukas: nostalgia, dolor, rabia… y algo más profundo e incontrolable.Aquel beso era una tormenta, un caos de emociones desbordadas. Pero Katrine reaccionó antes de perder el control. Lo apartó con ambas manos y retrocedió, intentando recuperar el aliento.—No tenías derecho a hacer esto… —dijo, intentando sonar firme, pero su voz tembló—. No después de todo lo que pasó.—¿De verdad crees que fue fácil seguir adelante después de que te marchaste? —dijo, su voz cargada de una emoción hiriente—. ¿Crees que no he pensado en ti cada maldito día?Katrine retrocedió, el aire a su alrededor se volvía denso, sofocante. La presencia de Lukas la envolvía como un peso abrumador. La presencia de Lukas era abrumadora. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Lukas la interrumpió, su mirada fija perforándola:—¿Acaso nunca me dirás por qué te marchaste? ¿Por qué te alejaste sin darme una explicación?Katrine abri
El silencio reinante en la sala de servidores era sepulcral, tan opresivo que parecía absorber el aire. Solo el incesante tecleo de Lukas y Katrine rompía esa calma artificial, mientras luchaban contra el tiempo para descubrir al intruso en el sistema. Los pitidos de alerta se intensificaban con cada segundo que pasaba, como un eco de la urgencia que los consumía. Tenían que detener aquello antes de que fuera demasiado tarde.—Esto no tiene ni el más mínimo sentido —murmuró Katrine entre dientes, mientras examinaba las rutas de acceso en la pantalla.—¿Qué cosa? —preguntó Lukas, girándose hacia ella con el ceño fruncido, sus dedos aún suspendidos sobre el teclado.Katrine suspiró y se refregó los ojos. Se sentía tan cansada…, pero a la vez, después de meses de no trabajar en aquello que tanto amaba, no podía dejar de hacerlo. Ya no se trataba solo de ayudar a Mathias. Esto era personal. Tenía que demostrarse a sí misma que aún podía hacerlo, que aún era la mejor en lo que hacía.—Está