Sofie inspiró profundo e intentó escabullirse por entre las mesas y perderse de vista entre la multitud. Sin embargo, Erik se adelantó con una sorprendente rapidez para alguien bajo los efectos del alcohol, y, sin mediar palabra, la tomó del brazo y la obligó a voltearse, acercándose tanto que el acre hedor del alcohol mezclado con su loción barata le revolvió el estómago. Los ojos de Sofie, abiertos de par en par, reflejaban el asombro: Erik, su exprometido, se encontraba allí, frente a ella, en su primer día de trabajo.—Espera un momento… —balbuceó él, enfocando su mirada vidriosa en su rostro, sin soltarla—. ¡Te pareces tanto a…! —dijo, titubeante, mientras su expresión oscilaba entre la confusión y la duda. Cerró los ojos y la señaló con el dedo, tambaleándose—. Me recuerdas tanto a esa maldita… S-Sofie. Esa ingrata…El corazón de Sofie latía con fuerza; temiendo que, a pesar del maquillaje y del atuendo, él pudiera reconocerla y armara un escándalo. Sin embargo, los ojos de Erik
Sofie salió corriendo hacia la puerta del club, mientras Freja la seguía.—Eylin, espera, ¡no salgas! —intentó detenerla Freja, pero Sofie ya estaba fuera, enfrentándose a la fría noche.Al llegar a la acera, se encontró con una caótica escena: dos hombres enzarzados en una brutal pelea, bajo el tenue brillo de las farolas. Los golpes secos se mezclaban con los jadeos ahogados y los gruñidos. Sofie apenas logró enfocar la escena cuando sintió una mezcla de rabia y pánico, al reconocer a uno de los hombres, Ole, el esposo de su mejor amiga. Mientras el otro, un muchacho de no más de veinticinco años, tenía el rostro cubierto de sangre y barro, con el ceño fruncido, con los ojos llenos de rabia.—No eres quién para decirme qué hacer —gritó el muchacho, intentando limpiarse la sangre con la manga de su chaqueta.Pero Ole no dejaba de lanzar un golpe tras otro, cada uno con más fuerza que el anterior y que asestaba sin problemas a pesar de su estado de ebriedad. No obstante, el otro tampo
Sofie sintió cómo su corazón comenzaba a latir con más fuerza. El tiempo se había congelado por completo, mientras Mathias la observaba con una escalofriante intensidad. Sintiendo la garganta reseca, tragó saliva, y buscó a Freja con la mirada. Para su fortuna, la mujer ya se había adentrado en el club, lo que le permitía no tener que dar nuevas explicaciones.Mientras pensaba en esto, Mathias comenzó a avanzar hacia ella, con los ojos entrecerrados y una expresión que mezclaba sorpresa y algo que rozaba la incredulidad.Sofie lo miró, y vio un destello de dolor en sus ojos azules.—¿Sofie? —volvió a decir, esta vez en un murmullo, como si decir su nombre pudiera detonar una bomba.Sofie inspiró profundamente, y, con un grandísimo esfuerzo, se obligó a adoptar una expresión desconcierto, fingiendo no reconocerlo.—Lo siento, señor —dijo con un tono bajo y vacilante, aunque mantenía la compostura. No podía delatarse—. Creo que me está confundiendo.Sin decir nada, Mathias continuó obse
Después de una larga noche, Mathias y Lukas finalmente fueron liberados de la comisaría y ambos llegaron a la mansión. Afuera, la madrugada era implacable, y la mansión, envuelta en un gran silencio. Anna, el ama de llaves, quien se había quedado con los niños, probablemente estaría dormida, confiada en que los pequeños no despertarían hasta la mañana siguiente.Lukas, con el labio partido y una ceja abierta, se dejó caer en el sofá de cuero negro de la sala, soltando un profundo suspiro que mezclaba irritación y agotamiento. Mathias lo observó con el ceño fruncido y se paró frente a él, cruzándose de brazos.—Lukas, ¿en qué rayos estabas pensando? —exigió saber, rompiendo el silencio, con una voz que denotaba la falta de sueño—. ¿En serio te pareció que era buena idea meterte en una pelea en un club? ¿Sabes lo que pensarán los niños cuando te vean en ese estado deplorable?Lukas alzó la cabeza y esbozó una sonrisa cargada de sarcasmo, mientras se tocaba con cuidado la zona magullada
Dos días después del incidente en el club, la rutina en la mansión parecía haber vuelto a la normalidad que se había instalado desde que la llegada de los niños a la vida de Mathias.Mathias, sentado en la sala, repasaba al detalle una serie de documentos, mientras esperaba a Lukas, quien se encontraba encerrado en su despacho.Irritado, dado que los niños estaban a punto de bajar a desayunar, listos para su primer día de clases, Mathias dejó los papeles a un lado, y se encaminó a la improvisada oficina de su hermano.Al abrir la puerta, tal y como se temía, se encontró con Lukas frente a su estación de trabajo con los cinco monitores que le había conseguido, parpadeando a su alrededor. Lukas tecleaba frenéticamente, con el ceño fruncido, el cual, por momentos, era sustituido por una intrigante sonrisa.Suspirando, Mathias se acercó a su hermano menor, y, con tono firme, dijo:—Lukas, ¿en qué momento piensas salir de aquí? Te recuerdo que este no es tu único trabajo. Necesito hablar c
—¿Qué pasa, nena? ¿Todo bien? —preguntó Katrine, intrigada, al ver la incomodidad en el rostro de Sofie.—No lo sé. Fue raro. Era un correo electrónico sin ningún asunto y cuando lo abrí… no cargó nada. Solo se puso la pantalla en blanco, antes de volver a la normalidad, pero el correo desapareció —respondió, aún más desconcertada.Inmediatamente, Katrine frunció el ceño y extendió una mano hacia su amiga.—Dame el teléfono —repuso, con una urgencia que sorprendió a Sofie.Sofie la miró, sorprendida, pero, al ver la expresión de su amiga, le entregó el móvil sin dudarlo.—Pero ¿qué sucede? ¿Qué piensas hacer? —preguntó Sofie, con el ceño fruncido.Sin embargo, Katrine no respondió de inmediato, sino que, en cambio, comenzó a manipular el dispositivo con rapidez. Sus dedos volaban por la pantalla mientras su ceño se fruncía cada vez más.—Esto no es nada normal. Creo que acaban de infectar el móvil con un virus —explicó, con un tono sombrío.Sofie parpadeó, completamente en shock.—¿Un
En el estudio que Mathias había improvisado para él en la mansión, Lukas permanecía inclinado sobre la estación de trabajo, con sus cinco monitores titilando a un ritmo frenético, mientras los auriculares captaban las primeras voces.Durante los últimos dos días había trabajado arduamente, para asegurar que el virus se instalara rápidamente y sin dejar rastros visibles. Finalmente, había conseguido lo que quería: oír las conversaciones cerca del dispositivo infectado, y, con una enorme sonrisa, se apresuró a subir el volumen de los auriculares, al máximo.—¿Qué pasa, nena? —preguntó una voz femenina, a la que automáticamente él catalogó como «Voz A»—. ¿Todo bien?Satisfecho, Lukas se recostó en su silla, con los brazos detrás de la cabeza y los pies sobre la esquina del escritorio, sin poder ocultar una sonrisa. Esas dos mujeres habían caído en su trampa.—No lo sé. Fue raro —respondió la Voz B, con cierto desconcierto—. Era un correo electrónico sin ningún asunto y, cuando lo abrí… s
Mathias llegó a la mansión con paso firme, seguido por las voces y risas de los niños que venían charlando y jugando detrás de él. Sin embargo, cualquier asomo de alegría se desvanecía al ver el rostro de Mathias al saber que había tenido que cumplir con algo que su hermano le había prometido hacer.En cuanto la puerta de la mansión se cerró detrás de él, Mathias se volvió hacia Anna, el ama de llaves y le pidió les preparara algo para merendar.Anna, percibiendo el mal humor de su jefe, asintió rápidamente, antes de guiar a los niños a la cocina.Tras asegurarse de que los niños estaban en buenas manos, furioso, Mathias se encaminó en dirección al improvisado despacho de Lukas, consciente de que debía encontrarse allí. Al llegar, sin molestarse en llamar, empujó la puerta con tanta fuerza que esta golpeó contra la pared, haciendo que Lukas diera un respingo en su silla, alarmado.—¡Math! ¡Casi me das un infarto, hermano! ¿Qué diablos…? —repuso Lukas, sorprendido.—¿Infarto? Infarto e