Episodio 78

Era hora de destrozar al jodido Miguel, y cuando el enojo comenzó a cegarlo, supo que era demasiado tarde.

— Vas m— muy rápido, Leo — apenas logró murmurar el menor. Pero Leo hizo oídos sordos, porque él estaba concentrado en otras cosas.

Y lo siguió estando cuando pasó un semáforo.

Y no notó que otro auto venía en dirección opuesta.

Y sólo sintió el tremendo impacto, seguido del estridente grito que su precioso dulce dejó salir.

Leonidas abrió los ojos de manera exaltada.

De inmediato, el frío cargante que se acumulaba en la habitación comenzó a entumecerle los músculos. Su mirada divagó nerviosa por todo el alrededor, tragando la poca saliva que su garganta seca le permitió, y sintiendo el repiqueteo constante que ocasionaba su corazón contra las paredes internas de su pecho.

Rápidamente, supo que se encontraba bajo la blanquecina y desesperante luz de una habitación de hospital.

Percibiendo como terriblemente aumentaban sus latidos, Leo sintió sus ojos arder. Memorias estrel
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