54 Tretas femeninas

Cuando Connor abrió los ojos, los sentía pesados, como si estuvieran hechos de plomo sólido. Entreabrió la mirada haciendo esfuerzos sobrehumanos para mantener los párpados en su lugar mientras intentaba moverse.

Los brazos y las piernas parecían tan rígidas, que hubiera pensado que tenía serios problemas de movilidad en las articulaciones, pero solo era la acción de los residuos del efecto de la droga en su sangre.

Cuando levantó la cabeza, el dolor lo golpeó con fuerza, obligándolo a ponerla de regreso sobre la almohada.

— ¡Ah! — se quejó llevándose una mano a la frente, anunciando, sin querer, a la pelirroja exuberante que dormía a su lado que ya estaba despierto.

— ¿Connor? Cariño, ¿Ya despertaste? — el hombre sintió como si le hubieran vaciado un balde de agua helada encima y abrió l

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