Para mi mala suerte, su voz reflejaba lo enfurecido que estaba. Me giro y lo veo en el marco de la puerta, totalmente serio.Solo esperaba que Darius hubiera presenciado toda la pelea y no solo la última parte.—Ella me golpeó, Darius. Te juro que yo no le hice nada —grita, levantándose del piso y corriendo hacia Darius.Aprieto mis puños de enojo. Catalina trataba de hacerse la víctima y dejarme a mí como la villana. Darius la abraza y la consuela; ahí fue donde supe que todo intento de explicarle lo que pasó sería en vano.—Darius, puedo explicarte qué pasó —digo, tratando de calmar mi enojo.—¿Cómo pudiste hacerle esto a Catalina? Por Dios, Trisha, ¡te has vuelto loca! —dice, enfurecido.—¡Resulta que ahora soy yo la mala de este cuento! ¡Por Dios, Darius!—Claro que lo eres. Siempre lo has sido. Te juro que todo este tiempo traté de llevarme bien con ella, pero no pude; siempre me trató así —Catalina llora y, vaya, que está haciendo su papel de víctima muy bien.—Eso es mentira, d
—Contigo quería hablar, Darius —dijo Abbey al entrar en mi despacho sin tocar, furiosa.—¿En qué diablos estabas pensando al jugar así con Trisha? ¡Eres un estúpido! Y no solo eso, sino que también la engañas con esa idiota de Dayana y la zorra de Catalina.—¿Te puedes calmar, Abbey? ¡Yo no engañé a Trisha! —exclamé, frustrado—. Por Dios, la amo. Nadie me deja explicar cómo sucedieron las cosas.Golpeé mi escritorio y me levanté de un salto.—Está bien. Explícame entonces cómo sucedieron las cosas, Darius —respondió, cruzándose de brazos frente a mí.Frustrado por toda la situación, caminé hacia el mini bar y me serví un vaso de whisky, tragándomelo de un solo golpe.—Trisha se casó conmigo por un contrato —solté de golpe, mientras Abbey me miraba como si estuviera loco.—¿De qué hablas, Darius? —hizo un gesto de confusión.—Como saben, Trisha era mi asistente. Cuando papá me habló de la absurda cláusula que dejó mi abuelo para cobrar la herencia, no sabía qué hacer. Sabía que no quer
Cuelgo la llamada sin darle tiempo a que me responda. Me duele mentirle a ella y a Alanys, pero no quiero que nadie sepa dónde estoy, porque Darius podría enterarse y no quiero verlo. No sé si pueda perdonarlo.Busco mi maleta, la arrastro a mi lado y me dirijo hacia una de las dos habitaciones. Elijo la última. Al entrar, me doy cuenta de que es del mismo tamaño que la que tenía en mi antiguo departamento. Dejo mi maleta en una esquina y me siento en la cama.Siento una lágrima resbalar por mi mejilla; no sé en qué momento empecé a llorar. Me limpio las lágrimas, me levanto, agarro mi maleta y la pongo sobre la cama. La abro y empiezo a organizar mis cosas. Cuando acomodo mi ropa y los pocos zapatos que traje, me quedo mirando un libro que me encantaba leer.Al abrirlo, una foto cae al suelo. La levanto y, al darle la vuelta, veo la imagen que nos tomamos en nuestra luna de miel en la catedral de Milán. Era la foto que más me gustaba y la había guardado para recordarla siempre mient
El trabajo me estaba consumiendo, sentía que poco a poco me estaba volviendo loco. Han pasado más de seis años desde que Trisha se fue de mi vida, y desde entonces, nada ha sido lo mismo.Intenté encontrarla, pero cada esfuerzo fue en vano. Nunca logré saber dónde estaba. Tal vez ya había rehecho su vida con alguien más. Sin embargo, seguimos casados, al menos legalmente, porque nunca recibí una demanda de divorcio de su parte.Les conté todo a mis padres, y ellos me apoyaron. Abbey, al principio, se enfadó conmigo, pero después de escuchar mi historia, terminó por perdonarme. Estoy casi seguro de que tanto ella como Alanys saben dónde está Trisha, pero insisten en que no tienen idea. No les creo. Son sus mejores amigas, deben saber algo.Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.—Lamento interrumpir, señor Evans, pero tenemos la reunión con los nuevos inversionistas esta tarde, y ya es hora de partir hacia el aeropuerto —dijo mi secretaria, Rodríguez, asomándose por la
Leo se había marchado por una emergencia en una de sus empresas, prometiendo pasar por casa esa noche para hablar sobre lo sucedido. Lucy había salido a comprar algo de comer para los niños, y aunque ya estaban tardando, el solo pensar en la posibilidad de que se toparan con Darius me llenaba de temor.Salí de mi oficina y me dirigí al elevador. Al presionar el botón hacia la planta baja, el ascensor descendió lentamente, pero mi mente iba mucho más rápido. Apenas las puertas se abrieron, escuché las voces inconfundibles de mis hijos llamándome.—¡Mami!Corrían hacia mí con sus caritas llenas de alegría, y aunque los abracé sonriendo, mi sonrisa desapareció en cuanto alcé la mirada. Allí estaba él: Darius, parado junto a Lucy, completamente en shock.Todo en mi interior se detuvo. No podía moverme. Sentí que mi cuerpo se debilitaba, y la oscuridad me envolvió.Un fuerte olor a alcohol me devolvió a la realidad. Abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fueron las caritas preocupada
Darius seguía provocando en mí las mismas sensaciones que hace cinco años. Mi corazón amenazaba con salirse de su lugar, y sentía miles de mariposas en el estómago, igual que el día anterior cuando, en mi oficina, me dijo que me amaba.Jamás me había dicho que me amaba, y escuchar esas palabras de su boca me emocionaba, pero mi mente no dejaba de recordarme el engaño de Darius. Tenía que poner mi dignidad por encima de lo que me dictaba el corazón; él había jugado conmigo sin importarle mis sentimientos, y no dejaría que con unas palabras bonitas volviera a entrar en mi vida.Todo era tan confuso que me sentía abrumada. No sabía cómo decirles a mis pequeños que el hombre con el que chocaron ayer en la recepción del edificio era su padre. Tenía miedo de cómo iban a reaccionar; todo me aterraba, pero sabía que había llegado el momento de que conocieran a su padre.—Estás tan sumergida en tus pensamientos que ni siquiera escuchaste cuando toqué y entré —dijo Leo, apoyado en el marco de
"Nunca es tarde para recuperar el tiempo perdido."Nos separamos por falta de aire. Junto mi frente a la de Darius, intentando controlar nuestra respiración agitada. Volver a besar al hombre que amo me da esa sensación de sentirme viva por dentro, esa sensación que había perdido hace tiempo al dejarlo atrás. Ahora tengo en mis manos la decisión de seguir como estamos o perdonarlo y darnos una oportunidad.—Extrañaba tanto tus labios —me susurra—. No sabes cuánta falta me has hecho.Me atrae más hacia su cuerpo y no pongo resistencia.—Todas las noches de mi vida me hiciste falta. No sabes lo horrible que era acostarme y no tenerte a mi lado, despertar y ver que no estabas aquí, o encontrarte en la cocina preparando el desayuno, moviendo las caderas como te encantaba. La falta que me hacías era inmensa, Trish. Me enamoré de ti como un loco y cuando finalmente lo entendí, no te tenía a mi lado para decírtelo, nena.Sus palabras hacen que mi corazón lata a mil. Al igual que él, yo tambié
Faltaban pocos minutos para las cuatro cuando terminé de dejar todo listo para la reunión del lunes. Salí de mi oficina, caminando con paso decidido hacia el ascensor. Una vez dentro, presioné el botón para el piso de presidencia.Al llegar, las puertas se abrieron y me encontré con la secretaria de Darius, sumergida en su computadora. Al escuchar el eco de mis tacones, levantó la vista y se levantó rápidamente, sonriéndome nerviosa.—Señora Evans —dijo con una pizca de inquietud.—Nada de "señora Evans" —respondí con una sonrisa amable—. Llámame Trish, odio que me llamen señora.—Pero... al señor Evans no le gustará que lo haga —contestó, bajando la mirada con timidez.—No te preocupes, yo me encargo de Darius —le guiñé un ojo—. ¿Podrías avisarle que estoy aquí?—El señor pidió que, cuando llegara, pasara directamente, señorita Trish —corrigió rápidamente, ahora más relajada.Le agradecí y me dirigí hacia la oficina de Darius. Abrí la puerta con cuidado y lo vi, concentrado en sus pa