“… Mi cama no merece tu cuerpo. Virgen como el Amazonas. Mucho para un lobo cazador. Pero ideal para el amor” … Ricardo Arjona.
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Joaquín la tomó de la nuca y su lengua se introdujo una y otra vez en la boca de su chica, sus manos se deslizaron por la piel desnuda de los brazos de ella, y sus dedos jugaron con el encaje de lentejuelas de su brasier, entonces sus fuertes manos se posaron en los glúteos de Paz y con la chica encima se levantó del sofá.
María Paz se aferró con sus piernas al cuerpo de Joaquín, su ser se erizó porque sabía que el momento por el cual había esperado, por fin llegó.
Sin dejar de besarla él la llevó a la alcoba, el joven sonrió y se sorprendi&
“…También es mi primera vez. Siente como tiemblo, ya ves. Tuve sexo mil veces, pero nunca hice el amor” … Ricardo Arjona. **** María Paz cerró sus ojos y accedió a lo que él solicitó, lo besó demostrando en aquella caricia todo lo que sentía por él. De nuevo las manos de Joaquín la recorrieron, y la boca del joven se posó en uno de sus senos. Jadeos y gemidos por parte de ella no se hicieron esperar. Los dedos de Paz se enredaron en los rizos castaños del chico, y de nuevo sus bocas se fundieron en un apasionado beso. Llamaradas de placer los abordaron, y entonces la joven sintió el endurecido miembro de su chico rozando su entrada. María Paz inhaló profundo, cerró sus ojos, sus piernas temblaron, su vientre se contrajo.
María Paz sostenía en sus manos una copa con Pinot Grigio, que minutos antes Joaquín sirvió. Elevó su rostro y miró a su novio, suspiró profundo al verlo acercarse a ella. El joven Duque no pudo evitar recorrerla con sus ojos: Ella estaba sentada sobre la alfombra que habían dispuesto en la sala. Su espalda se recargaba en el sillón. Llevaba una camisa blanca de él. No se había cerrado algunos botones y podía apreciar a través de la tela sus erguidos y voluptuosos senos, además que podía deleitarse de sus largas y esbeltas piernas, que reposaban sobre unos cojines, las mismas que minutos antes lo abrazaron para fundirse en uno solo. Fue inevitable que otra vez el cuerpo del joven no reaccionara, pero es que era imposible no sucumbir ante los encantos de la joven. María Paz dibujó en sus labios su amplia sonrisa y también recorrió con su vista el fornido y esbelto cuerpo de su chico. Él se había colocado su pantalón de dorm
—Quiero que sepas, que para mí el haber hecho el amor contigo fue la mejor experiencia de mi vida, no imaginé que iba a ser tan bonito, tengo que confesarte que tenía miedo... Joaquín le acarició el rostro, besó los labios de ella. —¿Temor de mí? — inquirió con preocupación. —De ti no, pero sí de no estar a la altura de la situación —pronunció con vergüenza María Paz. —Jamás pensés eso, me diste el mejor regalo de cumpleaños que puede recibir un hombre, lo que vos me obsequiaste para mí ha sido el acto de amor más sublime —comentó con el corazón henchido de felicidad—. Si por alguna circunstancia de la vida lo nuestro se acaba, recuerda siempre que, en cada beso, en cada caricia que te brindé, en cada palabra que pronuncié, en cada momento de intimidad te di mi vida. María Paz lo observó con un destello de luz en la mirada. —Nunca te olvidaré —exp
Joaquín deslizó su espalda sobre la madera del portón de su apartamento. El joven se sentó en el piso y abrazó sus piernas. La mirada llena de decepción de María Paz golpeaba su alma.—Soy un cobarde —monologó—. Ni siquiera tengo el valor para confesarle lo que hice —espetó con la garganta seca y el pecho adolorido, entonces su azulada mirada se enfocó en el bar, y en las botellas de licor que ahí habían permanecido intocables desde que era novio de Paz, sin embargo, consideró que esa noche necesitaba un trago—. Uno solo —se dijo así mismo.Se puso de pie y caminó hacia un rincón de su apartamento tomó una botella de whisky y vertió el contenido en una copa, con las manos temblorosas y la visión nublada por los recuerdos del pasado miró el amarillento licor
El labio inferior de María Paz tembló, inhaló profundo intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos, no expresó nada, entonces Matt ayudó al joven a acomodarse en su auto. —No es necesario que me acompañes, solo lo dije para que Santiago se quedara tranquilo —mencionó Paz—, ve a clases y no te dejes ver de mi hermano, yo me hago cargo de Joaquín. —¿Estarás bien? —investigó Matt al mirar los cristalinos ojos de su amiga. —Creo que sí —respondió e inhaló profundo—. Si algo malo sucede, te llamaré. —Estaré atento —comentó Matt y besó la mejilla de Paz. Joaquín no observó esa escena porque se estaba quedando dormido. Enseguida Paz encendió el auto y él balbuceando habló: —Te amo, mi reina. Esa frase estremeció por completo a la joven, sus orbes se llenaron de lágrimas, inhaló y exhaló un par de veces intentando recomponerse. ****Instantes después uno de los guardias del edificio ayudó a la joven a subir a Joaquín al apartamento. Cuando la chica abrió la pue
El auto de María Paz se deslizaba sobre la calzada de la elegante urbanización donde ella residía, antes de arribar a la mansión Vidal, la joven advirtió a sus vecinos (padrinos) llegando a casa.El agente García y su esposa agitaron sus manos para saludar a la chica. Ella sonrió y aparcó su vehículo, bajó de él, y se aproximó a ellos.A su madrina la abrazó con cariño. La mujer notó los enrojecidos e hinchados ojos de Paz, y también miró como a su esposo lo saludó con recelo, como si estuviera molesta con él.—Venimos de la casa de tus papás —mencionó la señora García—, tu mamá preparó el pastel de chocolate que tanto le encanta a mi esposo. —Miró a Fernando y lo tomó del brazo.&
La respiración de Joaquín se agitó. Observó paralizado como la muy descarada giró su silla y se levantó la corta falda de su vestido, y abrió sus piernas, mostrándole obscena su bien depilado sexo. Enseguida el miembro del joven se endureció, y más cuando las manos de María Paz empezaron a recorrer sus muslos y uno de sus dedos llegó a su centro. Los labios del joven Duque se abrieron en una gran O, jadeó al verla dándose placer, sus pupilas se dilataron, y entonces él se abrió la bragueta del pantalón, y también sus manos empezaron a brindarse satisfacción, además que los gemidos de su chica lo excitaban cada vez más. María Paz mordió sus labios y todo su ser se erizó. Sintió como si miles de hormigas le recorrieran la piel, miró la gran erección de su chico y su vientre se estremeció, pero no podía perder el juego, entonces con la mano que tenía libre subió a uno de sus senos y empezó a masajearlo. Jo
Joaquín se quedó estático. Intentó ir tras de Paz, pero el miedo lo paralizó por completo. Ella se fue de forma fugaz como lo hizo su madre, y ambas las había perdido, entonces sintió como si una espina le atravesara el corazón y lo desangrara, la vida sin María Paz carecía de sentido para él.Pudo escuchar el fuerte tamborileo de su entristecido corazón, entonces buscó en sus bolsillos las llaves de su auto para correr tras de ella, necesitaba explicarle, o por lo menos hacer el intento, de pronto recordó que el causante de todo aún estaba en su apartamento. Resopló y presionó los puños con fuerza, entonces caminó a zancadas hacia su vivienda.Carlos lo observó sonriente, la mirada le brillaba tal como cuando eran niños y salía victorioso en algún juego.&nb