Joaquín se quedó estático. Intentó ir tras de Paz, pero el miedo lo paralizó por completo. Ella se fue de forma fugaz como lo hizo su madre, y ambas las había perdido, entonces sintió como si una espina le atravesara el corazón y lo desangrara, la vida sin María Paz carecía de sentido para él.
Pudo escuchar el fuerte tamborileo de su entristecido corazón, entonces buscó en sus bolsillos las llaves de su auto para correr tras de ella, necesitaba explicarle, o por lo menos hacer el intento, de pronto recordó que el causante de todo aún estaba en su apartamento. Resopló y presionó los puños con fuerza, entonces caminó a zancadas hacia su vivienda.
Carlos lo observó sonriente, la mirada le brillaba tal como cuando eran niños y salía victorioso en algún juego.&nb
Una hora después. María Paz estacionó su vehículo frente al portón de su casa, no tenía valor de salir de él. Limpió su rostro con un pañuelo, retocó su maquillaje, no deseaba que sus padres se dieran cuenta de que había llorado. Suspiró profundo y bajó del vehículo, entró a su casa y cuando subía por las escaleras se encontró con su madre en el pasillo. —¿Hija qué tienes? —preguntó Diana al notar el semblante descompuesto de Paz. La chica se recargó en una columna, y empezó a sollozar sin poder evitarlo. —Mamá abrázame por favor —suplicó la joven. Diana la estrechó con fuerza, le acariciaba la espalda para que se tranquilizara, por suerte ese día Rodrigo el padre de María Paz, no estaba en la casa. —Vamos a tu habitación —recomendó la señora.
Días después.«200 copas by Karol G» retumbaba en las bocinas del yate que Joaquín había alquilado y organizado una grandiosa fiesta.Mujeres, licor, y varios amigos de él, disfrutaban la gran velada. Santiago Vidal era uno de ellos. El joven pensaba que estando con otras chicas y bebiendo sin medida podía sacarse de su alma y de su mente a Alba, pero la tarea era imposible, y mientras él creía que ella andaba por la vida disfrutando, la chica apenas terminó con él, abandonó la casa que vivía con su tía. Sola y embarazada intentaba ganarse la vida en lo que podía.Entre tanto Joaquín recargado en la baranda del yate observaba a sus amigos divirtiéndose. Varias chicas contoneaban sus caderas con sensuales movimientos intentando captar su atención, sin embargo, la mente de él
Esas palabras retumbaron en la cabeza de Santiago quien como una fiera saltó en contra de su amigo. Lo agarró del cuello y estuvo a punto de propinarle un golpe, cuando a su mente se vinieron los recuerdos de haberlo visto llorando y sufriendo por una mujer, entonces Santiago lo soltó, y en ese preciso momento apareció María Paz.—¿Qué haces? —cuestionó a su hermano.—¡Golpéame Santiago! —exclamó Joaquín—, me lo merezco...—Aquí nadie va a golpear a ninguna persona —advirtió María Paz. —¿Por qué están discutiendo? —investigó.—¿Qué pasó entre ustedes? —inquirió Santiago muy enojado con su hermana.—Lo que haya sucedido entre él y yo es pro
Varias noches después.María Paz cogió de la cama el jean azul y se lo colocó, enseguida se sentó en el lecho y se calzó unas botas cafés, luego sé abrochó la blusa de seda blanca arregló su cabello, y cuando escuchó que su amigo Matt llegó cogió su bolso y su chaqueta que eran del mismo tono que los zapatos.—Hola Matt —saludó al joven.—Buenas noches, belleza... veo que estás decidida a reconquistar al divino de tu novio —comentó mirándola de pies a cabeza—. Te queda de maravilla el azul —mencionó—, y el diseño de la blusa, muy chic.María Paz sonrió y luego golpeó con el puño el brazo de su amigo.—¡Estás loco! —contestó&m
Las palabras de Paz se clavaron como dagas en el corazón del joven, el rostro de Joaquín se hallaba lleno de lágrimas, lo limpiaba a cada instante con la mano.—Dame otra oportunidad por favor… Vos me prometiste que no me ibas a dejar, ese es mi miedo... perderte.—No me has perdido —confesó ella—. Yo voy a esperar por ti, quiero que cures tus heridas, que venzas tus temores, que aprendas a confiar en mí y que arregles tu estado civil, entonces ahí búscame yo te voy a estar esperando.El corazón del joven se estremeció, se acercó a Paz y fue limpiando con sus pulgares las lágrimas que rodaban por sus mejillas.—¡No! —suplicó él con la voz entrecortada—. Vos sos tan bella, tan especial, tan diferente a las demás, que vas a encontrar
Joaquín volvió a tomar el papel en sus manos y procedió a leer la carta que le dejó María Paz.Mi amado Duquecito.Desde que tengo uso de razón soñé con encontrarte, siempre anhelé casarme con un Duque, te convertiste en mi sueño dorado, y no voy a permitir que eso se desvanezca en el aire.No es una despedida, es un hasta luego... Recuérdame en las mañanas y siente aún el calor de nuestros cuerpos enredados en las sábanas.No olvides lo mucho que te amo, y puedes estar seguro de que nadie te amará como yo.Te tuve toda la paciencia del mundo, intenté comprenderte y tratar de entender tus miedos y traumas, pero tú necesitas luchar desde adentro, liberarte.
Anochecía en la gran ciudad, cuando María Paz, para olvidar sus penas decidió salir con su mejor amigo Matt, a un bar. — ¿Otra vez a bar de los colombianos? —preguntó a su amiga. —No, no me quiero encontrar con Joaquín. —¿Terminaron? —Mientras él no arregle su estado civil no podemos estar juntos. —Anoche te fuiste con él —comentó Matt con una gran sonrisa. —Fue la despedida —contestó María Paz, mientras su amigo conducía a un bar no muy conocido de la ciudad. Ambos querían perderse del bullicio de la gran urbe. Llegaron a un lugar era muy elegante, con mesas alrededor, una pista de baile, karaoke, con decoración moderna. Les asignaron una mesa y el mesero les tomó la orden. —Dos cervezas por favor —pidió Matt. —No, mejor traiga una botella d
Aquella noche sombría y fría María Paz, reposaba en su cama, el reproductor de música sonaba «Contigo en la distancia by Christina Aguilera»«Es que te has convertido en parte de mi alma ya nada me consuela, si no estás tú también»Las lágrimas recorrían el rostro de la joven, que sentía en ese momento un gran vacío en su alma.Su madre ingresó a la habitación, entonces María Paz limpió su rostro, pero no podía disimular su pena ante la mujer que le dio la vida.—Ya no llores hija… lo que tu padre hizo fue por el bien de tu hermano y de Joaquín.La joven gimoteó sin poder evitarlo.—Lo sé mamá… sin embargo, me duele, no sé cuánto