María Paz sostenía en sus manos una copa con Pinot Grigio, que minutos antes Joaquín sirvió. Elevó su rostro y miró a su novio, suspiró profundo al verlo acercarse a ella.
El joven Duque no pudo evitar recorrerla con sus ojos: Ella estaba sentada sobre la alfombra que habían dispuesto en la sala. Su espalda se recargaba en el sillón. Llevaba una camisa blanca de él. No se había cerrado algunos botones y podía apreciar a través de la tela sus erguidos y voluptuosos senos, además que podía deleitarse de sus largas y esbeltas piernas, que reposaban sobre unos cojines, las mismas que minutos antes lo abrazaron para fundirse en uno solo. Fue inevitable que otra vez el cuerpo del joven no reaccionara, pero es que era imposible no sucumbir ante los encantos de la joven.
María Paz dibujó en sus labios su amplia sonrisa y también recorrió con su vista el fornido y esbelto cuerpo de su chico. Él se había colocado su pantalón de dorm
Queridos lectores les dejo un nuevo capítulo. Recuerden que las actualizaciones son pasando un día, por otro lado no olviden dejar sus comentarios, de preferencia en las reseñas, para yo responder, así sé que leen. Gracias.
—Quiero que sepas, que para mí el haber hecho el amor contigo fue la mejor experiencia de mi vida, no imaginé que iba a ser tan bonito, tengo que confesarte que tenía miedo... Joaquín le acarició el rostro, besó los labios de ella. —¿Temor de mí? — inquirió con preocupación. —De ti no, pero sí de no estar a la altura de la situación —pronunció con vergüenza María Paz. —Jamás pensés eso, me diste el mejor regalo de cumpleaños que puede recibir un hombre, lo que vos me obsequiaste para mí ha sido el acto de amor más sublime —comentó con el corazón henchido de felicidad—. Si por alguna circunstancia de la vida lo nuestro se acaba, recuerda siempre que, en cada beso, en cada caricia que te brindé, en cada palabra que pronuncié, en cada momento de intimidad te di mi vida. María Paz lo observó con un destello de luz en la mirada. —Nunca te olvidaré —exp
Joaquín deslizó su espalda sobre la madera del portón de su apartamento. El joven se sentó en el piso y abrazó sus piernas. La mirada llena de decepción de María Paz golpeaba su alma.—Soy un cobarde —monologó—. Ni siquiera tengo el valor para confesarle lo que hice —espetó con la garganta seca y el pecho adolorido, entonces su azulada mirada se enfocó en el bar, y en las botellas de licor que ahí habían permanecido intocables desde que era novio de Paz, sin embargo, consideró que esa noche necesitaba un trago—. Uno solo —se dijo así mismo.Se puso de pie y caminó hacia un rincón de su apartamento tomó una botella de whisky y vertió el contenido en una copa, con las manos temblorosas y la visión nublada por los recuerdos del pasado miró el amarillento licor
El labio inferior de María Paz tembló, inhaló profundo intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos, no expresó nada, entonces Matt ayudó al joven a acomodarse en su auto. —No es necesario que me acompañes, solo lo dije para que Santiago se quedara tranquilo —mencionó Paz—, ve a clases y no te dejes ver de mi hermano, yo me hago cargo de Joaquín. —¿Estarás bien? —investigó Matt al mirar los cristalinos ojos de su amiga. —Creo que sí —respondió e inhaló profundo—. Si algo malo sucede, te llamaré. —Estaré atento —comentó Matt y besó la mejilla de Paz. Joaquín no observó esa escena porque se estaba quedando dormido. Enseguida Paz encendió el auto y él balbuceando habló: —Te amo, mi reina. Esa frase estremeció por completo a la joven, sus orbes se llenaron de lágrimas, inhaló y exhaló un par de veces intentando recomponerse. ****Instantes después uno de los guardias del edificio ayudó a la joven a subir a Joaquín al apartamento. Cuando la chica abrió la pue
El auto de María Paz se deslizaba sobre la calzada de la elegante urbanización donde ella residía, antes de arribar a la mansión Vidal, la joven advirtió a sus vecinos (padrinos) llegando a casa.El agente García y su esposa agitaron sus manos para saludar a la chica. Ella sonrió y aparcó su vehículo, bajó de él, y se aproximó a ellos.A su madrina la abrazó con cariño. La mujer notó los enrojecidos e hinchados ojos de Paz, y también miró como a su esposo lo saludó con recelo, como si estuviera molesta con él.—Venimos de la casa de tus papás —mencionó la señora García—, tu mamá preparó el pastel de chocolate que tanto le encanta a mi esposo. —Miró a Fernando y lo tomó del brazo.&
La respiración de Joaquín se agitó. Observó paralizado como la muy descarada giró su silla y se levantó la corta falda de su vestido, y abrió sus piernas, mostrándole obscena su bien depilado sexo. Enseguida el miembro del joven se endureció, y más cuando las manos de María Paz empezaron a recorrer sus muslos y uno de sus dedos llegó a su centro. Los labios del joven Duque se abrieron en una gran O, jadeó al verla dándose placer, sus pupilas se dilataron, y entonces él se abrió la bragueta del pantalón, y también sus manos empezaron a brindarse satisfacción, además que los gemidos de su chica lo excitaban cada vez más. María Paz mordió sus labios y todo su ser se erizó. Sintió como si miles de hormigas le recorrieran la piel, miró la gran erección de su chico y su vientre se estremeció, pero no podía perder el juego, entonces con la mano que tenía libre subió a uno de sus senos y empezó a masajearlo. Jo
Joaquín se quedó estático. Intentó ir tras de Paz, pero el miedo lo paralizó por completo. Ella se fue de forma fugaz como lo hizo su madre, y ambas las había perdido, entonces sintió como si una espina le atravesara el corazón y lo desangrara, la vida sin María Paz carecía de sentido para él.Pudo escuchar el fuerte tamborileo de su entristecido corazón, entonces buscó en sus bolsillos las llaves de su auto para correr tras de ella, necesitaba explicarle, o por lo menos hacer el intento, de pronto recordó que el causante de todo aún estaba en su apartamento. Resopló y presionó los puños con fuerza, entonces caminó a zancadas hacia su vivienda.Carlos lo observó sonriente, la mirada le brillaba tal como cuando eran niños y salía victorioso en algún juego.&nb
Una hora después. María Paz estacionó su vehículo frente al portón de su casa, no tenía valor de salir de él. Limpió su rostro con un pañuelo, retocó su maquillaje, no deseaba que sus padres se dieran cuenta de que había llorado. Suspiró profundo y bajó del vehículo, entró a su casa y cuando subía por las escaleras se encontró con su madre en el pasillo. —¿Hija qué tienes? —preguntó Diana al notar el semblante descompuesto de Paz. La chica se recargó en una columna, y empezó a sollozar sin poder evitarlo. —Mamá abrázame por favor —suplicó la joven. Diana la estrechó con fuerza, le acariciaba la espalda para que se tranquilizara, por suerte ese día Rodrigo el padre de María Paz, no estaba en la casa. —Vamos a tu habitación —recomendó la señora.
Días después.«200 copas by Karol G» retumbaba en las bocinas del yate que Joaquín había alquilado y organizado una grandiosa fiesta.Mujeres, licor, y varios amigos de él, disfrutaban la gran velada. Santiago Vidal era uno de ellos. El joven pensaba que estando con otras chicas y bebiendo sin medida podía sacarse de su alma y de su mente a Alba, pero la tarea era imposible, y mientras él creía que ella andaba por la vida disfrutando, la chica apenas terminó con él, abandonó la casa que vivía con su tía. Sola y embarazada intentaba ganarse la vida en lo que podía.Entre tanto Joaquín recargado en la baranda del yate observaba a sus amigos divirtiéndose. Varias chicas contoneaban sus caderas con sensuales movimientos intentando captar su atención, sin embargo, la mente de él