El auto de María Paz se deslizaba sobre la calzada de la elegante urbanización donde ella residía, antes de arribar a la mansión Vidal, la joven advirtió a sus vecinos (padrinos) llegando a casa.
El agente García y su esposa agitaron sus manos para saludar a la chica. Ella sonrió y aparcó su vehículo, bajó de él, y se aproximó a ellos.
A su madrina la abrazó con cariño. La mujer notó los enrojecidos e hinchados ojos de Paz, y también miró como a su esposo lo saludó con recelo, como si estuviera molesta con él.
—Venimos de la casa de tus papás —mencionó la señora García—, tu mamá preparó el pastel de chocolate que tanto le encanta a mi esposo. —Miró a Fernando y lo tomó del brazo.
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La respiración de Joaquín se agitó. Observó paralizado como la muy descarada giró su silla y se levantó la corta falda de su vestido, y abrió sus piernas, mostrándole obscena su bien depilado sexo. Enseguida el miembro del joven se endureció, y más cuando las manos de María Paz empezaron a recorrer sus muslos y uno de sus dedos llegó a su centro. Los labios del joven Duque se abrieron en una gran O, jadeó al verla dándose placer, sus pupilas se dilataron, y entonces él se abrió la bragueta del pantalón, y también sus manos empezaron a brindarse satisfacción, además que los gemidos de su chica lo excitaban cada vez más. María Paz mordió sus labios y todo su ser se erizó. Sintió como si miles de hormigas le recorrieran la piel, miró la gran erección de su chico y su vientre se estremeció, pero no podía perder el juego, entonces con la mano que tenía libre subió a uno de sus senos y empezó a masajearlo. Jo
Joaquín se quedó estático. Intentó ir tras de Paz, pero el miedo lo paralizó por completo. Ella se fue de forma fugaz como lo hizo su madre, y ambas las había perdido, entonces sintió como si una espina le atravesara el corazón y lo desangrara, la vida sin María Paz carecía de sentido para él.Pudo escuchar el fuerte tamborileo de su entristecido corazón, entonces buscó en sus bolsillos las llaves de su auto para correr tras de ella, necesitaba explicarle, o por lo menos hacer el intento, de pronto recordó que el causante de todo aún estaba en su apartamento. Resopló y presionó los puños con fuerza, entonces caminó a zancadas hacia su vivienda.Carlos lo observó sonriente, la mirada le brillaba tal como cuando eran niños y salía victorioso en algún juego.&nb
Una hora después. María Paz estacionó su vehículo frente al portón de su casa, no tenía valor de salir de él. Limpió su rostro con un pañuelo, retocó su maquillaje, no deseaba que sus padres se dieran cuenta de que había llorado. Suspiró profundo y bajó del vehículo, entró a su casa y cuando subía por las escaleras se encontró con su madre en el pasillo. —¿Hija qué tienes? —preguntó Diana al notar el semblante descompuesto de Paz. La chica se recargó en una columna, y empezó a sollozar sin poder evitarlo. —Mamá abrázame por favor —suplicó la joven. Diana la estrechó con fuerza, le acariciaba la espalda para que se tranquilizara, por suerte ese día Rodrigo el padre de María Paz, no estaba en la casa. —Vamos a tu habitación —recomendó la señora.
Días después.«200 copas by Karol G» retumbaba en las bocinas del yate que Joaquín había alquilado y organizado una grandiosa fiesta.Mujeres, licor, y varios amigos de él, disfrutaban la gran velada. Santiago Vidal era uno de ellos. El joven pensaba que estando con otras chicas y bebiendo sin medida podía sacarse de su alma y de su mente a Alba, pero la tarea era imposible, y mientras él creía que ella andaba por la vida disfrutando, la chica apenas terminó con él, abandonó la casa que vivía con su tía. Sola y embarazada intentaba ganarse la vida en lo que podía.Entre tanto Joaquín recargado en la baranda del yate observaba a sus amigos divirtiéndose. Varias chicas contoneaban sus caderas con sensuales movimientos intentando captar su atención, sin embargo, la mente de él
Esas palabras retumbaron en la cabeza de Santiago quien como una fiera saltó en contra de su amigo. Lo agarró del cuello y estuvo a punto de propinarle un golpe, cuando a su mente se vinieron los recuerdos de haberlo visto llorando y sufriendo por una mujer, entonces Santiago lo soltó, y en ese preciso momento apareció María Paz.—¿Qué haces? —cuestionó a su hermano.—¡Golpéame Santiago! —exclamó Joaquín—, me lo merezco...—Aquí nadie va a golpear a ninguna persona —advirtió María Paz. —¿Por qué están discutiendo? —investigó.—¿Qué pasó entre ustedes? —inquirió Santiago muy enojado con su hermana.—Lo que haya sucedido entre él y yo es pro
Varias noches después.María Paz cogió de la cama el jean azul y se lo colocó, enseguida se sentó en el lecho y se calzó unas botas cafés, luego sé abrochó la blusa de seda blanca arregló su cabello, y cuando escuchó que su amigo Matt llegó cogió su bolso y su chaqueta que eran del mismo tono que los zapatos.—Hola Matt —saludó al joven.—Buenas noches, belleza... veo que estás decidida a reconquistar al divino de tu novio —comentó mirándola de pies a cabeza—. Te queda de maravilla el azul —mencionó—, y el diseño de la blusa, muy chic.María Paz sonrió y luego golpeó con el puño el brazo de su amigo.—¡Estás loco! —contestó&m
Las palabras de Paz se clavaron como dagas en el corazón del joven, el rostro de Joaquín se hallaba lleno de lágrimas, lo limpiaba a cada instante con la mano.—Dame otra oportunidad por favor… Vos me prometiste que no me ibas a dejar, ese es mi miedo... perderte.—No me has perdido —confesó ella—. Yo voy a esperar por ti, quiero que cures tus heridas, que venzas tus temores, que aprendas a confiar en mí y que arregles tu estado civil, entonces ahí búscame yo te voy a estar esperando.El corazón del joven se estremeció, se acercó a Paz y fue limpiando con sus pulgares las lágrimas que rodaban por sus mejillas.—¡No! —suplicó él con la voz entrecortada—. Vos sos tan bella, tan especial, tan diferente a las demás, que vas a encontrar
Joaquín volvió a tomar el papel en sus manos y procedió a leer la carta que le dejó María Paz.Mi amado Duquecito.Desde que tengo uso de razón soñé con encontrarte, siempre anhelé casarme con un Duque, te convertiste en mi sueño dorado, y no voy a permitir que eso se desvanezca en el aire.No es una despedida, es un hasta luego... Recuérdame en las mañanas y siente aún el calor de nuestros cuerpos enredados en las sábanas.No olvides lo mucho que te amo, y puedes estar seguro de que nadie te amará como yo.Te tuve toda la paciencia del mundo, intenté comprenderte y tratar de entender tus miedos y traumas, pero tú necesitas luchar desde adentro, liberarte.