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CAPÍTULO II: SOY SU NOVIO

Josh vestido en un traje azul impecable, estaba sentado en la mesa larga de ébano del comedor principal de la mansión, tomándose su café matutino y leyendo la sección de economía en el periódico.

Las ganancias de la fabricación de autos de lujo estaban dando más dinero de lo esperado, que lo posicionaban en la mejor empresa del año. Sonrió un poco nostálgico, porque si su padre estuviera vivo, entonces él sería un orgullo para el Señor Bemberg.

Dejó el periódico a su lado y tomó la taza de café desde el mango de la loza. Pero el trago que dio al líquido negro y fuerte, fue más amargo de lo normal, ya que escuchó de manera violenta el freno de un vehículo.

«Hendrik de nuevo» pensó apretando sus dientes y perdiendo la paciencia. Su día estaba arruinado, eso era seguro.

Él se levantó para ver si su intuición era la correcta. Comenzó acercarse hacia la puerta de la mansión, justo donde quedaba la terraza de sillones de mimbre blanco, pero cada que caminaba más y más, los lamentos y los sollozos de su madre y su hermano menor se alzaban en medio del silencio.

Tragó saliva cuando se puso en el umbral y vio a su madre arrodillada al lado de su hermano menor. Ambos lloraban con tanta amargura, aunque ella lo intentaba calmar, que por un segundo pensó en una verdadera tragedia.

—Bebé —dijo Amelia—. Por favor cálmate y explícame que fue lo que sucedió.  

Hendrik lloraba como si se tratara de un niño pequeño, mientras negaba completamente asustado y perdido. Toda la culpa le estaba matando lentamente. La culpa de no ayudar a la joven que había atropellado y dejado botado como si se tratase de un animalillo indefenso.

—¿Qué haré mamá? —preguntó Hendrik con la voz trémula y el rostro mojado por las lágrimas—. ¿Qué haré ahora?

—Shhh no le diremos nada a tu hermano. Primero averiguare que fue lo que sucedió.

Amelia se levantó de la tierra y se sacudió las rodillas. Ella pensó en buscar a uno de sus mayordomos más fieles, pero sus intenciones quedaron ahí, porque cuando se dio vuelta para entrar a la mansión, se encontró de frente con Josh.

La mirada dorada de Josh fue un puñal filoso contra su madre. La señora Amelia sintió el miedo en sus venas, ya que ella conocía lo severo que era Josh con su hermano menor.

Desde que su esposo murió de un infarto al corazón, Josh había sido el hombre de la casa y el que tomó el rol de jefe de hogar, por lo que tampoco sus decisiones jamás se discutían.

—¿Qué paso mamá? —preguntó Josh con calma, pero a la vez su voz estaba teñida de una chispa que en cualquier momento seria la causa de la detonación de una explosión voraz—. ¿Qué es eso que me ocultas?

—Nada hijo.

—¿Nada?

—Por favor Josh —suplicó la señora Bemberg juntando sus manos en alto—. Hendrik no se siente bien. Solo dale un poco más de tiempo para que se recupere.

—¿Más? —preguntó Josh de forma irónica y luego miró al suelo donde yacía su hermano pequeño meciéndose como si de algo malo lo perturbara. Estaba ensimismado en una crisis de angustia, mientras no dejaba de temblar y llorar.

Josh apretó sus manos en puños. Sus nudillos se pusieron blancos, tanto que sintió como la sangre le burbujeaba por sobre la piel. Él amaba a su hermano, pero últimamente estaba incorregible, que le daba impotencia verlo en aquel estado tan deplorable y miserable que estaba llevando, algun dia sabía que la misma muerte se lo llevaría.

—¡Por la m****a mamá! —gritó Josh perdiendo los estribos y preso de la ira. Las venas de su cuello se marcaron sobre su piel y luego apuntó a su hermano con la mano—. ¡Claro que no se siente bien si mira como esta!

—Hijo por favor cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! Si desde que murió papá es que no ha dejado el alcohol ni las drogas. Le cancele las tarjetas de créditos, pero tú mamá eres una irresponsable en aumentarle el vicio y consentirlo en todo lo que quiere.

—No lo retes… es un niño aun —Amelia intentó conciliar con su hijo mayor, pero esas palabras solo enfurecían más y más a Josh, ya que Hednrik podría ser todo, menos un niño.

—¡Y una m****a mamá! —explotó Josh—. Hendrik tiene veintiún años, es mayor de edad en todos los estados del mundo. Debería estudiar y hacer algo por su vida. Esto se acabó. Mañana mismo lo voy a internar en una organización para adictos y no quiero ningún reclamo de tu parte.

Josh se dio vuelta para volver a la mansión, pero un detalle poderoso y grande llamó su atención, un detalle que le cambiaria la vida para siempre, que volvió a mirar hacia las rejas del portón, justo donde estaba mal estacionado el auto azul de último modelo que había sido construido en las empresas Bemberg.

Sus ojos con motitas doradas se agrandaron cuando vieron el parabrisa completamente clisado y con gotas de sangre roja y brillante. La respiración se le agitó y volvió alternar su vista entre su hermano y después su madre.

—No puede ser —dijo tomándose la cabeza, mientras sacaba conjeturas apresuradas.

—Hijo…

Josh no escuchó las súplicas de su madre, y se abalanzó contra Hendrik. Él empuñó la playera negra de su hermano menor y lo levantó del suelo con fuerza. 

—¡¿Qué hiciste?! —rugió zamarreándolo—. ¡¿Qué carajo hiciste Hendrik?!

—La maté… yo la maté —sollozó Hendrik y Josh tragó saliva. Su cuerpo tembló y por un segundo dejó de respirar con la confesión que venía a cambiarlo todo.

—¿A quién mataste?

—A la chica de abrigo verde… frente al hospital. Yo no la vi. Yo no la vi. Ella iba cruzando y yo no la vi —Lloró Hendrik—. La atropelle y ahora está muerta… ella está muerta.

Josh empujó a su hermano con fuerza, que el chico cayó de culo al suelo.

—¡Por supuesto que no la viste! ¡Si estas drogado hasta la médula maldito irresponsable!

Josh buscó apresurado en su bolsillo del pantalón las llaves de su automóvil, y se dirigió hacia la salida, pero nuevamente su madre se interpuso en su camino.

Amelia tenía el cabello rubio desordenado y los ojos marrones llenos de lágrimas.

—¿A dónde vas Josh? —cuestionó, mientras tomaba uno de sus brazos para detenerlo.

— ¡¿A dónde más?! —vociferó Josh—. A ver a la chica y a realizar la denuncia del caso.

—¡Hermano no por favor! —rogó Hendrik arrodillándose en el suelo y tomándole los pies.

Josh negó y le dio una mirada de decepción. Luego contempló a su madre y le apuntó con el dedo.

—No dejes que nadie llegue a la casa hoy —ordenó serio—. Pero tampoco se te ocurra encubrirlo, porque también te acuso a ti de cómplice de este crimen —advirtió hacia su madre, dejando tanto a su madre como a Hendrik con unas crisis de nervios.

La madre de inmediato corrió a la casa para llamar a todos los empleados que trabajaban en la hacienda para que el día de hoy no vinieran a realizar sus labores correspondientes, mientras que Josh sacó su auto del garaje y se fue directo al hospital.

Él no dejaba de tener una m*****a punzada en el pecho. Le dolía el estómago, pero todo empeoró cuando se estacionó a un lado de la calle. La policía alemana tenía cercado el lugar con bandas amarillas, y él pensó que todo estaba perdido.

Se bajó del vehículo y caminó a pasos rápidos por el único espacio disponible que daba hacia la entrada del hospital, pero sus pies se detuvieron automáticamente al momento de presenciar rastros de sangre que estaba seca en el pavimento.

Estaba lleno de policías; un criminalista estaba vestido de blanco con una cámara de fotografías, sacaba fotos de aquel charco rojo que el ruido del flash lo perturbaba, otro estaba sacando cuentas de la distancia y también vio como periciaban las marcas negras de las ruedas que habían quedado en el cemento de la calle, por la fuerte frenada.

Apretó sus puños y su ira aumento. Pensó en preguntarle a un policía si la joven había muerto o no, pero supuso que todo seria sospechoso, por lo que prefirió conseguir información dentro del hospital.

Maldijo a su hermano por dentro al verse envuelto en una situación tan trágica como esta y entró corriendo por las mamparas de vidrio. Se fue directo hacia la recepción a ver si la administrativa le daba una información clara de lo ocurrido.

—La chica… —preguntó jadeando a una administrativa—. La chica que fue atropellada hace unos momentos ¿Dónde está ella?

—¿Usted es un familiar?

—Si —mintió Josh.

—¡Oh lo siento mucho! —dijo la administrativa que Josh sintió que su mundo se detenía.

—Por favor no me dé una mala noticia.

Ella negó.

—Ella no ha muerto, —dijo la administrativa conmovida hasta las lágrimas, ya que el accidente había sido demasiado difícil de presenciar—. Pero está gravemente herida. No se sabe si sobrevivirá ya que el accidente fue violento. Es mejor que vaya directo a urgencias, ya que ahí le darán mayor información.

Josh se sintió aún peor, al saber que su hermano además de drogadicto, vago y alcohólico, ahora sería un asesino de una joven inocente. 

—Gracias —dijo y luego corrió por los pasillos blancos hasta llegar a urgencias que estaba en el primer piso del hospital.

Él habló con otra administrativa y esta llamó al doctor de turno que estaba a cargo.

El cirujano salió de las puertas vestido de verde y con un documento en la mano. Josh no dejaba de tener una punzada en el abdomen.

—¿Usted es familiar de Leyna Keller? —preguntó el doctor Fisher.

—Si —contestó titubeante, pero a la vez se aprendió de inmediato el nombre de la chica desconocida.

Josh no sabía porque estaba mintiendo. Él no quería encubrir un suceso tan trágico como este ni ser cómplice de un crimen, ni siquiera de aquel que había cometido su hermano, pero estaba ahí delante del doctor, mintiendo.

—¿Qué parentesco tiene con la paciente?

—Soy Josh Bemberg, su novio —declaró Josh que fue lo primero que se le vino a la cabeza y aunque no sabía la edad de la joven, igualmente se arriesgó con el fin de saber más de ella.

Luego extendió su mano para saludar al médico. 

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