Capítulo LVIII: Gilbert Nassau (Parte Uno)Josh se echó hacia atrás en su asiento de cuero, puso sus palmas en su estómago y cerró los ojos.Él deseaba resolver todos los asuntos que empañaban su tranquilidad y su felicidad, por lo que se comenzó a plantear escenarios imaginarios y la solución a ellos para así cuando ocurrieran no lo tomaran desprevenido, pero aquel plan mental no duro nada, cuando el teléfono de su escritorio nuevamente sonó, sacándolo de sus múltiples y caóticos pensamientos. Presionó el botón de voz alta.—Si —respondió Josh de mala ganas.—Señor Bemberg —habló nuevamente su secretaria con esa voz cantarina—. El señor Nassau quiere verle y está aquí.Josh enderezó su espalda y un nudo se le formó en el centro del estómago al escuchar de quien se trataba. Bufó cansado, pero era algo inevitable este encuentro, ya que era su socio más antiguo, por lo que no podía hacerle un desaire.—Dígale que pase —pidió claro—. Y luego por favor nos traes dos cafés y unas galleta
Capítulo LIX: Gilbert Nassau (Parte Dos)Los ojos mieles de Josh reflejaban la verdad.—Ya veo… —Gilbert sonrió forzadamente—. Así que hay alguien. Le romperás las ilusiones a mi niña.—Lo sé, pero no puedo ir contra mis valores ni mis principios. Mi felicidad y mi vida personal están por sobre esta empresa y por sobre todo el dinero que podría generar en esta fusión. Mi padre construyó un imperio y estoy muy agradecido por ello, que lo pienso cuidar a toda costa, pero no sacrificare mi vida por algo material —manifestó Josh—. Y jamás haría feliz a tu hijastra, porque sencillamente no la amo y nunca podría hacerlo. Ya estoy enamorado de alguien más.—En realidad pensé que no amarías a nadie más, después de ella —comentó Gilbert, abriendo una herida que Josh sabía que estaba ahí, pero que solía olvidar.Josh de inmediato se tensó en su asiento. Él se echó hacia atrás, y apretó sus manos una con la otra en una frustración difícil de erradicar. Recordó que eso había sido un capricho de n
Capítulo LX: Gilbert Nassau (Parte Tres)Gilbert Nassau torció los labios y su vista cansada y acuosa se fue al suelo. Meditó unos largos segundos como si estuviera rememorando aquel trágico suceso. Luego alzó su cabeza y ancló sus ojos azulados en los ojos dorados de Josh.—Sigo recordándolo como si fuera ayer… —dijo Gilbert en tono de pesar.—Lo siento si le he incomodado Señor Nassau —se disculpó Josh—. Pero a veces las dudas me carcomen la mente y usted es el único que me las puede aclarar.—No, está bien… entiendo tus inquietudes muchacho, pero eso no significa que no duela. Creo que toda la vida tendré ese remordimiento de no haberme preocupado por mi familia. Los perdí a todos.Josh solo asintió con la cabeza sintiéndose un poco mal al ver a Gilbert tan miserable.Gilbert botó todo el aire que estaba conteniendo sus pulmones y luego volvió hablar para relatar aquel suceso que nunca podría superar. Sus ojos decaídos y su voz triste le delataron.—Esa tarde me llamó la policía —c
Capítulo LXI: AstridGilbert se bajó del vehículo, en el cual se trasladaba. Apoyó su bastón en el piso de mármol y caminó hasta la entrada de su mansión. Astrid, la guapa rubia, salió a recibirle con una sonrisa de oreja a oreja, entusiasmada porque todas las cosas ocurrieran tal como había planeado por años en su mente.Abrió la puerta y lo primero que chilló fue:—¡¿Cómo te fue papá?! —exclamó con una euforia rebozando en sus venas—. ¿Ya hay fecha de nuestra boda? ¿Es en un mes, dos o tres? Ya no quiero esperar. Quiero ser la Señora Bemberg una vez por todas.Astrid solía decirle papá a Gilbert, ya que él, prácticamente le había criado desde que era una niña pequeña.—Vamos dentro —pidió Gilbert con dulzura.La expresión de entusiasmo de Astrid se desinfló al igual que un globo que pierde todo su aire.—¿Sucedió algo papá?—¿Por qué mejor no lo conversamos dentro? —pidió nuevamente Gilbert con una sensación de amargura en su alma.Él deseaba cumplir cada uno de los caprichos de su
Capítulo LXII: Visita InesperadaJosh llegó casi a las diez de la noche con el ánimo por el suelo. Se estacionó sobre el camino de piedras, luego se soltó la corbata y apretó el manubrio con ambas manos, mientras miraba fijamente la casa en la cual había vivido siempre.Pudo notar que una de las ventanas principales estaba con las cortinas abiertas y completamente iluminada. Estrechó su vista y se fijó en una silueta: era su prometida.A simple vista, Leyna estaba riendo y hablando animadamente con alguien, mientras sostenía con ambas manos una taza blanca que supuso que era té rojo, ya que Leyna odiaba el café.Josh por un segundo pensó que Leyna podría estar conversando con su madre, pero entonces un hombre más alto que ella, se dejó ver poniéndose a su lado. Josh irguió su espalda tensando cada músculo de su cuerpo al ver de quien se trataba, pero al mismo tiempo se sobresaltó en su asiento, cuando el celular comenzó a sonar, tuvo que dejar de lado al susodicho.—¡Maldición! —vocif
Leyna Keller se mantenía sentada, pero con las piernas estiradas en aquella camilla de aquel hospital público. Su mirada azul carente de emociones buenas estaba fija en aquel ventanal que daba vista hacia la caótica ciudad, sin embargo, su lenguaje corporal la delataba.Su cuerpo pequeño estaba tenso y adolorido, su estómago revuelto como un remolino y sus manos frágiles y delgadas empuñaban con fuerza las sabanillas que tapaban sus piernas desnudas y llenas de moretones violáceos, mientras no dejaba de morderse el labio inferior con brío.Ella era un caos en sí misma, ya que intentaba recordar algo, aunque sea un insignificante detalle, pero nada, su mente confusa no recordaba nada de nada, era como si tuviera un lienzo totalmente en blanco del cual no había rastro de memorias ni recuerdos.Nada bueno, nada malo… solo nada. Ella no recordaba quien era ni de donde provenía, solo sabía su nombre porque el médico que la trataba se lo había dicho, lo que hacía que todo le pareciera ins
Capítulo I: Un Accidente DesafortunadoUna semana antes—¡Leyna! —gritó Hanna, la niña de diez años que estaba con su camisón rosado sentada en su cama—. ¿Qué cuento toca hoy?Leyna estaba peinando a Gretel, otra niña de seis años que pertenecía al orfanato.—Uno que amaras —Leyna le guiñó un ojo y se rio entre dientes mientras trenzaba el largo cabello rubio de la niña pequeña que abrazaba a un oso de peluche.La joven que contaba con veintiún años cumplidos trabajaba en el mismo orfanato en el cual fue criada hasta los dieciocho años.El gobierno alemán pagó su manutención desde que llegó a ese lugar a la edad de tan solo tres años y como nunca nadie la adopto, su infancia y su adolescencia la pasó entre el jardín de calas blancas y el castillo de sus sueños con grandes ventanales.Las monjas que la cuidaron eran un amor con ella, que además de criarla, también cuando fue mayor de edad y el gobierno ya no pagó más por su cuidado, la madre superiora y directora le había ofrecido trab
Josh vestido en un traje azul impecable, estaba sentado en la mesa larga de ébano del comedor principal de la mansión, tomándose su café matutino y leyendo la sección de economía en el periódico.Las ganancias de la fabricación de autos de lujo estaban dando más dinero de lo esperado, que lo posicionaban en la mejor empresa del año. Sonrió un poco nostálgico, porque si su padre estuviera vivo, entonces él sería un orgullo para el Señor Bemberg.Dejó el periódico a su lado y tomó la taza de café desde el mango de la loza. Pero el trago que dio al líquido negro y fuerte, fue más amargo de lo normal, ya que escuchó de manera violenta el freno de un vehículo.«Hendrik de nuevo» pensó apretando sus dientes y perdiendo la paciencia. Su día estaba arruinado, eso era seguro.Él se levantó para ver si su intuición era la correcta. Comenzó acercarse hacia la puerta de la mansión, justo donde quedaba la terraza de sillones de mimbre blanco, pero cada que caminaba más y más, los lamentos y los so