—¿A qué te refieres con situaciones legales, económicas y familiares? —preguntó el hombre que, aunque sentía que tenía una ligera idea al respecto, prefería tener certezas que actuar bajo suposiciones.—Legalmente revisarán desde los antecedentes criminales, delitos menores y hasta multas —explicó Johana, una abogada de cabello castaño muy claro y de ojos cafés claros, también—, económicamente es la solvencia, es decir, si son capaces de ofrecerle las mejores condiciones a la niña; y, familiarmente, se refiere a la relación de la niña con ustedes. ¿Con quién se lleva mejor Mía?—Creo que es igual con ambos —respondió Maximiliano—, pero está un poco más acostumbrada a nosotros, porque está con nosotros desde que mi hermano falleció.La abogada asintió sin lograr sonreír pues, aunque eso no era malo para ellos, tampoco era bueno.» Olga —habló Maximiliano—, la tía de Mía que tiene la custodia, está viviendo en mi casa, y planea que yo le dé un trabajo. Ella trabajaba para mí, pero renun
Maximiliano bajó corriendo luego de cambiarse de traje, entró a la cocina, a prisa, y besó la cabeza de su madre y la mano de su sobrina, a quien le prometió en un susurro que la protegería y la traería de vuelta a casa, porque era su familia.—¿Qué hiciste, Max? —preguntó Maximina, aterrada, tomando la mano de su hijo, que le sonrió y de nuevo besó su cabeza.—Ven a comer conmigo —pidió el hombre—, te mandaré la dirección más tarde.Maximina se quedó temblando, de miedo y de impotencia, y luego lloró abrazada al cuerpo de la señora Lidia, que se acercó a ella cuando la vio comenzar a ponerse mal, mientras ambas veían a Maximiliano dejar la cocina y lo escuchaban dejar la casa.Rato después, cuando al fin se tranquilizó, Maximina subió a su habitación, con Mía aún dormida, y se recostó con ella en la cama hasta que Mía la despertó porque parecía hablar con alguien.Maximina abrió los ojos y vio a la niña manotear su teléfono mientras decía montón de palabras mochas y borucas sin senti
—¡Hijo de perra! —gritó Olga y Maximina tembló, pues con ese grito ella entendió lo que estaba pasando sin necesidad de que esa mujer dijera nada más—. ¡Maldito hijo de perra!Olga estaba furiosa. Ella acababa de recibir la notificación, de la procuraduría de protección de niños, niñas y adolescentes, para un careo con el motivo de la patria potestad de la niña Mía Santillana Falcón.» ¡Esto no fue lo que acordamos! —señaló la mujer, empujando cosas al piso y armando un verdadero desastre en su habitación—. Te ibas a casar conmigo, íbamos a ser felices. Maximiliano Santillana... Yo me estaba portando bien contigo y con tu familia, así que, ¿por qué rayos haces esto?Maximiliano no respondió, él ni siquiera estaba en esa casa, pero, en realidad, Olga no quería respuestas, no las necesitaba, porque, dijera lo que dijera, Maximiliano era ahora su enemigo, y por supuesto que no lo dejaría así.» Te vas a arrepentir —declaró la azabache, de verdad furiosa.Ella en ningún momento pensó que
—Si te quiero —aseguró la anciana—, pero como la tía de Mía, como querría a una sobrina si tuviera una, también a Julissa la quiero, porque son mi familia, pero no puedo darte la razón cuando no la tienes, y no puedo solo aplaudirte que me hagas lo que me estás haciendo. No me quites a Mía, por favor, Olga. —Entonces, no me quite mi lugar al cual regresar —pidió Olga, llorando, tomando las manos de la mujer que lloraba frente a ella—. Elíjame esta vez, y cuidemos a Mía juntas. Por favor. El ceño de la mayor se frunció, no sabía qué debía responder porque esa propuesta era demasiado tentadora, a pesar de ser tan ambigua. ¿Qué significaba elegirla a ella? ¿A qué era a lo que debía renunciar? —Lo lamento, Olga, pero no puedo obligar a Maximiliano a amarte —señaló la mujer, asumiendo que era a Marisa y a la felicidad de su hijo—. Quiero la felicidad de mi hijo, y esa es Marisa. —Pues dígale que se vaya de la casa —pidió la mencionada y Maximina abrió enorme los ojos—. Si Maximiliano s
—¿Sabes qué noté? —preguntó Maximiliano, luego de caminar hasta la habitación de Marisa, lugar en donde dejó sus maletas en el taburete que estaba al pie de una cama que habían compartido una vez. Marisa no respondió con la boca, alzó la cabeza en señal de pregunta, al tiempo que alzaba las cejas y abría enormes los ojos; y el hombre sonrió un poco divertido. » Que estás muy calladita —respondió el hombre, con esa sonrisita divertida mientras iba caminando hasta donde la joven se mantenía un poco inmersa en sus pensamientos—. No me digas que te pusiste nerviosa conmigo aquí. Si te molesto puedo irme. —¿Cómo crees? —preguntó la joven luego de ser atrapada por la cintura y colgarse al cuello de su novio—. Sí estoy un poco nerviosa, pero no me molestas para nada. —¿Qué te pone nerviosa de mí? —preguntó Maximiliano—. No es que vaya a ver algo de ti que no me hayas mostrado antes, y amo hasta como roncas. —¡Yo no ronco! —exclamó Marisa, entre risas, mientras su rostro se llenaba de ca
—Entonces, ¿puedo visitar a Mía cuando yo quiera? —preguntó Maximiliano y Olga apretó los dientes con tanta fuerza que fue visible para todos en el lugar. —Siempre y cuando Marisa no venga contigo, yo no tengo ningún problema —aseguró Olga y Maximiliano respiró profundo de nuevo. —¿Usted dónde vive? —preguntó el procurador de bienestar infantil—. ¿No vive en casa de su madre? —Nosotros vivíamos en casa de mi madre —informó Maximiliano Santillana—, me refiero a Marisa y a mí. La casa era originalmente de ella, pero yo la compré hace un tiempo, vivíamos todos juntos hasta que los problemas iniciaron, ahora Marisa y yo vivimos en la casa que ella compró después de venderme su antigua casa. —Bueno. Si la niña está acostumbrada a ella, yo recomiendo darle un día o dos de vista a la ciudadana Marisa, por el bienestar emocional de la niña —explicó Emmanuel a la joven que alegaba que todo lo que le interesaba era el bienestar de esa niña, y Olga apretó los dientes. Había ido ahí demasiad
Mientras hablaba, la joven miraba fijamente a la nada y se comía las uñas. Olga estaba bajo mucha presión, por eso sus peores hábitos estaban volviendo a ella, y necesitaba contrarrestarlos de alguna manera. » Sabes qué, no importa nada —aseguró Olga, caminando hasta su hermana para atraparla por la cara y presionar con fuerza sus mejillas, lastimando el interior de estas por su roce con los molares—... De todas formas, esa mujer tiene que dejar este mundo para que yo pueda ser feliz, así que olvídate de esta conversación, pues no necesito un testigo, y no quiero deshacerme de dos personas en tan poco tiempo. Julissa tembló ante la mirada de su hermana, una que definitivamente no estaba vacía pues, a pesar de que carecía de luz, estaba llena horribles sentimientos provocados, seguramente, por los peores pensamientos. Olga soltó a su hermana luego de presionar con más fuerza mientras le sonreía, y luego tiró un beso al aire, dirigido hacia ella; pero Julissa no lo quería, por eso fi
—Está todo bien —aseguró Maximiliano una vez que él y Marisa estuvieron en el auto, tomando la mano de esa mujer que amaba tanto—, mi madre en realidad te está molestando, nos está molestando, así que mejor no le prestes demasiada atención al asunto, sería difícil para mí si decides comenzar a portarte bien ahora.Marisa se cubrió el rostro con ambas manos, pues esa respuesta, definitivamente, le había molestado más que lo que Maximina le había dicho; aunque en un sentido algo diferente. La broma de Maximiliano le molestaba un poco, mientras que la de Maximina le hacía sentir un poco culpable.—Siento que la estoy desilusionando —declaró la mujer de cabello castaño y ojos cafés—, pero, parece ser que, si soy medio mala, porque tampoco quiero empezar a portarme bien contigo. Portarnos mal juntos es bastante placentero y adictivo. Ya no podría vivir sin ti.—Eso es bueno —aseguró Maximiliano, sonriendo feliz por esa declaración—, porque eso significa que mi plan de volverte adicta a mí