Capítulo setenta 70

Después de una hora y media de viaje, el auto se detuvo frente a la residencia de Olivia. La tensión entre ella y Alan era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Alan deslizó la mirada hacia su chofer y, con voz gruesa, ordenó:

—Jorge, puedes retirarte. Te llamaré cuando necesite que vengas a buscarme.

El hombre asintió sin hacer preguntas, Alan bajó, rodeó el vehículo con calma, abrió la puerta trasera y extendió la mano para ayudar a Olivia a salir. Ella titubeó mirarlo con desconfianza.

—Puedo bajarme sola. No entiendo por qué me tratas así.

Alan no respondió. Su mirada era un abismo de emociones contenidas, pero su silencio hablaba más que mil palabras. Olivia sintió un escalofrío cuando él le tomó el brazo y la sacó del carro. Sin soltarla, caminó llevándola a rastras hacia los ascensores.

Cuando llegaron al piso de destino, Alan salió primero, caminando con seguridad hacia la puerta del departamento de Olivia. Sacó una llave de su bolsillo, la introdujo en la cerradura y
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