SOMOS FAMILIA

Los meses siguientes estuvieron cargados de cambios drásticos. Sandra fue sentenciada a doce años de prisión y, aunque inicialmente se negó a firmar el divorcio, finalmente tuvo que aceptar su derrota. Ernesto, por su parte, gracias a sus intensas sesiones de terapia, comenzó a recuperar sus recuerdos perdidos.

—Bueno, Ernesto, eso es todo por hoy —dijo la doctora con firmeza—. Nos veremos de nuevo dentro de ocho días. No olvides la tarea que te he dejado.

—La haré al pie de la letra, no la defraudaré. Gracias a usted, ya no me siento vacío.

—Ese es mi deber. Ahora, por favor, sal para que mi próximo paciente pueda entrar.

Ernesto salió del consultorio, subió a su auto y condujo hasta una pequeña florería. Al bajarse, sintió cómo su corazón se detenía por un instante. A unos metros, un niño delgado y harapiento se acercaba, con la mirada perdida y el rostro sucio.

—¡Miguel! —gritó Ernesto, corriendo hacia él—. ¡Eres tú, mi niño! ¡Por fin te he encontrado!

El pequeño lo miró con incred
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