Angello y Martina llegaron a la mansión Casiragui, entró a su despacho acompañado por ella, enseguida le empezó a explicar cómo lo rastreaba, mientras ella lo escuchaba atentamente.—Mira ya lo localicé—pronunció feliz—está en la zona de Testaccio, a orillas del Río Tiber—marcó un celular y dio las instrucciones para que fueran saliendo hacía allá. Ven Martina vamos por ella— le dijo con una sonrisa, estaba feliz de haber encontrado el lugar donde estaba su hija.
Tomó a Martina de la mano, pero le provocó tanto besarla, que sin dudarlo, la acercó a su cuerpo y unió sus labios. Enseguida el deseo inundó sus sentidos, se entregaron a ese beso sin reservas, cada segundo que transcurría lo fue haciendo más exigente, mientras se abría paso en la boca de Martina, unieron sus lenguas, y comenzaron a danzar al ritmo que la pasión les marcaba, ella le sabía a dulce, a gloria. Sintieron sus cuerpos sumirse en una profunda pasión, dejó su boca y comenzó a recorrer su cuel
Angello salió de la habitación y se dirigió a su despacho, a pesar de que esa parte de su vida le hacía daño recordarla, se sentía aliviado, nunca antes había podido contarle a nadie esa verdad que le oprimía el pecho y lo hacía tan infeliz, hasta ese momento que se lo había confesado a Martina.No entendía como ella había logrado meterse en su vida en tan pocos días, haciéndose tan confiable que hasta uno de sus más vergonzosos secretos le había contado.Se sentó en la computadora, abrió uno de sus programas de computador y comenzó a revisar la ruta del celular de su hija, se detenía a ver diferentes lugares, revisó la aplicación de rastreo, estaba en esos menesteres, cuando escuchó que tocaban la puerta.—¡Adelante! —exclamó. Cuando se abrió la puerta, allí estaba Martina, tenía el cabello húmedo y se había puesto una de sus camisas. Se veía tan hermosa, que no pudo detener la sensación de excitación que recorrió su cue
Angello miraba a Paula con dolor —¿Quién te dijo eso? Te juro que eso no es verdad, no puedes creerle a él.—¿Él lo llamas? Lo golpeas sin compasión ¿Cómo eres capaz de tratar así a tu propio padre? ¿Cómo no puedes tener respeto por el hombre que te ha dado la vida? —interrogó sin esperar respuesta y se dio la vuelta.Cuando lo hizo Martina la detuvo tomándola del brazo —¡Paula no!, no te precipites, ¿Cómo vas a llegar a conclusiones sin oírlo? No estás siendo justa tampoco con él. Lo acusas que no está tratando con respeto a su padre y te pregunto ¿Tú lo estás haciendo?La chica se detuvo, observó a Angello, que permanecía en silencio con los hombros bajos, como si sobre él descansara un gran peso, la observó con sus ojos rojos, luego volvió su mirada a Martina —Tal vez tengas razón, pero ahora no me siento preparada para oírlo, no quiero ir con él. Necesito pensar y lo voy a hacer aquí. Quiero quedarme con mi abuelo—concluyó saliendo de la sala sin pronunciar más
Al escucharlo pronunciar esas palabras, Martina se arrodilló encima de la cama, lo tomó del rostro y lo giró hacia ella —No sé si llegue a ser la mujer de tu vida, porque no sé lo que nos pueda deparar el futuro, me gustas mucho, me encantó estar contigo, compartir pensamientos, unir nuestros cuerpos fue una de las sensaciones más maravillosas que he sentido en mis casi veintinueve años.«Pero desconozco si lo que siento es permanente o es pasajero, pero lo que sí puedo prometerte, es que pase lo que pase estaré para escucharte y tenderte una mano amiga, no soy de las que van a traicionar tu confianza, o van a darte puñaladas cuando voltees, lo que deba decirte te lo diré de frente, porque soy una persona de una sola cara, esta que ves frente a ti. Jamás andaré por allí contando tus secretos y menos aún me aprovecharé de tu debilidad—concluy
Martina salió de la mansión de Angello sin mirar atrás, no se había dado cuenta de que desde la ventana de su habitación la observaban con desolación; tuvo que regresarse a recoger su bolso, pero al hacerlo él no estaba en la habitación. Sacó su celular, mientras caminaba hacía la verja y marcó a su amiga Anabella, la tristeza que invadió su cuerpo era profunda, la sentía hasta en los tuétanos, a la segunda timbrada ella le respondió—Bella, por favor ven a buscarme en casa de Angello —pidió casi sin aliento.—¡Voy para allá! ¡¿Qué pasó?! —interrogó su amiga.—Cuando llegues te cuento —fue su respuesta.Entretanto esperaba, llegó un vehículo con chofer quien bajo el vidrio de la ventanilla y le dijo —Buen día señorita, el señor Casiragui, me pidió que viniera a buscarla y la llevara donde usted quisiera.—Dígale al señor Casiragui, que muchas gracias, que yo resolví —expresó con un aire de suficiencia, tratando de aparentar una serenidad que no sentía.U
Martina preparó su maleta, se bañó, se vistió, llamó un Uber, se dirigió al aeropuerto y exactamente a las diez y veinte minutos abordaba un vuelo con destino a Milán. A las once y media ya se encontraba en la ciudad, justo a treinta minutos para la una de la mañana, estaba en la puerta de la casa de sus padres abriendo la puerta.Al entrar su madre venía bajando la escalera y pegó un grito al verla —¡Martín! Llegó nuestra niña —expresó mientras corría a abrazarla, segundos después se unió su padre y después su hermano de veintiséis años Gianluca, quien la cargó dándole la vuelta.—Manito ¡Bájame! Me vas a marear y agradece que no he comido porque si no te echaba encima lo que comí —le pidió riéndose.Gianluca la soltó, su hermano era trigueño, cabello liso negro, nariz perfilada y ojos miel como los de su madre, medía un metro ochenta y siete de estatura, y tenía su cuerpo definido producto largas horas en el gimnasio, pues era ent
Martina se había levantado con dolor de cabeza, ya tenía tres semanas en casa de sus padres, estaba abrumada con tanta sobre protección por parte de ellos, estaban preocupados porque la habían visto triste y a decir verdad los últimos días había estado sensible, ya solo le quedaba una semana de vacaciones, debía volver al trabajo, pero se sentía que no estaba preparada para regresar a Roma.No dejaba de pensar en Angello, en lo que estaría haciendo, en sí Paula había regresado con él, si Franco hablaría con él respecto a que no tenía ninguna objeción para su relación. Inmediatamente se abofeteó mentalmente —No vayas por esos derroteros Martina, ese hombre te dijo bien claro que lo más querido e importante para él, eran sus hijos y tú no estabas en esa ecuación—se reprendió.Estaba recostada cuando sintió de repente unas náuseas y salió corriendo al baño, duro un par de minutos vomitando hasta la bilis, en ese momento pensó que con tanta comida algo
Martina se quedó escuchándolo paralizada, se clavó las uñas en las palmas de las manos para comprobar que no era un sueño, sus piernas le temblaban, Pero era él, Angello, regio, imponente, hermoso, se veía desenfadado vestido de manera informal, más joven, sus ojos brillantes, le aceleraban su corazón, que latía desbocado sin control, mientras un sudor frío recorría su cuerpo, sus palabras habían sido como un suave bálsamo para su corazón. Pero enseguida los recuerdos de su rechazo le martillaron inclementemente y decidieron su acción.Lo miró despectivamente y sin decir palabra, salió corriendo hacia el interior de la casa, dejándolo solo frente a ese puñado de desconocidos, mientras tenía la impresión de que su corazón crujía como si se tratara de un cristal rompiéndose.Angello sintió qu
Angello la observó intranquilo, pero de inmediato pensó que esa era su oportunidad de ser perdonado —Bueno, aunque me acosté a tu lado con la intención de solo estar cerca de ti, me quedé dormido y tú empezaste a tocarme, por lo que resulta obvio lo que hacía en tu cama y aunque no estabas del todo despierta estabas plenamente consciente de lo que hacías. Ella iba a responderle con una palabrota, pero Angello se le adelantó y la besó en la boca impidiéndole hablar, al principio se resistió, pero luego fue cediendo y respondiendo de manera apasionada al beso, se separaron para poder respirar sin dificultad.—Si serás aprovechado, pretendes…—otra vez fue interrumpida por un beso de Angello. Y así cada vez como en cinco oportunidades que pretendía pelear, él la besaba para obligarla a callar.—Cada vez que intentes pelear conmigo tendrás la misma respuesta. Escúchame, si estoy aquí es porque te amo, nunca había estado tan seguro de algo en mi vida, quiero amanecer contigo e