6 UN DINERO MALDITO

“UN DINERO MALDITO”

Serem no logró pegar un ojo esa noche. Su madre prácticamente tampoco se lo permitió. Porque por irónico que pareciera paso el resto de la noche colocándole bolsas de hielo en aquel moretón que ella misma le había hecho al golpearla. Pero ahora todo había cambiado, Serem, su Serem había conseguido un empleo en el que le pagarían por adelantado, y eso era justo lo que necesitaban para aguantar otro largo periodo y sacar la salud del enfermo señor Keskin .

No importaba lo que se sacrificara en el proceso, la salud del señor Keskin estaba pendiendo de un hilo, y Serem solo era el medio para conseguir un fin.

Esta vez a la chica no lloro en su cama durante la madrugada, sino que templaba del miedo y la impresión de volver a sentirse humillada, y ultrajada.

Más no tenía escapatoria.

Para asegurarse que Serem llegaría a la cita para firmar el contrato de aquel empleo, su madre iría con ella, y la arreglaría, maquillaría y peinaría como debía ser, para lograr impresionar a sus empleadores. «Pero y la virginidad de Serem se había encargado de eso»

Las primeras luces del amanecer no se hicieron esperar, y la señora Dislay se despertó rápidamente. Despertó a su hija Serem y prácticamente la arrastró al baño para que se bañara.

Aquel era un día importante, y la sencilla Serem tendría que estar a la altura. De eso se encargaría su madre.

Con un vestido pasado de moda, que dejaba ver sus piernas más de lo habitual y un exagerado maquillaje cortesía de su madre, salió Serem aquella mañana sintiéndose tan desdichada como payaso triste.

El camino hacia aquel sitio por primera vez le pareció demasiado corto, tanto que sentía ganas de dar vueltas y vueltas por aquellas manzanas con tal de no llegar nunca.

—Ya estamos llegando Serem— murmuro su madre— procura sonreír— le advirtió reforzando su agarre en su antebrazo.

Serem hizo una mueca de dolor, pero su madre con ese gesto dejaba clara la advertencia que le dolería mucho más si no le daban aquel adelanto. Si algo salía mal, la molería a golpes. Aquel contrato era su única salvación,

Cuando por fin llegaron al local donde la supuesta agencia de modelos tenía su sede, Serem entró casi a empujones con su madre siguiéndole los pasos.

Allí solo estaba la mujer que había visto la vez anterior. La que le había arrancado las prendas una por una frente aquellos hombres.

Serem sintió un escalofrío atroz recorriéndole la columna vertebral. El mero recuerdo de la vergüenza que había vivido en aquel supuesto le ponía la piel de gallina.

Aquella mujer rubia saludó y le ofreció la mano a la señora Dislay Keskin quien estaba encantada de ver que aquello era real. Si habría un contrato, un empleo…

—¡Gracias por venir señorita Serem¡— espetó aquella mujer tratando de ser lo más respetuosa posible, obviamente fingía, pero solo Serem parecía darse cuenta.

—Mi bella hija está ansiosa de trabajar para ustedes— expresó la señora Dislay emocionada, mientras que Serem se sentaba temerosa maldiciendo por lo bajo el día que se le había ocurrido llegar a aquel sitio en busca de un empleo que le garantizara el sustento familiar.

—Señorita Serem Keskin, después de analizar tus fotos, la excelente manera que proyectas en la cámara, te ofrecemos un contrato exclusivo para trabajar como el rostro de una marca de cosméticos en Estambul. Pagaremos por tus gastos, como hospedaje, boletos aéreos, hoteles, vestuarios, y todo lo necesario para que estes a la altura, también nos encargaremos de que te refines, estudies inglés para trabajar un lanzamiento al mercado internacional.

—¿Cuánto es el pago? —preguntó su madre sin perder la oportunidad.

—¡Son Tres mil euros! — espeto la rubia, y tanto Serem como su madre abrieron los ojos como platos—¡Por adelantado ¡—recalcó alimentando la avaricia de la señora Keskin.

—¿Y él resto del tiempo? — inquirió otra vez su madre.

—Cobrará Cinco Mil al mes, por el contrato exclusivo, y si salen más trabajos puede llegar a cobrar hasta el doble.

—Este es el contrato—musito esa mujer y saco de la gaveta del escritorio un fajo de billetes, que contenía aquellos tres mil euros, por los que la estaba vendiendo su madre. —Solo tienes que firmar, señorita Serem.

—¿Cuándo viajaran a Estambul? —pregunto la señora Dislay.

—En tres días—, anuncio la joven foránea, —¿Tienes pasaporte Serem? —preguntó y la chica negó con la cabeza.

Aumento unos cuantos billetes al fajo, y le sonrió ambas mujeres, que solo miraron aquella exagerada cantidad de billetes de cien.

—Así podrán pagar el servicio de inmediatez hoy mismo, para obtener ese pasaporte—agrego sonriendo. —¡Y nos vemos a las seis de la mañana dentro de tres días! — dijo tan feliz, como cuando a alguien le salen las cosas bien.

Y si, eso era justo lo que había sucedido… le habían comprado a una virgen a su propia madre, y por la escasa cifra de tres mil euros.

Luego con un poco de suerte, la subastarían por más de cincuenta mil de euros, así que si… a aquella banda las cosas le habían salido de excelente manera.

Serem y su madre salieron a la calle, y a la señora Dislay le falto muy poco por tirarse al piso de rodillas para agradecerle a Allah por aquel dinero, del que obviamente no le dio ni un solo euro a la mayor de sus hijas.

Serem devastada por la transacción que había ocurrido en aquel sitio sencillamente, solo guardo silencio en el trayecto al hospital. Solo le interesaba ver a su padre, y reconfortarse un poco, algo le decía que no volvería a ser la misma después de que esa gebe se la llevara a Estambul.

Al llegar al hospital, encontraron que el estado de salud de su padre había mejorado un poco, así que seria dado de alta.

A pesar de todo la joven agradeció tener el dinero para pagara la hospitalización, yy un cómodo taxi de regreso. Además tan pronto llegaron a casa, cancelaron la deuda de la renta y pagaron otros dos meses por adelantado… aquello no podía ser tan malo si le daba al menos un poco de felicidad, alegría y estabilidad a los suyos.

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