—¡Mari! —exclamó emocionada Zuly, al ver entrar a la morena al comedor.La mencionada saludó con una sonrisa un tanto incómoda, y caminó hasta el mostrador para sentarse en un lugar que una vez atrás hubiera visitado ya.» Marcos comentó que vendrías —señalo la robusta mujer que salía de detrás del mostrador para encontrar a la que había mencionado con exagerado entusiasmo—, pero no dijo cuándo. Me da gusto que haya sido pronto. ¿Cuándo llegaste?—Hace algunas horas —anunció María su respuesta, y Zulema abrió los ojos enormes.—Son las nueve de la mañana —señaló Zuly y Mari sonrió—, ¿cómo que hace algunas horas?—Me gusta viajar de noche —respondió la chica algo apenada por haber recibido semejante reacción.—Eres un bicho... ¿Ya viste a Marcos? —cuestionó la mujer luego de abrazar a una joven que encantada recibió el abrazo de regreso.—No, no he hecho nada —declaró la cuestionada—. Llegué de madrugada y, tras algunas horas de sufrir el calor y de no poder dormir, vine para acá. Neces
—¡Oye! —casi gritó el hombre en cuanto su llamada fue atendida—. Zulema dijo que estás aquí ya. ¿Por qué no me dijiste nada? Podía haber ido al aeropuerto por ti y llevarte a tu casa.—Le prometí la vez pasada que, si alguna vez volvía a Monterrey, ella sería la primera persona a la que visitaría —explicó María—. Además, no te enojes, aún puedes venir a mi casa y devolverme al aeropuerto.—¿Qué? ¿Por qué? ¿Sucedió algo? —preguntó Marcos, preocupado por las implicaciones de semejante declaración.—Sí —aseveró la joven—. Pasa el clima. ¿Cómo demonios pueden vivir con este calor del demonio?—Ah —exclamó Marcos, por mucho más aliviado, y casi divertido—, por eso te dije que rentaras un lugar con aire acondicionado.—Nunca en mi vida había necesitado aire acondicionado —declaró María, en un tono de completa molestia.—Pues qué bendecida que estabas —jugueteó el joven hombre—. Acá solo tenemos de dos climas: calorón y fríllazo.—Odio ambos, así que me voy a mi casa —informó la joven, segura
“Estoy afuera de tu casa” decía el mensaje que María había recibido justo cuando había terminado de hacer su maleta para salir a buscar cualquier hotel.La noche había comenzado a caer, pero, aunque seguía haciendo mucho calor, la puesta de sol le había restado algunos grados a la temperatura, lo que le había mejorado el humor solo un poco.Mari salió y, entre la opacidad de la calle, pudo vislumbrar al hombre que le había escrito.—Hablé con el casero —dijo el hombre de la nada—, tendrá un departamento con aire disponible para final del mes.Los ojos de la morena se abrieron enormes. Para final de mes faltaban cerca o pasado de tres semanas. No lo soportaría. Y eso fue justo lo que el chico leyó en la exagerada reacción gesticular de la joven.» Así que te he conseguido un refugio temporal —añadió Marcos y María pudo relajar su rostro—. Anda, vamos.María lo pensó un poco. Se estaba muriendo de ganas de salir corriendo de ese lugar, pero no es como que pudiera costearse un mes entero
Marcos podía asegurar que lo que esa chica despertó en él había sido amor a primera vista, y la segunda vista había sido muy buena, también; así que creía que estaba bien hacer lo que en sus manos estuviera para tenerla cerca.El joven tenía en su corazón la extraña sensación de que esa chica, tan parecida a Marcela en algunos aspectos, podía ayudarlo a sanar su corazón.Y es que, para él, el haber perdido a su primer amor le había dejado con la sensación de que algo había quedado inconcluso dentro de él, algo que posiblemente podría sanar ayudado por María; además, de verdad le gustaba el trabajo de la chica, así que mataba dos pájaros de un tiro ayudándola.—Marcos, yo —comenzó a hablar María, y Marcos le tomó la mano mientras negaba con la cabeza y le miraba con algo que parecía una mezcla de súplica y compasión.—No, no puedes negarte —declaró el joven hombre—. Te marcaré cuando les debas dar de comer a los peces, así no lo olvidarás, y te pondré condiciones para quedarte: no puede
—Soy María Aragall, mucho gusto —se presentó María a su “nueva musa”, cómo Marcos había sugerido que la llamara.—Hola, Mari —saludó Sofía—, estaba ansiosa por conocerte. Soy Sofía Lucio y, a partir de este momento, estaré trabajando contigo.Mari aceptó la mano que la mujer le tendía al frente, entonces sonrió un poco menos nerviosa de cómo había llegado a esa preciosa casa a la que Marcos la había llevado minutos atrás y quien, tras presentarlas, se despidió de ambas y volvió a la oficina para seguir con su trabajo.» ¿Estás nerviosa? —preguntó Sofía, al ver a la chica tal como la describía: nerviosa.Sofía no quería confirmar sus sospechas, lo que ella quería era establecer conversación.—Más que nerviosa, yo diría que estoy preocupada —señaló la joven—, es mi primera vez escribiendo para alguien.Sofía sonrió. También era la primera vez abriendo el baúl de los recuerdos para que alguien más los tocara y los pusiera en un lugar a la vista. Pero se había imaginado su historia imposib
En eso estaba su cabeza, cuando el sonido de su celular le devolvió al mundo.—¿Qué tal te fue? —preguntó Marcos a la chica que le había tomado la llamada recién.—Bastante bien —aceptó Mari—, y de todas formas me siento ansiosa y asustada.—¿No estarás más bien emocionada?—Yo más bien me siento emocional.—¿Y no es normal sentirse así? Estás por iniciar algo nuevo, es justo sentirse ansioso, asustado y emocional.—No suele pasarme. Sentirme emocionada sí, emocional no.—¿Tienes idea de por qué es diferente este inicio a otros?—No lo sé, y, en realidad, no lo he pensado mucho.—Deberías pensarlo, puede darte una pista valiosa para alcanzar el objetivo de escribir esta historia.—Sí, lo haré. Gracias por el consejo.—Es un placer. Por cierto, te hablé para que alimentes mis peces.—Cierto, gracias por recordarme. No sé qué sería de esos pobres animales si no estuvieras al pendiente de ellos.—Bueno, ellos son mi responsabilidad, en primer lugar, pero no puedo mover el acuario por un m
—Va de maravilla —indicó Sofía al leer el nuevo tramo de novela que Mari le había llevado personalmente.Al inicio la joven escritora le había estado mandando por correo sus avances a su editor, y era él quien, tras hacer correcciones, le hacía llegar una copia a Sofía Lucio, pero un día ambas mujeres comenzaron a reunirse a tomar el té mientras Sofía leía o escuchaba a Mari leer.Esa era una manera más eficaz, ya que los cambios que Sofía requería, que nunca fueron muchos, no pasaban por un intermediario que pudiese cambiar alguna palabra o intensión; además, tras iniciar la historia, Sofía recordó detalles lindos que se incluían en la historia de primera mano.Mari pensó que estaba bien, pues, cuanto más tiempo pasaba, y ella más cosas bellas escribía, su corazón parecía resanarse; ella incluso llegó a emocionarse con algunas partes que nacían de sus dedos desde el corazón de la solicitante.—Me alegra que te esté gustando —señaló la escritora— y, si te soy sincera, también estoy emo
Había pasado un mes exacto de que iniciara todo y María Aragall debía dejar atrás la comodidad de una vida que no era suya y comenzar con sus propios recursos. Marcos había dicho que estaba bien que ella ocupara por un tiempo más el lugar, pero ella no podía seguir abusando de los sentimientos de ese hombre al que no se decidía a corresponder; así que María necesitaba sacudirse el confort y poner los pies en la tierra, por eso volvió a un sitio que poco a poco desocupaba, mientras mudaba todo lo que había llevado con ella a su nuevo departamento, uno tan diferente al de Marcos que le sabía un tanto mal. De nuevo la llamada de Marcos le sacó de sus pensamientos, y ella respondió tan emocionada como siempre que el nombre de ese hombre aparecía en la pantalla de su teléfono. Eso era algo que le encantaba: que él llamara, a pesar de que ella hubiera confesado haberse acostumbrado a alimentar a sus peces. —¿Qué tal fue todo? —hizo el hombre la pregunta que siempre iniciaba charlas demasi