Yo me muero con estos dos divinos. Pura miel jaja. Espero les guste. Recuerden comentar, reseñar y dar like
Después de esa noche, al día siguiente, reunieron a las familias para darles la noticia. Estaban oficialmente juntos. Para todos seguía siendo un asombro que ese par se amara, pero bastaba verlos a los ojos para descubrir el inmenso amor que sentían por el otro, y del que nunca sospecharon, pues allí mismo se enteraron de que sus sentimientos no habían nacido de un día para el otro.Aunque no todo fue felicidad, pues Siena, la hermana de ambos, se mostró traicionada por parte de ambos. Ninguno fue capaz de decirles los sentimientos que guardaban. Se suponía que eran mejores amigas y él… era su hermano. Pero al final consiguieron convencerla, pues no estaban seguros de cómo todos lo tomarían.Amelia y Emma tuvieron esa conversación como madre de los jóvenes enamorados. La verdad es que se alegraban por ellos. Ambas sabían que ninguno podría encontrar mejores parejas. Eran el uno para el otro, y la edad, bueno, Emma tuvo que convencer a Matías de que ella apenas tenía veinte cuando se co
— ¿Qué…diablos significa esto? — se preguntó. El móvil temblando entre sus dedos. Su pecho, de pronto, bajando y subiendo.Comenzó, con desconcierto, a pasar y a detallar cada una de las fotos. El rostro de Mía, su Mía, estaba dibujado en cada una de las fotografías, y junto a ella, en una situación verdaderamente cuestionable, se encontraba un hombre de más o menos su edad. Parecía la habitación de un… hotel.No, no. ¿Qué estaba pasando? Pasó un trago. Eso era verdad. Esa no era su novia. La mujer que amaba. No podía serlo. Se negaba.“¿Quién diablos eres?” Envió un mensaje, exigiendo tener una respuesta que no llegó. Pero pensó rápidamente, pues quien sea que esté detrás de esas fotografías, buscaba algo… y no podía tratarse de nada bueno.Marcó el número de su padre.— ¿Papá?— Hijo, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? Te escucho… preocupado.— Necesito que me ayudes con algo, pero… tienes que ser muy discreto. Madre, ni nadie, puede enterarse de esto.— Cristóbal, ¿Qué ocurre, hijo? Me estás a
Los padres de Mía y Cristóbal acudieron al hospital tan pronto se enteraron, y es que, aunque Mía creyó que no era necesario, Matías le había hecho prometer al novio de su hija que, cualquier cosa que llegara a pasar en el futuro con ella, exigía saberlo. No iba a romper su confianza.Estuvieron en sala de espera durante una hora mientras la evaluaban, y aunque los padres de la joven eran los más preocupados, Cristóbal lo estaba todavía más.Hasta que al fin salió el doctor con noticias.— No se preocupen, todavía estamos haciéndole varios estudios. Hay algo que… no nos gusta y queremos asegurarnos por el bien de ella y de la criatura.Todos se miraron los rostros, pero fue Cristóbal quien preguntó.— ¿La… criatura, doctor?— Sí, señor. La joven está embarazada de cuatro semanas. ¿No lo sabían?Ante la revelación, todos se quedaron lívidos, incluyendo a Cristóbal.— ¿Embarazada, doctor? ¿Mi hija está embarazada? ¿Está seguro de eso? — preguntó Matías de repente, dando un paso al frente
Mía había sido de alta cuando su padre entró a la habitación.— Hola, mi pequeña.— Papá.Matías besó la frente de su adorada hija y colocó su mano sobre la suya.— ¿Cómo te sientes?— Mejor, pero… ¿tú ya lo sabes? — el padre de la joven asintió con una media sonrisa — ¿Estás enojado?— Nunca, mi amor. Ven aquí, déjame darte un abrazo.— Ah, papá — Mía resolló, pero de alegría, y alzó el rostro con ojos brillantes — Sé que soy demasiado joven, pero… he soñado toda mi vida con este momento, ¿sabes? Amo a Cristóbal, amo a este bebé y… me siento tan feliz.— Lo sé, lo veo en tus ojos — tomó sus mejillas — Y todo lo que te haga feliz a ti, hará feliz a papá y a mamá, ¿de acuerdo?Mía asintió.— Gracias, papá.— Ahora es hora de ir a casa, vamos, arriba.— Pero estoy esperando a Cristóbal. Él… prometió que vendría por mí.Matías exhaló. Acababa de colgar con Cristóbal.— Cariño, Cristóbal no vendrá, pero estoy yo aquí. Vamos a casa y…— ¿Qué? No, ¿Por qué? Él… lo prometió. Prometió que vend
Los celos, el miedo, la incredulidad. Todo revolvía el estómago de Mía hasta quererla hacer vomitar.Corrió hacia el cuarto de baño y se arrodilló en el excusado, devolviéndolo todo. La imagen de Cristóbal y esa mujer todavía reproduciéndose en su cabeza.No, no podía ser.Cristóbal…Él no era así.Él… pero de pronto recordó el pasado.Tenía Quince. Ella y Siena se habían escabullido a una fiesta de Cristóbal y sus amigos. Inocentemente, ajena a ese mundo de alcohol y fiestas, había terminado mareada en el baño. Molesto, Cristóbal ordenó al chofer que las llevara a casa, que ese no era un lugar para ellas. Las dos jovencitas obedecieron, pero, antes de irse, Mía giró la cabeza para ver por última vez a Cristóbal, y al hacerlo, él ya la veía, pero de un momento a otro tomó el brazo de una muchacha y la besó de forma expresiva frente a ella. Había sido la primera vez que le rompía el corazón.Al volver a la realidad, se incorporó y salió del baño. Alguien llamó a su puerta, pero pidió qu
En cuanto se quedó sola, el mundo de Mía colapsó. Se llevó las manos a la boca para contener el llanto y se hizo un ovillo en la cama, abrazada a lo único que le daría fuerzas a partir de ahora.— Tranquilo, bebé, tranquilo. Yo siempre estaré contigo — prometió la joven futura madre, hasta que se quedó profunda.Mientras tanto, Cristóbal, llegó a su apartamento como si su alma hubiese abandonado su cuerpo, pues era consciente del increíble dolor que estaba causándole a la mujer que amaba, a la que iba a darle un hijo, Dios. ¡Un hijo de ambos! ¿Cómo… pudo permitir que algo así pasara? ¿Cómo pudo darle el poder a Lucrecia para separarlos? Pero era lo mejor, lo mejor en ese momento. Mía no iba a estar bajo juicio de la gente, menos en su estado. Lo hacía por ella, porque la amaba y cuidaba, muy a pesar de que ahora no lo comprendiera.Cerró la puerta y se quitó el nudo de la corbata, aventándola a cualquier lado con fastidio y rabia consigo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ser las cos
Los siguientes días, para ambos, transcurrieron lentos, y mientras Mía se refugiaba en lo único que en ese momento la mantenía despierta; el bebé de sus entrañas, Cristóbal no soportaba estar dentro de su propia piel. Se odiaba. Se odiaba con profundidad por no saber cómo diablos iba a resolver todo aquello, mientras estaba lejos de la mujer que amaba. Que amaría por siempre.Una semana pasó.Los padres de la joven embarazada se mostraban preocupados, y no solo porque apenas y hablaba y compartía la mesa con ellos, sino que sentían que, de a poco, la estaban perdiendo.Por su lado, los padres de Cristóbal estaban igual de conmocionados con todo lo que estaba ocurriendo. Ninguno de los dos estaba listo para hablar, ni siquiera con ellos.No fue hasta que una noche, cuando pasaba por su habitación, que Matías escuchó el sollozo de su unigénita, y a pesar de las insistencias de Emma para que no cometiera una imprudencia, no hizo caso, y se plantó en la nueva oficina de Cristóbal en las em
Matías llamó a Santiago. Sabía que su jefe de seguridad era pieza importante para dar fin a todo aquello cuanto antes, pero, para sorpresa de todos, el hombre ya había comenzado su propia investigación hace varios días, y aunque no había logrado dar con nada, no se detendría. Pero tampoco era suficiente. Tenían que ganarle al tiempo, así que Matías llamó a su contacto del bar en el que ocurrió todo.— Sé que alguien de tu equipo vendió videos muy delicados a alguien. ¿Sabes que puedes ir preso por esto?— Matías, yo…— ¿Y qué todos tus locales pueden ser cerrados?— No lo sabía, te lo juro. Pero voy a averiguarlo y lo arreglaré.— No, yo te diré cómo arreglarlo — después colgó. Le daría tiempo a conseguir al culpable.Entrada la noche, a Cristóbal se le ocurrió algo. Una amiga de Lucrecia. Ella siempre había tenido cierto interés en él, así que no sería muy difícil dar con algo que Lucrecia escondiera y usara en su contra, además de lo que en ese momento tenía. En embarazo de un hijo q