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Los celos, el miedo, la incredulidad. Todo revolvía el estómago de Mía hasta quererla hacer vomitar.Corrió hacia el cuarto de baño y se arrodilló en el excusado, devolviéndolo todo. La imagen de Cristóbal y esa mujer todavía reproduciéndose en su cabeza.No, no podía ser.Cristóbal…Él no era así.Él… pero de pronto recordó el pasado.Tenía Quince. Ella y Siena se habían escabullido a una fiesta de Cristóbal y sus amigos. Inocentemente, ajena a ese mundo de alcohol y fiestas, había terminado mareada en el baño. Molesto, Cristóbal ordenó al chofer que las llevara a casa, que ese no era un lugar para ellas. Las dos jovencitas obedecieron, pero, antes de irse, Mía giró la cabeza para ver por última vez a Cristóbal, y al hacerlo, él ya la veía, pero de un momento a otro tomó el brazo de una muchacha y la besó de forma expresiva frente a ella. Había sido la primera vez que le rompía el corazón.Al volver a la realidad, se incorporó y salió del baño. Alguien llamó a su puerta, pero pidió qu
En cuanto se quedó sola, el mundo de Mía colapsó. Se llevó las manos a la boca para contener el llanto y se hizo un ovillo en la cama, abrazada a lo único que le daría fuerzas a partir de ahora.— Tranquilo, bebé, tranquilo. Yo siempre estaré contigo — prometió la joven futura madre, hasta que se quedó profunda.Mientras tanto, Cristóbal, llegó a su apartamento como si su alma hubiese abandonado su cuerpo, pues era consciente del increíble dolor que estaba causándole a la mujer que amaba, a la que iba a darle un hijo, Dios. ¡Un hijo de ambos! ¿Cómo… pudo permitir que algo así pasara? ¿Cómo pudo darle el poder a Lucrecia para separarlos? Pero era lo mejor, lo mejor en ese momento. Mía no iba a estar bajo juicio de la gente, menos en su estado. Lo hacía por ella, porque la amaba y cuidaba, muy a pesar de que ahora no lo comprendiera.Cerró la puerta y se quitó el nudo de la corbata, aventándola a cualquier lado con fastidio y rabia consigo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ser las cos
Los siguientes días, para ambos, transcurrieron lentos, y mientras Mía se refugiaba en lo único que en ese momento la mantenía despierta; el bebé de sus entrañas, Cristóbal no soportaba estar dentro de su propia piel. Se odiaba. Se odiaba con profundidad por no saber cómo diablos iba a resolver todo aquello, mientras estaba lejos de la mujer que amaba. Que amaría por siempre.Una semana pasó.Los padres de la joven embarazada se mostraban preocupados, y no solo porque apenas y hablaba y compartía la mesa con ellos, sino que sentían que, de a poco, la estaban perdiendo.Por su lado, los padres de Cristóbal estaban igual de conmocionados con todo lo que estaba ocurriendo. Ninguno de los dos estaba listo para hablar, ni siquiera con ellos.No fue hasta que una noche, cuando pasaba por su habitación, que Matías escuchó el sollozo de su unigénita, y a pesar de las insistencias de Emma para que no cometiera una imprudencia, no hizo caso, y se plantó en la nueva oficina de Cristóbal en las em
Matías llamó a Santiago. Sabía que su jefe de seguridad era pieza importante para dar fin a todo aquello cuanto antes, pero, para sorpresa de todos, el hombre ya había comenzado su propia investigación hace varios días, y aunque no había logrado dar con nada, no se detendría. Pero tampoco era suficiente. Tenían que ganarle al tiempo, así que Matías llamó a su contacto del bar en el que ocurrió todo.— Sé que alguien de tu equipo vendió videos muy delicados a alguien. ¿Sabes que puedes ir preso por esto?— Matías, yo…— ¿Y qué todos tus locales pueden ser cerrados?— No lo sabía, te lo juro. Pero voy a averiguarlo y lo arreglaré.— No, yo te diré cómo arreglarlo — después colgó. Le daría tiempo a conseguir al culpable.Entrada la noche, a Cristóbal se le ocurrió algo. Una amiga de Lucrecia. Ella siempre había tenido cierto interés en él, así que no sería muy difícil dar con algo que Lucrecia escondiera y usara en su contra, además de lo que en ese momento tenía. En embarazo de un hijo q
En cuanto Cristóbal entró a la habitación, encontró a Mía con la mirada perdida en la ventana. Llovía.Ella alzó el rostro tan pronto advirtió su presencia, y por un segundo, se quedó sin aliento.— ¿Cristóbal? — musitó, incrédula — ¿Qué estás haciendo aquí?— Vine en cuanto me enteré de lo que pasó. El doctor ha dicho que fue solo un susto, pero necesitaba saber si… de verdad te encontrabas bien — aquellos perfectos ojos atormentados lo tenían prendado.Mía bajó la mirada y jugó con sus dedos.— No es como si te importara — respondió con dolor y Cristóbal cerró los ojos, acercándose.— Mía, me importa. Mi responsabilidad contigo y nuestro hijo no ha cambiado.— Claro, lo que no estás seguro es de querer pasar el resto de tu vida con nosotros, como una… familia — mencionarlo dolía. Dolía muchísimo. Ella lo amaba y sentía que le faltaba el aire.— Mía…— ¿Cómo puede ser tan fácil para Cristóbal?— No lo es.— No es lo que parece — admitió con valentía.Cristóbal exhaló y se acercó a la
— Dios, Mía, ¿estás segura? Pero… la tía Emma y el tío Matías…— Lo entenderán, pero es lo que necesito ahora, por favor. Te lo suplico.— Ah, Mía, sabes que no me tienes que suplicar nada. Eres mi mejor amiga desde que éramos niñas, por supuesto que te ayudaré. Sobre todo, si el tonto de mi hermano te ha lastimado a ti y a mi sobrino. Lo arreglaré todo, iré a tu casa y te avisaré cuando lo tenga listo, ¿vale? ¿Quieres que vaya por ti?— No. Sé de una persona que puede llevarme al aeropuerto.— De acuerdo. Te quiero. No lo olvides.— Y yo a ti, Sien.Después de colgar, con dedos temblorosos y el corazón encogido, Mía marcó el número de aquel hombre que la quería tanto como a una hija.— ¿Santiago?Mientras tanto, en la sala de espera, continuaba la familia. El doctor les recordó respecto a la estadía de Mía en el hospital hasta la mañana siguiente, así que no tenía caso que siguieran allí, que podían volver a casa.— No quiero irme. Quiero estar con ella.— Cariño, estos últimos días n
Mía llegó a ese lugar que sus padres habían comprado para ella en su cumpleaños número dieciséis, y del que tenía su llave desde entonces. Era un pequeño apartamento en el centro de Zúrich, la ciudad que vio crecer a su madre y de la que se había enamorado eternamente desde el día uno.Todo estaba como lo recordaba, decorado perfectamente a su gusto. Sonrió en medio de su dolor. Dejó su equipaje a un lado y cumplió con su promesa de enviarle un mensaje a Siena en cuanto llegara antes de abrir todas las ventanas y dejar que el aire ventilara. Desde allí, tenía una vista preciosa. La ciudad. Su gente. Sus luces. Se llevó las manos al vientre y se recargó contra el alfeizar, pensativa y nostálgica.— Este será nuestro nuevo hogar bebé. Ya verás lo felices que seremos aquí — le prometió con orgullo, aunque en el fondo no estaba segura de cómo lo haría, y no por qué su vida se redujera a Cristóbal, sino porque lo amaba y lo echaba de menos.Los días comenzaron a transcurrir. No había día qu
Lo compartió todo con su padre y Matías. Estos lo apoyaron en cuanto a las decisiones que estaría por tomar. Primero, enfrentaría a Lucrecia con la evidencia que tenía en su poder, y segundo, buscaría a Mía y le pediría perdón por haber tenido que hacer todo esto. Lo haría de rodillas, de ser necesarios, suplicaría, no le importaba.No le importaba nada, salvo tenerla a ella y a su hijo de regreso.Lo arregló todo, y esa misma noche, tomó un vuelo a España, llegando al día siguiente a su encuentro. La tomó por sorpresa. Estaba en una reunión importante en su empresa. Era una CEO de armas tomar, la heredera del legado que habían construido sus padres y que casi lo perdía todo, de no haber sido por él.Entró a la sala con la arrogancia que lo caracterizaba, pidiendo hablar por ella. No iba a moverse de allí. Lucrecia aceptó, ordenando a todos que se retiraran.Cristóbal no se fue con rodeos y le restregó en sus caras absolutamente todo. Desde la evidencia de la interrupción de su embaraz