¡La historia de Matías esta aquí! Si llegamos a los 100 likes, podre continuar escribiéndola. Así que expresen su aceptación por esta historia comentando, reseñando y dejando sus likes, chicuelas.
Llamadas y mensajes de textos sin contestar.Emma había estado tratando de contactarlo durante los últimos días y Matías solo podía pensar en lo idiota que había sido a lo largo de ese año.— Señor, el jet está listo. Despegamos en dos horas — Santiago Torres, su secretario privado y jefe de escoltas, lo sacó de sus cavilaciones. Pero no respondió — ¿Señor?— ¿Qué? — contestó de mala gana, pues en serio estaba que ni el sol lo calentaba.— También me informan de recepción que… la señorita Emma está aquí.Al fin alzó el rostro. ¿Cómo diablos se atrevía a buscarlo? Pensó con impotencia.— Que no la dejen entrar.Santiago frunció el ceño.— ¿Señor?— ¡Ya me escuchaste, carajo! ¡Qué no la dejen entrar!Desconcertado, el hombre terminó por asentir.— Sí, señor — entonces comunicó la orden de su jefe al equipo de recepción.Una hora más tarde, su equipaje ya estaba listo.— Nos vamos — anunció con esa frialdad que ahora lo cobijaba y salió del pent-house. Esa misma mañana lo había arreglado
Tres meses después…Matías había intentado retomar el rumbo de su vida, cosa que no había logrado por completo. No había noche o día en que Emma no apareciera en sus pensamientos y ya no lo soportaba. ¿Cuándo la olvidaría? ¿Cuándo… diablos lo conseguiría?No había vuelto a ser el mismo y eso era algo de lo que las personas que lo querían ya habían comenzado a darse cuenta.La llamada de su amigo Cristóbal lo trajo de regreso al presente.— Cristóbal — intentó sonar alegre.— Sé te da fatal fingir que estás bien — le respondió este enseguida.— No sé de qué hablas.— Matías, te conozco, ¿recuerdas? Y ya desde hace algunos meses te noto distante. Exactamente, después de lo que te dije aquella vez. ¿Qué fue lo que pasó?— No pasó nada.— Matías…En eso, su jefe de escoltas entró por la puerta.— Me tengo que ir, ¿de acuerdo? El trabajo me llama.— El trabajo no lo es todo. ¿Cuándo volverás a Brazil? Te echamos de menos por aquí.— No lo sé. Te avisaré cuando llegue ese día — y colgó.Cris
Aterrizó en el aeropuerto privado de Zúrich entrada la madrugada, y apenas amaneció, puso a toda su gente a buscarla.— Quiero una respuesta esta misma tarde — les ordenó a todos antes de que desaparecieran por la puerta, quedándose únicamente con su secretario y jefe de escoltas.— Señor, ¿puedo saber cuáles son sus planes cuando encuentre a la muchacha? — le preguntó el hombre.— Primero, asegurarme de que ese hijo sea mío, y si lo es, no puedo consentir que nazca y se eduque junto a una mujer como… ella — mencionar su nombre todavía le dolía.Su jefe de escoltas guardó silencio con verdadero asombro. No lo había escuchado hablar jamás de esa forma. Era otro. Se había convertido en otro.— De acuerdo, señor — entonces lo dejó solo, y Matías se deshizo de esa máscara de frialdad con la que había estado cubriendo durante meses a un hombre herido.— Un hijo — musitó para sí mismo, y miró a través de la ventana.Ella estaba embarazada de un hijo que podía ser suyo. Un hijo que quizás hab
Cuando llegaron al hospital, un equipo médico ya los esperaba.— Mujer. Veintidós años. Gestante y posible riesgo de aborto — cuando Matías escuchó que un doctor le decía a otro aquello último a medida que la trasladaban en una camilla, lo detuvo por el brazo de forma abrupta.— ¿Qué quiere decir con… posible riesgo de aborto? — su voz se escuchó más preocupada que de costumbre.— Que no podemos descartarlo. El estado en el que ha llegado la joven no solo es alarmante para ella, sino para el feto.Pero Matías negó con la cabeza.— Tiene que poder hacer algo por los dos — la vida de su hijo era tan importante como la de Emma.El doctor asintió.— Haremos todo lo posible, señor. Con permiso.Pero antes de irse, Matías volvió a detenerlo.— No quiero lo posible. Necesito que haga lo imposible para salvarlos — sentenció con una autoridad que estremecería a cualquiera.— Será así, señor.Entonces desapareció por el pasillo, y junto a él, Emma y su hijo.Matías se quedó mirando la puerta de
Hubo un momento de silencio en el que Matías evaluó a Emma. La conocía. Carajo. La conocía demasiado bien como saber que, cuando jugaba nerviosa con sus dedos, era porque no estaba segura de lo que decía.Entornó los ojos y dio un paso hacia ella.— No te creo, y como existe la posibilidad de que ese hijo sea mío, me aseguraré de pedir una prueba de paternidad.Dentro de su doloroso estado, Emma pasó un trago, y lo miró horrorizada. Sus palabras eran amenazantes y no sabía lo que Matías se proponía. Tampoco estaba segura de querer averiguarlo.— No sé por qué crees estar seguro de que… mi hijo es tuyo — defendió sin fuerza en su voz.— Porque sé que el tiempo que tienes, es el mismo que cuando compartías la cama conmigo. Claro, sé que también podría ser de otros, pero…— ¿Qué? — Emma lo interrumpió, asombrada y herida por el insulto en sus palabras —. Sé qué crees que me metí fácilmente en tu cama, Matías, pero… de allí a pensar que estuve con alguien más. Yo nunca…— ¿Qué? ¿Dirás que
Le dieron el alta tres días después, y aunque Matías no se había movido del hospital desde entonces, no volvió a entrar a verla, no cuando la mujer, que probablemente le iba a dar un hijo, lo desestabilizaba de aquella forma.— ¿Lo tienes? — le preguntó Matías a su jefe de escoltas cuando lo vio llegar.— Sí, señor — y le entregó un sobre con el documento de viaje en el interior.Matías lo revisó y asintió.— Bien, prepáralo todo para que volemos mañana a primera hora.— Enseguida, señor.Cuando desapareció de su campo de visión, Matías tomó el aire y se dirigió a la habitación de Emma.Emma alzó el rostro al escuchar que la puerta se abría, y entonces lo vio. Lucía tan imponente como siempre dentro de aquel traje de firma. Era fácil cortarle el aire a cualquier mujer.Entró sin mirarla y colocó un sobre frente a ella.— ¿Qué… es? — quiso saber. No había vuelto a verlo después de aquel día, incluso, creyó que había desistido de aquella idea de… llevarla a Brasil.— Es tu pasaporte, vol
Cuando una bondadosa enfermera la ayudó a asearse y a peinarse, dos de los escoltas de Matías entraron luego de llamar a la puerta.— Señorita Emma, tengo órdenes de…— Lo sé — lo interrumpió con voz apagada, y se despidió amablemente de aquella dulce mujer y tomó el pequeño bolso que le había facilitado con algunas cosas personales. Todas enviadas por Matías.— Permítame — le dijo uno de los hombres del padre de su bebé con amabilidad.— Yo puedo llevarlo.— Lo sé, señorita, pero es mi trabajo. Usted está con mi jefe y mi deber es servirle también.Las mejillas de Emma se sonrojaron.— Él y yo… no estamos juntos — replicó con la mirada baja, y en eso, apareció Matías por detrás, estresado por la tardanza.— Por supuesto que no lo estamos — dijo con arrogancia, y miró a uno de sus nuevos escoltas con cierto enojo —. No es para esto que te pago, así que muévete — y le quitó la maleta de mano. Él mismo la llevaría. Luego, se dirigió a Emma —. Camina.Emma obedeció sin entusiasmo, pero ta
Matías no pudo conciliar el sueño esa noche, no después del beso que le había robado a Emma, y que, cínicamente, ella le había correspondido. ¿Qué carajos le había pasado? ¿Por qué tuvo que dejarse llevar por lo que… irremediablemente sentía?Eso no podía volver a repetirse.Echó un vistazo al reloj en su veladora. Casi las tres de la mañana.— ¡Esto es el colmo! — gruñó, y se tapó la cara con la almohada en un acto desesperado.Saltó fuera de la cama apenas se dibujó el alba. Iba a ser un completo caso perdido si insistía en dormir, pues la mujer a dos habitaciones lejos de la suya, no solo le estaba robando el sueño, sino lo poco que le quedaba de cordura.Se alistó en menos de nada, y en un par de minutos, bajó a la sala principal.— Buenos días, señor — ya su jefe de escoltas estaba allí.— Buenos días. ¿Emma ya bajó?— No, señor, llevo una hora aquí y no la he visto.Matías suspiró.— ¿Lo tienes todo listo ya?— Sí, usted dirá cuando volamos.— En este momento. Prepara el auto — y