Pobre Emma :( por lo que ha tenido que pasar. Muchas gracias por leer. No olviden comentar, reseñar y dar like si les gusta la historia. Es muy importante para mi y me ayuda a continuarla y no me pidan cerrarla.
Cuando llegaron al hospital, un equipo médico ya los esperaba.— Mujer. Veintidós años. Gestante y posible riesgo de aborto — cuando Matías escuchó que un doctor le decía a otro aquello último a medida que la trasladaban en una camilla, lo detuvo por el brazo de forma abrupta.— ¿Qué quiere decir con… posible riesgo de aborto? — su voz se escuchó más preocupada que de costumbre.— Que no podemos descartarlo. El estado en el que ha llegado la joven no solo es alarmante para ella, sino para el feto.Pero Matías negó con la cabeza.— Tiene que poder hacer algo por los dos — la vida de su hijo era tan importante como la de Emma.El doctor asintió.— Haremos todo lo posible, señor. Con permiso.Pero antes de irse, Matías volvió a detenerlo.— No quiero lo posible. Necesito que haga lo imposible para salvarlos — sentenció con una autoridad que estremecería a cualquiera.— Será así, señor.Entonces desapareció por el pasillo, y junto a él, Emma y su hijo.Matías se quedó mirando la puerta de
Hubo un momento de silencio en el que Matías evaluó a Emma. La conocía. Carajo. La conocía demasiado bien como saber que, cuando jugaba nerviosa con sus dedos, era porque no estaba segura de lo que decía.Entornó los ojos y dio un paso hacia ella.— No te creo, y como existe la posibilidad de que ese hijo sea mío, me aseguraré de pedir una prueba de paternidad.Dentro de su doloroso estado, Emma pasó un trago, y lo miró horrorizada. Sus palabras eran amenazantes y no sabía lo que Matías se proponía. Tampoco estaba segura de querer averiguarlo.— No sé por qué crees estar seguro de que… mi hijo es tuyo — defendió sin fuerza en su voz.— Porque sé que el tiempo que tienes, es el mismo que cuando compartías la cama conmigo. Claro, sé que también podría ser de otros, pero…— ¿Qué? — Emma lo interrumpió, asombrada y herida por el insulto en sus palabras —. Sé qué crees que me metí fácilmente en tu cama, Matías, pero… de allí a pensar que estuve con alguien más. Yo nunca…— ¿Qué? ¿Dirás que
Le dieron el alta tres días después, y aunque Matías no se había movido del hospital desde entonces, no volvió a entrar a verla, no cuando la mujer, que probablemente le iba a dar un hijo, lo desestabilizaba de aquella forma.— ¿Lo tienes? — le preguntó Matías a su jefe de escoltas cuando lo vio llegar.— Sí, señor — y le entregó un sobre con el documento de viaje en el interior.Matías lo revisó y asintió.— Bien, prepáralo todo para que volemos mañana a primera hora.— Enseguida, señor.Cuando desapareció de su campo de visión, Matías tomó el aire y se dirigió a la habitación de Emma.Emma alzó el rostro al escuchar que la puerta se abría, y entonces lo vio. Lucía tan imponente como siempre dentro de aquel traje de firma. Era fácil cortarle el aire a cualquier mujer.Entró sin mirarla y colocó un sobre frente a ella.— ¿Qué… es? — quiso saber. No había vuelto a verlo después de aquel día, incluso, creyó que había desistido de aquella idea de… llevarla a Brasil.— Es tu pasaporte, vol
Cuando una bondadosa enfermera la ayudó a asearse y a peinarse, dos de los escoltas de Matías entraron luego de llamar a la puerta.— Señorita Emma, tengo órdenes de…— Lo sé — lo interrumpió con voz apagada, y se despidió amablemente de aquella dulce mujer y tomó el pequeño bolso que le había facilitado con algunas cosas personales. Todas enviadas por Matías.— Permítame — le dijo uno de los hombres del padre de su bebé con amabilidad.— Yo puedo llevarlo.— Lo sé, señorita, pero es mi trabajo. Usted está con mi jefe y mi deber es servirle también.Las mejillas de Emma se sonrojaron.— Él y yo… no estamos juntos — replicó con la mirada baja, y en eso, apareció Matías por detrás, estresado por la tardanza.— Por supuesto que no lo estamos — dijo con arrogancia, y miró a uno de sus nuevos escoltas con cierto enojo —. No es para esto que te pago, así que muévete — y le quitó la maleta de mano. Él mismo la llevaría. Luego, se dirigió a Emma —. Camina.Emma obedeció sin entusiasmo, pero ta
Matías no pudo conciliar el sueño esa noche, no después del beso que le había robado a Emma, y que, cínicamente, ella le había correspondido. ¿Qué carajos le había pasado? ¿Por qué tuvo que dejarse llevar por lo que… irremediablemente sentía?Eso no podía volver a repetirse.Echó un vistazo al reloj en su veladora. Casi las tres de la mañana.— ¡Esto es el colmo! — gruñó, y se tapó la cara con la almohada en un acto desesperado.Saltó fuera de la cama apenas se dibujó el alba. Iba a ser un completo caso perdido si insistía en dormir, pues la mujer a dos habitaciones lejos de la suya, no solo le estaba robando el sueño, sino lo poco que le quedaba de cordura.Se alistó en menos de nada, y en un par de minutos, bajó a la sala principal.— Buenos días, señor — ya su jefe de escoltas estaba allí.— Buenos días. ¿Emma ya bajó?— No, señor, llevo una hora aquí y no la he visto.Matías suspiró.— ¿Lo tienes todo listo ya?— Sí, usted dirá cuando volamos.— En este momento. Prepara el auto — y
Matías fue el primero en despertar, y cuando lo hizo, notó que Emma estaba recostada sobre su hombro y sus manos se encontraban firmemente entrelazadas a las del otro.¿Qué carajos? Pensó, irritado consigo. Debía poner fin a esa clase de situaciones cuanto antes o…Alzó el rostro, y para todavía mayor sorpresa, sus hombres los observaban con incredulidad y asombro. Todos buscaron en qué entretenerse cuando Matías los atravesó con la mirada.Se incorporó con cuidado de no despertar a Emma y tomó su asiento principal. Santiago estaba en la Tablet.— ¿Cuánto falta para que aterricemos? — quiso saber, había perdido la noción del tiempo.— Seis horas, señor.Matías exhaló, asintiendo, y para cuando el piloto informó que aterrizarían pronto, se percató de que Emma seguía durmiendo. Echó un vistazo al reloj, sorprendido por las horas en que podía dormir sin interrupciones, pero no se preocupó. Esas fueron una de las cosas que el doctor le dijo que pasarían hasta que comenzara a recuperar fuer
Matías se encontraba en la biblioteca cuando escuchó la puerta abrirse.— Cariño, ¿puedo pasar? — preguntó su abuela.— Por supuesto, abuela, pasa — y señaló el asiento frente a él para que lo ocupara.— Lamento importunarte, seguro estás muy ocupado, pero quería hablar contigo.Matías asintió, dejando lo que estaba haciendo a un lado.— Se trata de Emma, ¿no es así? Imagino que la tía Reina ya te puso al tanto de todo, ¿no?Pero la dulce mujer negó.— No he hablado con ella en toda la tarde, pero ya que parece que hay algo que debo saber sobre esa muchacha, ¿me lo dirás?— Sí, bueno, no hay mucho que decir, en realidad — se pellizcó el puente de la nariz antes de comenzar a hablar —. Emma es una mujer que conocí en mi estadía en Zúrich, pasó lo que tuvo que pasar y ahora está esperando un hijo que podría ser mío.— ¿Podría? O sea… ¿no estás seguro? — quiso saber la dulce abuela con interés.— Escucha, abuela. Sé que Emma te cautivó desde el primer momento en el que entró por esa puert
— ¿Y bien? — preguntó después de largos segundos de silencio.— Yo… no sé de lo que estás hablando — mintió, por supuesto, que lo sabía. Esa pesadilla otra vez. El temor a que esos hombres cumplieran la promesa de hacerle daño la atormentaba constantemente.— No mientas. Te escuché, así que responderás ahora.Emma sintió en ese momento esas terribles ganas de decirle que él era ese hombre, pero… ¿Qué sentido tendría? Él la creía la peor de las personas, y por más que le hablara con la verdad, no iba a creerla. Su imagen ante él era la de una mujer que lo había utilizado para sacarle dinero, pero no podía estar más equivocado.— Te dije que no sé de lo que estás hablando, Matías.Todavía con los puños apretados, se rindió.— Cómo sea, no es algo que me importe. Ahora baja al comedor, estamos esperando por ti.Con un leve asentimiento de cabeza, Emma se incorporó y se alisó un poco la ropa antes de seguirlo lo más cerca que pudo, pues los pasos de Matías eran firmes y los de ella apenas