¿Sera que las cosas se esclarecerán al fin para estos dos? GRACIAS POR LEER. Maravillosos comentarios y reseñas, sigan así, dejando muchos likes y bonitas opiniones.
Esa noche, Cristóbal no se despegó del lado de Amelia ni por un segundo. Matías se marchó entrada la media noche. Brazilia ya había llamado y se fue a dormir tranquila, sabiendo que la señora Cienfuegos ya estaba fuera de peligro.— ¿Por qué tienes la ropa mojada? — preguntó Amelia de pronto, llamando la atención de Cristóbal.— No es nada, ¿Por qué no duermes?— No, dime — le pidió, todavía con voz y semblante débil.Cristóbal suspiró.— Tuve que meterte a la tina para bajarte la fiebre y bueno, no me pasó por la cabeza cambiarme de ropa en ese momento.Las mejillas de Amelia se sonrojaron y lo miró asombrada. ¿Él… había hecho eso? No recordaba nada. Lo cierto es que se sentía fatal.— Deberías dormir. Son más de las doce.— ¿Y tú… te quedarás aquí? — preguntó, nerviosa.— ¿Te molestaría?Todavía con las mejillas ardiendo de rubor, Amelia negó, y Cristóbal sonrió.A la mañana siguiente, él aprovechó el alba para cambiarse al fin con la ropa que le había mandado Brazilia y llamó al hos
Por primera vez, Cristóbal sintió que había sido verdaderamente un completo estúpido. Su pecho subía y bajaba de rabia, de indignación, de… horribles sentimientos.— ¡Caterina!— Hijo, ¿qué pasa? ¿Qué son gritos? — preguntó la mujer al asomarse, nerviosa y contrariada.— Fuiste tú — la señaló, hirviendo.— ¿De qué hablas?— ¡Fuiste tú la que ordenó que pusieran la tarántula en la habitación de Amelia!— ¿Qué? ¡No! ¡Por Dios, hijo! ¿Cómo dices algo así?— ¡Deja de fingir! — le gritó — ¡Admite que fuiste tú! ¡Que todos estos años… has sido tú la que me separó de Amelia!Caterina negó, horrorizada por la autoridad con la que su hijo hablaba.— No, hijo, tienes que escucharme. Yo… — al intentar acercarse a él y tomar su mejilla, el CEO Cristóbal capturó su muñeca en el vuelo, y la miró con ojos envenenados.— No me toques — le ordenó —. No me toques con las mismas manos que destruiste a mi familia.— ¡Ella no es tu familia!— ¡Es la mujer que amo y madre de mi hijo! ¡Por supuesto que lo es
— Nos quedaremos aquí por lo pronto, hasta que podamos escoger la casa correcta para los tres, ¿te parece? — le propuso Cristóbal a Amelia, luego de haber llevado al pequeño Cristóbal a su nueva habitación. Esta vez quería hacer las cosas bien. Amelia barrió el lugar con la mirada — ¿Qué pasa? ¿No te gusta?— No es eso, es solo que… — confundida, negó con la cabeza.Cristóbal tomó sus manos, instándola a mirarlo.— ¿Que qué? Puedes decirme lo que quieras.— Todo esto, Cristóbal. Yo… me siento muy confundida. Tu cambio de actitud conmigo. Tu madre…— Mi madre es la causante de todo esto —replicó—. De no haber sido por… lo que hizo en el pasado, tú y yo estaríamos juntos, ¿entiendes eso? Juntos, Amelia. Nuestro hijo habría crecido con sus padres, amándose el uno a la otra. Amelia, yo… te amo, te lo dije. Te amo y no pienso perder más tiempo del que ya hemos perdido. Quiero que…— Para, Cristóbal, por favor — le rogó, soltándose de sus manos —. Todo lo que me estás diciendo es… no solo di
Después de ese beso compartido, ninguno de los dos supo cómo conciliar el sueño. Cristóbal quería recuperar la confianza de Amelia… recuperarla a ella entera. Al mismo tiempo, en su habitación, Amelia seguía sin saber cómo sentirse.Las palabras de Cristóbal todavía vagaban por su mente. Un futuro juntos. Un futuro… los tres. Dios, la sola idea era un sueño, un cuento, pero… estaba tan herida, tan lastimada. Demasiadas cosas habían pasado entre ellos, cosas que no sabía si se podían reparar.Sin saber a qué hora, consiguió quedarse dormida, pero despertó a la hora. Ya era de día. Se alistó rápido y pasó primero por la habitación de su hijo. Se alertó al ver la cama vacía, pero, al escuchar una risa que provenía de la planta de abajo, suspiró de alivio.Bajó y no solo descubrió a su pequeño hijo en la cocina, sino a su padre también. Los dos con las mejillas sucias de harina.— ¡Mami! ¡Mami! — el pequeño se puso feliz al ver a su joven madre, y dejó lo que estaba haciendo, bajó de un ba
No, no, no…— ¡¿Cómo que se lo han llevado?! ¡¿Quién?! — exigió saber, ya para ese punto fuera de sí, desconcertado, asustado… preocupado. La enfermera lo veía con ojos asustados, tristes, sin saber qué decir, tan solo negaba con la cabeza.— No lo sé, señor, de repente me descuidé y… ya no estaba, por eso fui rápido a ver las cámaras de seguridad, pero…— ¿Pero qué? ¡Habla!— Un hombre…Cristóbal entornó los ojos.— ¿Un hombre? ¡Termina de hablar de una buena vez!— Un hombre se lo llevó.En ese momento, Cristóbal quiso golpear algo.— Muéstrame las cámaras — ordenó con voz críptica.La enferma asintió, pidiéndole con ese gesto que lo siguiera, y en cuanto Cristóbal tuvo frente a sí la escena en la que estaban secuestrando a su hijo, a su primogénito, tuvo que desatarse el nudo de la corbata porque de pronto comenzó a faltarle el aire, y se sintió increíblemente descompuesto.Se pasó la mano por el rostro, reaccionando. Debía actuar rápido y dar parte a las autoridades, así que sacó e
Cristóbal se quedó mirando la puerta de la habitación cuando tuvieron que usar la fuerza para sacarlo. Se mesó el cabello con desespero y aguardó, impaciente… enloqueciendo.Casi una hora después. El doctor salió. Las enfermeras lo siguieron.— Conseguimos estabilizarla, pero… Amelia no puede recibir otra fuerte impresión o esta vez no podremos hacer nada — Cristóbal sintió un aire de alivio y asintió con ligereza —. Puede pasar, solo recuerde lo que le acabo de decir.Cristóbal volvió a asentir, y esperó a que el equipo médico se retirara para entrar.Amelia alzó el rostro en cuanto lo vio, todavía presa de la angustia.— Cristóbal… — musitó, y él corrió a encontrarse con ella. No dudó en estrecharla contra su pecho y ella en dejarse abrazar — ¿En dónde está mi hijo, Cristóbal?Él se separó, con lágrimas de impotencia en sus ojos, y tomó sus manos entre las suyas. Le besó el dorso con anhelo y dedicación antes de relatarle lo que había sucedido.A medida que escuchaba, Amelia sentía q
Para el día siguiente, todo estaba previsto para el rescate, Cristóbal había sacado del banco el dinero en efectivo y el departamento policial se encontraba alerta a cualquier novedad cerca de la zona, aunque no enteramente involucrados.La integridad física del pequeño era lo primordial y no iban a exponerlo. Fue lo que pidió estrictamente el CEO Cienfuegos.— ¿Ya… te vas? — le preguntó Amelia a Cristóbal esa mañana. Su corazón latiendo un tanto apresurado.Cristóbal alzó la vista del móvil y la miró con adoración.— Todo va a salir bien. Cristóbal estará dentro de unas horas en nuestros brazos.Amelia asintió ligeramente, extrañamente agotada.— No regreses aquí sin él, por favor — le rogó, todavía asustada. Y es que hasta que no tuviese a su dulce niño con ella, no volvería a estar tranquila.Ahora era Cristóbal el que asentía, y atravesado por un impulso, tiró levemente de ella contra su pecho y besó su coronilla.— No lo haré, mi amor, no lo haré — prometió, al tiempo que Amelia a
— Lo sé, respecto a nosotros, creo que es momento de que tú y yo…— Espera, Cristóbal, por favor — le pidió —. Si, vamos a hablar de nosotros, pero no de lo que crees.Cristóbal frunció el ceño.— ¿Entonces…?— Lo que me pediste esta mañana, eso no va a poder ser.— ¿Por qué? No comprendo, Amelia. Creí que tú…— ¿Qué yo quería regresar contigo? Parece que no has aprendido como los años.Cristóbal la miró por largos segundos. No entendía nada. Ni siquiera parecía ella la que estuviese hablando.— Amelia, explícate, porque no estoy entendiendo nada.— Ya estoy cansada de fingir, Cristóbal. Ya me harté. Soporté mucho fingiendo todo este tiempo.— Amelia, ¿de qué hablas, por amor a Dios? ¿Fingir qué?Amelia hizo acopio de toda su fuerza para evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas, y a cambio sonrió con arrogancia.— Ay, Cristóbal. ¿De verdad pensabas que tú y yo podíamos arreglar algo?— ¿Por qué no? Tú me amas. Yo te amo. Tenemos un hijo que…— Nunca te amé, Cristóbal. Ni en el pasad