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Para el día siguiente, todo estaba previsto para el rescate, Cristóbal había sacado del banco el dinero en efectivo y el departamento policial se encontraba alerta a cualquier novedad cerca de la zona, aunque no enteramente involucrados.La integridad física del pequeño era lo primordial y no iban a exponerlo. Fue lo que pidió estrictamente el CEO Cienfuegos.— ¿Ya… te vas? — le preguntó Amelia a Cristóbal esa mañana. Su corazón latiendo un tanto apresurado.Cristóbal alzó la vista del móvil y la miró con adoración.— Todo va a salir bien. Cristóbal estará dentro de unas horas en nuestros brazos.Amelia asintió ligeramente, extrañamente agotada.— No regreses aquí sin él, por favor — le rogó, todavía asustada. Y es que hasta que no tuviese a su dulce niño con ella, no volvería a estar tranquila.Ahora era Cristóbal el que asentía, y atravesado por un impulso, tiró levemente de ella contra su pecho y besó su coronilla.— No lo haré, mi amor, no lo haré — prometió, al tiempo que Amelia a
— Lo sé, respecto a nosotros, creo que es momento de que tú y yo…— Espera, Cristóbal, por favor — le pidió —. Si, vamos a hablar de nosotros, pero no de lo que crees.Cristóbal frunció el ceño.— ¿Entonces…?— Lo que me pediste esta mañana, eso no va a poder ser.— ¿Por qué? No comprendo, Amelia. Creí que tú…— ¿Qué yo quería regresar contigo? Parece que no has aprendido como los años.Cristóbal la miró por largos segundos. No entendía nada. Ni siquiera parecía ella la que estuviese hablando.— Amelia, explícate, porque no estoy entendiendo nada.— Ya estoy cansada de fingir, Cristóbal. Ya me harté. Soporté mucho fingiendo todo este tiempo.— Amelia, ¿de qué hablas, por amor a Dios? ¿Fingir qué?Amelia hizo acopio de toda su fuerza para evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas, y a cambio sonrió con arrogancia.— Ay, Cristóbal. ¿De verdad pensabas que tú y yo podíamos arreglar algo?— ¿Por qué no? Tú me amas. Yo te amo. Tenemos un hijo que…— Nunca te amé, Cristóbal. Ni en el pasad
— Amelia… no puedes estar hablando en serio — replicó Cristóbal después de largos segundos en los que ambos se quedaron en completo silencio. Durante todo ese tiempo, él la miró con gesto incrédulo.Amelia bajó la mirada, y jugó nerviosa con sus dedos antes de hacerle frente y fingir ser alguien que no era.— Este matrimonio ya no tiene sentido, Cristóbal. Yo ya conseguí un corazón y…— No, no, espera, no sigas, no sigas, por favor — le rogó, desconcertado.— Cristóbal…Pero él continuó negando.— ¿Estás vengándote? ¿Es eso? — quiso saber, ya desesperado — ¿Estás vengándote por lo despiadado que fui contigo todo este tiempo?— Si eso te hace sentir mejor — respondió Amelia, encogiéndose de hombros, mostrándose completamente indiferente, aunque en el fondo sentía que iba a desfallecer.Dios, ¿Qué estaba haciendo? Pensó para sus adentros, con profundo dolor.— Nada de esto puede ser cierto. Tú no eres así. Yo estaba confundido respecto a quién eras, Amelia, yo…— No, yo te confundí. Ah,
— Entonces te pidió el divorcio, ¿eh? —le dijo Matías a Cristóbal, luego de haberle servido un trago — ¿Qué piensas hacer? ¿Vas a dárselo?Cristóbal bebió un sorbo largo y recargo su peso contra el respaldo de la silla.— No — ya lo había decidido antes.Matías suspiró.— La verdad es que no quisiera estar en tus zapatos. ¿Dices que crees que tu madre está detrás de todo esto?— Sí. Sé que… fue a verla al hospital. No sé con qué intención, pero, estoy casi seguro que tuvo que ver con el cambio de actitud de Amelia, y si es así, me enteraré de alguna forma.— ¿Qué piensas hacer?— No lo sé, pero... algo se me ocurrirá. Sé que Amelia miente.Esa noche, no volvió al hospital, pero se mantuvo al tanto de todo, gracias a los guardias que vigilaban la puerta de la habitación de Amelia y su hijo.A primera hora de la mañana siguiente, ya estaba de regreso. Le pidió a los guardias que se retiraran y entró a la habitación. Lo primero que vio fue la imagen de Amelia y el hijo de ambos, sonreían
Amelia no tardó en comprender lo que pasó por la cabeza de Cristóbal en ese momento. Tampoco hizo o dijo nada para defenderse.— ¿Piensas quedarte callada? — le preguntó él, rabioso, contenido… incrédulo.Amelia bajó la mirada por un momento. Sus ojos amenazaban con cristalizarse.— ¡Di algo, carajo!— ¿Qué quieres que te diga que no hayas visto ya? — al fin lo encaró, y se las arregló para sonar con tanta tranquilidad que incluso a Cristóbal le pareció desconcertante — No sabía que ibas a venir y a… encontrarnos.— Claro — negó con una sonrisa rota. ¿Qué más tenía que ver para darse cuenta de que había sido sincera? ¡Que era una…! Cerró los puños y apartó la mirada, dedicándola a ese imbécil que se sentía con el mald¡to derecho de estar allí — ¡Tienes dos jodidos segundos para desaparecer de mi vista y no volver a acercarte a ella!— No creo que eso sea lo que ella quiera, ¿no es así, caramelito? — cuando Cristóbal lo vio acercarse y colocar su mano sobre la de una Amelia que se quedó
Cristóbal se incorporó fuera de su silla y la invitó a pasar. La buena mujer parecía inquieta y nerviosa.— ¿Pasa algo? Te noto un poco tensa.— Sí, no, bueno, señor, lo que pasa es que…— Cristóbal, Brazilia. Llevo todos estos años tratando de que me llames por mi nombre. Eres como mi madre, por favor — le pidió amable, sonriéndole dulce.— Tienes razón, Cristóbal — aceptó ella, y le regaló otra sonrisa.— Mucho mejor. ¿Me dirás ahora qué pasa?— No sé si deba decir esto. No me gustaría saber que me estoy equivocando y haga de esto un problema innecesario, pero…Cristóbal entornó los ojos.— ¿Pero qué? ¿Hay algo que deba saber?La mujer asintió. Tomó una profunda bocanada de aliento y alzó el mentón.— Esta tarde escuché a Caterina preguntarle a Amelia si… tú sospechabas de algo. No le habría prestado mayor atención, a no ser porque vi a la joven muy inquieta e incómoda con su presencia. Incluso pude percibir un poco de miedo en ella. Y no es la primera vez, Cristóbal.Cristóbal abrió
La veneró y consumió con increíble poder, doblegando todas las fortalezas que Amelia había estado luchando por mantener, y de pronto fue consciente de lo que estaba sucediendo, la estaba llevando a la cama, y otra vez, no pudo hacer nada para detenerlo. No pudo hacer nada porque lo deseaba… aunque eso significara ponerlos en peligro a todos. No, Dios, no podía. Se separó con la respiración agitada. Para ese punto, ya estaban a los pies de la cama. — Cristóbal, no… — Deseas esto, Amelia. Lo deseas tanto como yo. Ella negó. Sus ojos cristalizados. — No puedes saberlo. — Pero puedo sentirlo. Y aunque te niegues… tu cuerpo no lo hace — la pegó más a él —. Ya para con esto, te lo ruego. Ya para con esta distancia. ¿Es que no ves que no lo soporto? — Ah, Cristóbal — Amelia resolló, bajando la mirada, pero Cristóbal alzó su rostro, y pegó su frente a la suya. — Si tan solo fueras sincera conmigo, encontraría la forma de resolverlo, pero tienes que decirme que es lo que pasa — volvió
Cristóbal lo supo de golpe, y la venda cayó irremediablemente de sus ojos.Sus sospechas habían sido ciertas.Su madre había tenido que ver con el cambio de actitud de Amelia, pero lo grave no estaba en eso, sino en la amenaza. ¿Qué le había dicho? ¿Cómo diablos, su madre consiguió tener a Amelia en su poder?Golpeó con frustración el escritorio y le agradeció a Brazilia por la información.Tenía que pensar con claridad e inteligentemente, así que llamó a Matías y le pidió verse. Pero, antes, puso a Amelia y a su hijo bajo la protección de uno de sus hombres. No se le despegarían mientras él no estuviese.Ya no sabía hasta donde podía llegar su madre y ya no iba a correr el riesgo con las personas que más amaba en ese mundo.— Conozco a la gente perfecta para esto — le dijo Matías a Cristóbal luego de haberse encontrado y puesto al tanto de los últimos acontecimientos.Cristóbal asintió.— Bien, pero necesito que sea un trabajo limpio y discreto. No quiero alertar a mi madre.— Es prob