GRACIAS POR LEER! A estas alturas no se si les este gustando la historia, pero, si no es así, es muy probable que me pidan cerrarla. Casi nadie da like, así que imagino que imagino que el rendimiento es poco. Si no quieren que eso pase, agradecería continuaran dando like, comentando y reseñando en la portada del libro.
Amelia no tardó en comprender lo que pasó por la cabeza de Cristóbal en ese momento. Tampoco hizo o dijo nada para defenderse.— ¿Piensas quedarte callada? — le preguntó él, rabioso, contenido… incrédulo.Amelia bajó la mirada por un momento. Sus ojos amenazaban con cristalizarse.— ¡Di algo, carajo!— ¿Qué quieres que te diga que no hayas visto ya? — al fin lo encaró, y se las arregló para sonar con tanta tranquilidad que incluso a Cristóbal le pareció desconcertante — No sabía que ibas a venir y a… encontrarnos.— Claro — negó con una sonrisa rota. ¿Qué más tenía que ver para darse cuenta de que había sido sincera? ¡Que era una…! Cerró los puños y apartó la mirada, dedicándola a ese imbécil que se sentía con el mald¡to derecho de estar allí — ¡Tienes dos jodidos segundos para desaparecer de mi vista y no volver a acercarte a ella!— No creo que eso sea lo que ella quiera, ¿no es así, caramelito? — cuando Cristóbal lo vio acercarse y colocar su mano sobre la de una Amelia que se quedó
Cristóbal se incorporó fuera de su silla y la invitó a pasar. La buena mujer parecía inquieta y nerviosa.— ¿Pasa algo? Te noto un poco tensa.— Sí, no, bueno, señor, lo que pasa es que…— Cristóbal, Brazilia. Llevo todos estos años tratando de que me llames por mi nombre. Eres como mi madre, por favor — le pidió amable, sonriéndole dulce.— Tienes razón, Cristóbal — aceptó ella, y le regaló otra sonrisa.— Mucho mejor. ¿Me dirás ahora qué pasa?— No sé si deba decir esto. No me gustaría saber que me estoy equivocando y haga de esto un problema innecesario, pero…Cristóbal entornó los ojos.— ¿Pero qué? ¿Hay algo que deba saber?La mujer asintió. Tomó una profunda bocanada de aliento y alzó el mentón.— Esta tarde escuché a Caterina preguntarle a Amelia si… tú sospechabas de algo. No le habría prestado mayor atención, a no ser porque vi a la joven muy inquieta e incómoda con su presencia. Incluso pude percibir un poco de miedo en ella. Y no es la primera vez, Cristóbal.Cristóbal abrió
La veneró y consumió con increíble poder, doblegando todas las fortalezas que Amelia había estado luchando por mantener, y de pronto fue consciente de lo que estaba sucediendo, la estaba llevando a la cama, y otra vez, no pudo hacer nada para detenerlo. No pudo hacer nada porque lo deseaba… aunque eso significara ponerlos en peligro a todos. No, Dios, no podía. Se separó con la respiración agitada. Para ese punto, ya estaban a los pies de la cama. — Cristóbal, no… — Deseas esto, Amelia. Lo deseas tanto como yo. Ella negó. Sus ojos cristalizados. — No puedes saberlo. — Pero puedo sentirlo. Y aunque te niegues… tu cuerpo no lo hace — la pegó más a él —. Ya para con esto, te lo ruego. Ya para con esta distancia. ¿Es que no ves que no lo soporto? — Ah, Cristóbal — Amelia resolló, bajando la mirada, pero Cristóbal alzó su rostro, y pegó su frente a la suya. — Si tan solo fueras sincera conmigo, encontraría la forma de resolverlo, pero tienes que decirme que es lo que pasa — volvió
Cristóbal lo supo de golpe, y la venda cayó irremediablemente de sus ojos.Sus sospechas habían sido ciertas.Su madre había tenido que ver con el cambio de actitud de Amelia, pero lo grave no estaba en eso, sino en la amenaza. ¿Qué le había dicho? ¿Cómo diablos, su madre consiguió tener a Amelia en su poder?Golpeó con frustración el escritorio y le agradeció a Brazilia por la información.Tenía que pensar con claridad e inteligentemente, así que llamó a Matías y le pidió verse. Pero, antes, puso a Amelia y a su hijo bajo la protección de uno de sus hombres. No se le despegarían mientras él no estuviese.Ya no sabía hasta donde podía llegar su madre y ya no iba a correr el riesgo con las personas que más amaba en ese mundo.— Conozco a la gente perfecta para esto — le dijo Matías a Cristóbal luego de haberse encontrado y puesto al tanto de los últimos acontecimientos.Cristóbal asintió.— Bien, pero necesito que sea un trabajo limpio y discreto. No quiero alertar a mi madre.— Es prob
Durante las siguientes semanas, Amelia parecía ir y venir como si se tratara de un fantasma. Había bajado sorpresivamente de peso y sus mejillas se habían puesto un tanto pálida. No hablaba ni sonreía. Solo tenía momentos de luz cuando estaba cerca de su hijo, pero nada más. Lo cierto es que de a poco se apagaba y Brazilia lo estaba notando más de la cuenta, sobre todo una tarde cualquiera, cuando la vio casi desvanecerse a los pies de las escaleras.— ¡Señora! ¿Está bien? — le preguntó la mujer, preocupada, tomándola del brazo.Amelia alzó el rostro. No se veía nada bien.— Sí, solo…— ¡Dios, señora! ¡Pero no trae buena cara! Avisaré el señor Cristóbal para que llame al…— No, por favor — le rogó.— Pero…— Se lo suplico, Brazilia, no le diga nada a Cristóbal. Solo necesito descansar un poco y se me pasará.La buena mujer torció una sonrisa.— Bueno, pero si promete que tomara la sopita que le preparé para el almuerzo.— ¿Para… mi?— Sí, hace días que la veo así y no creo que sea buen
— ¡Mami! ¡Mami! — la preocupada voz del pequeño Cristóbal llegó a los oídos de su padre antes de abandonar la mansión, y cuando el CEO alzó el rostro, buscando el motivo de sus gritos de angustia, sus ojos se abrieron.— ¡Amelia! — gritó a los pies de las escaleras, mientras sorteaba los escalones en grandes zancadas hasta llegar a ella. Se arrodilló a su lado — Amelia, Amelia... — llamó, palmeando su rostro con delicadeza y preocupación.— ¿Qué tiene mi mami? — preguntó el niño, resollando.— No lo sé, la llevaremos a la habitación, ¿de acuerdo? Ayúdame tomando su mano — le pidió Cristóbal al niño. Entonces tomó el cuerpo de su amada y lo pegó contra el suyo, mientras el hijo de ambos tomaba la mano cálida de su madre y no la soltaba hasta llegar a la habitación.La recostó sobre la cama.Brazilia entró en seguida. Lo había presenciado todo al salir de la cocina.— Dios, Cristóbal. ¿Qué pasó? — preguntó con terror. Esa muchacha ya le había dado un par de sustos la última semana.— Se
Se incorporó enseguida. Sus ojos rojos de sentimientos encontrados.— Escuché lo que le dijiste a nuestro hijo — musitó, sin apartar sus ojos de los suyos. La tímida luz que se filtraba por uno de los ventanales grandes del pasillo provocó que Amelia descubriera lo que guardaba su mirada.— No sé de lo que hablas, con permiso.— No, espera — tomó su mano.Amelia se soltó.— Lo que sea que escuchaste, no es cierto. Solo se lo dije para…— No mientas. No puedes mentir con eso. Lo veo. Lo siento — la tomó de la cintura y la pegó a él.Ella se volvió a soltar.— Cállate — le pidió. Se sentía herida —. No sé por qué estás haciendo esto si es evidente que ya tienes planeado retomar tu vida.Cristóbal frunció el ceño— ¿De qué hablas?— De ti y esa mujer. ¿Renata?— Amelia…— Vienes de estar con ella.— No es lo que crees. Escucha, ahora no te puedo decir nada, pero…— No es que quiera saber lo que hagas con tu vida o no, Cristóbal. Pero si vas a retomar tu libertar, al menos espero que me de
Aunque Cristóbal deseó con todas sus fuerzas ir tras la mujer que amaba; que amaría por el resto de sus días, no podía equivocarse ni poner en riesgo su plan ahora que estaba cerca de conseguir lo buscaba, así que, esa mañana, aceptó irse con Renata y se juró a sí mismo que no volvería hasta que esta confesara.— ¿Y bien? ¿Qué eso que querías decirme? — le preguntó, apenas llegaron al lugar.— En realidad, primero me gustaría que volviéramos un poco a lo de antes, ya sabes, comer algo, beber un poco y bailar esa canción que tanto me gustaba. ¿La recuerdas?Cristóbal se forzó a sonreír y exhaló largo.— ¿Cómo no hacerlo? — fingió recordar, entonces comenzó a sonar una balada.— ¿Me llevas a la pista, Cristóbal?Durante toda la mañana, y más allá de la puerta, Renata disfrutó de la compañía de un Cristóbal que cada vez más se impacientaba, tanto que tuvo que disculparse para ir al aseo.— Esto no está funcionando — dijo en la línea con Matías. Él era el único que sabía de su plan.— Ya t