CAPITULO 58

AMIRA

TREINTA MINUTOS ANTES

Una vez que estoy seguro de que no hay nadie tras de mí, doy media vuelta. Me mantengo en las sombras, doblo la esquina y camino por el callejón.

A través de una de las mugrientas ventanas, vislumbro a Taras y a sus hombres acurrucados en un cubículo de la esquina. No obstante concentro mi atención en el pequeño aparcamiento que hay detrás del bar.

Un puesto del estacionamiento está ocupado por un automóvil de lujo, negro con cristales polarizados. Está con el motor encendido.

Exactamente lo que estaba buscando.

Me acerco al auto despreocupadamente, con las manos en los bolsillos, y me inclino para mirar por la ventana. No puedo ver nada debido al tinte, pero sé que él puede verme. Ofrezco una sonrisa amistosa.

La ventanilla se abre unos centímetros y un par de ojos, que brillan en la luz de la calle, me miran. “¿Necesitas algo?”.

“Intento no morirme de frío” le digo, cambiando mi tono de voz para ocultar mi acento. “Pronto empezará a llover a

cántar
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