CAPITULO 64

Asiento con la cabeza, mis propias lágrimas comienzan a brotar.

Ella me da una de las sonrisas más tristes que he visto en mi vida. “Entonces no es tu culpa, cariño, ¿ok? Rose era una luchadora. Algunas peleas simplemente no puedes ganarlas”.

Sus ojos brillan. Su rostro es tan insoportablemente triste. Sólo décadas y décadas de miseria se sumaron a su expresión. Ha tenido una vida dura, eso es obvio.

¿Y ahora esto, además de todo lo demás? Es brutal. Es injusto. Tan injusto que empiezo a llorar. Por ella. Por mi misma. En nombre de todas las madres del mundo.

Ninguna madre debería perder un hijo.

Vuelvo a pensar en Lukas, aunque me he esforzado mucho por no hacerlo. Y la diminuta imagen de sus pequeños dedos alrededor de mi meñique me destroza.

Empiezo a sollozar. Fuertes y feos sollozos que me estremecen de pies a cabeza.

Ernestine me abraza. Lloramos juntas durante mucho, mucho tiempo.

Eventualmente, nos recuperamos. Se siente como si nos hubiéramos unido. Con voz suave, Ernestine
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