Algo cruje. Los ojos de Taras se abren de par en par. Cae de rodillas, su mano ahueca su entrepierna y lanza un grito de dolor impío y animal.Echó el cerrojo a la puerta cuando entramos, pero los guardias de fuera deben tener la llave porque la abren de golpe en un segundo y me arrastran hacia la puerta y fuera de la habitación mientras Taras Kreshnik, mi dueño, me maldice entre jadeos.“¡Maldita perra inútil! ¡Estúpida puta! ¡Tú lo vas a pagar…!”Puedo escucharlo maldecir durante todo el trayecto por el comedor, hasta el pasillo y de vuelta a mi habitación.Los guardias me tiran por la puerta y me desplomo en el suelo.Rose espera a que se vayan para saltar y agarrarme del brazo, poniéndome de pie. “¿Qué ha pasado? ¿Por qué has vuelto tan pronto?” mientras pasa sus manos por mis brazos como si buscara moretones.“Estoy bien. No me hizo daño” digo, agarrando la delgada manta de mi cama y envolviéndola alrededor de mis hombros intentando detener el temblor. “Sin embargo, no puedo d
No puedo permitirme perder esta ventaja, por muy pequeña que sea. Pero tampoco puedo permitir que un bar lleno de albaneses conectados con la mafia descubra quién soy.Solo necesito esconderme de su vista por unos minutos. Dejar que el calor se apague. Entonces puedo volver y encontrar una víctima diferente.El baño está al final de un largo pasillo que gira a la derecha detrás de la cocina. Entro y respiro. Dejo correr el agua fría del grifo y me salpico un poco en la cara.“Aclara tus malditas ideas” le gruño a mi reflejo.El hombre en el espejo que me mira está ceñudo. Turbado. Mis mejillas están demacradas, mis ojos más profundos yoscuros que nunca. Pero el fuego que arde en el fondo de ellos... nunca me ha abandonado. Nunca lo hará.Orino y me lavo las manos. Me enderezo. Me preparo para volver a salir.Uno de los otros hombres en el grupo parecía que podría ser un hablador. Un mierdecilla delgado y de aspecto andrajoso. Si tan solo pudiera encontrar una forma de aislarlo...
Y ahora que sé dónde está Amira, no puedo dejar que me capturen. Tengo que escapar y salvarla.Incluso si eso significa dejar ir a Taras. Por ahora.Taras está empezando a recuperar la razón. No espero a que eso suceda. Salgo por la puerta y cruzo el pasillo a toda velocidad. No me detengo cuando entro en la zona del bar principal y choco con alguien, tirando las bebidas al suelo.Algunos hombres resoplan. Algunas mujeres gritan.Sigo adelante. Llego a la acera. Bajo la cabeza, planto mis pies con firmeza y corro con todas mis fuerzas.Tengo dos objetivos en mi cabeza.El primero: encontrar a Amira y a mi hijo.El segundo: hacer que todos los que los tocaron deseen no haber nacido nunca.****AMIRAHABITACIÓN DE Amira Y ROSEAcaricio en silencio el largo cabello rojo de Rose. El collar en su cuello refleja la tenue luz. Un corazón a la mitad, simple y sin adornos.Una vez le pregunté sobre ese collar. “Un regalo” me explicó con sencillez. “Me lo regaló mi madre cuando nació mi hija.
AMIRATREINTA MINUTOS ANTESUna vez que estoy seguro de que no hay nadie tras de mí, doy media vuelta. Me mantengo en las sombras, doblo la esquina y camino por el callejón.A través de una de las mugrientas ventanas, vislumbro a Taras y a sus hombres acurrucados en un cubículo de la esquina. No obstante concentro mi atención en el pequeño aparcamiento que hay detrás del bar.Un puesto del estacionamiento está ocupado por un automóvil de lujo, negro con cristales polarizados. Está con el motor encendido.Exactamente lo que estaba buscando.Me acerco al auto despreocupadamente, con las manos en los bolsillos, y me inclino para mirar por la ventana. No puedo ver nada debido al tinte, pero sé que él puede verme. Ofrezco una sonrisa amistosa.La ventanilla se abre unos centímetros y un par de ojos, que brillan en la luz de la calle, me miran. “¿Necesitas algo?”.“Intento no morirme de frío” le digo, cambiando mi tono de voz para ocultar mi acento. “Pronto empezará a llover acántar
AmiraRose y yo nos paralizamos. La llave gira. La puerta se abre de par en par…Y revela a Taras de pie en el umbral.Está metiendo las llaves en su bolsillo, por lo que no nota nada al principio.Luego levanta la vista y nos ve. Observo su rostro morado de ira.Rose gime. Yo muerdo mi labio.Aquí es donde termina mi plan. No tenemos un arma. Ninguna de las dos está en condiciones de luchar.Se acabó.La idea de que no escaparemos me inunda. Casi me hace caer de rodillas. Pero me niego a doblarme. Me mantendré erguida. Enfrentaré cualquier ira que Taras quiera derramar sobre mí. No le dejaré…El intento muere en mi cabeza cuando Taras mete la mano en su cintura y saca un arma.Los milisegundos se convierten en horas. Cuando levanta el arma, apuntándonos, me siento como si estuviera en una película. Parpadeo, y entonces…Bang.Espero sentir el dolor, sentir el cálido torrente de sangre y el abrazo de la muerte.Pero no hay nada. Sólo el olor a pólvora.Y entonces la mano de Rose se
AmiraNos subimos a uno de los autos de Taras y huimos. Veo las primeras columnas de humo saliendo por el espejo retrovisor.“Adiós” susurro de nuevo. “Y hasta la puta nunca”.Circulamos por un rato, luego dejamos el auto en algún lugar del centro. Me muevo en puro piloto automático. Dante tiene que agarrarme y guiarme por la acera. Ninguno de los dos dice mucho.Me lleva a un viejo edificio de ladrillos, con grietas que salen en diagonal de todas las ventanas y una oxidada escalera de incendios que apenas cuelga de un lado. Los timbres de la puerta de entrada no parecen funcionar y hay una piedra encajada en la puerta para mantenerla permanentemente abierta.“Aquí es donde me he estado quedando. No es exactamente la Mansión Romanoff” explica Dante, llevándome adentro. “Pero aquí estarás a salvo”.Ya no estoy segura de saber qué significa “a salvo”. Pensé que estaba a salvo en la ciudad de Nueva York. Pensé que estaba a salvo con Brigitte y en mi trabajo y en mi pequeño apartamento.
Froto la tela entre mis dedos y luego me doy la vuelta. Dante ya está buscando algo para ponerse. No estoy segura de lo que él está pensando. La energía sexual del baño parece distante ahora, pero no estoy lista para que se acabe.Mi corazón se acelera cuando me doy la vuelta y lo enfrento. “No quiero esto” le digo.Dante me mira por encima del hombro. Desenvuelvo lentamente mi toalla. Sus ojos brillan.“Te quiero a ti”.Camino lentamente hacia él y él se gira para mirarme. Quito la toalla de su cintura. De inmediato me queda claro que él no está tan tranquilo y calmado como parece. Está erecto y, cuando me acerco a él para pasar la mano por su longitud, se estremece.“No quiero presionarte” dice Dante en un áspero susurro. “Has pasado por mucho”.“Entonces hazme olvidarlo, Dante”.Con mi mano entorno su longitud, disfrutando la sensación de su aterciopelada piel en mi palma, pero antes de que pueda llegar a su punta, Dante agarra mi muñeca.Lo miro, sorprendida. Dante niega
Dante besa mis labios, mi mejilla, mi frente y luego me hace rodar sobre mi vientre. Por un segundo, se desliza contra mi trasero. Agarra mis nalgas y las aprieta juntas alrededor de su longitud, gimiendo mientras se estruja contra mí.Luego levanta mis caderas y presiona dentro de mí.Siento que debería estar agotada, pero las chispas que arden en mi vientre se encienden tan pronto como él está nuevamente dentro. Es como una vela de cumpleaños trucada. No importa cuántas veces la apagues, vuelve a encenderse.Ahora, sin embargo, Dante no es gentil. He tenido mi liberación.Esto es para él.Nuestros cuerpos chocan, el ruido resuena por toda la habitación. Presiono mis caderas hacia atrás para poder abrirme para él, darle tanto de mí como sea posible.Él enreda su mano en la parte de atrás de mi cabello y me jala hacia él. Yo jadeo y arqueo mi columna mientras él presiona sus labios en mi oído.“Olvida su puto nombre” ordena.Él empuja con fuerza. Yo tengo que ahogar un grito.“Olvid