ME GUSTAS

Con Abner sosteniéndola por la cintura, Calisto entró al pent-house dando tras pies.

— ¡Dios!, ¿por qué todo se mueve tanto? —se quejó atropellando las palabras.

—Si no toleras el alcohol, no deberías beber así —la reprendió Abner cerrando la puerta tras de sí, ayudándose de su pie.

—Yo no… yo no estoy ebria, —la manera de hipar la delataba — ¡tú estás ebrio! —clavó su delgaducho dedo sobre el pecho de Abner. — ¿No te he dicho que no bebas? —balbuceó.

—Me gustas más cuando no estás tan parlanchina —soltó Abner.

Y es que Calisto no paró de hablar durante todo el camino, hasta la luz de los semáforos, fue un tema que la chica mencionó en su plática.

Además de quejarse de todo, de la calefacción, del asiento, que sube la ventanilla, baja la ventanilla, lo amonestó varias por beber sin control, algo muy absurdo, tomando en cuenta que ella era la borracha.

Otras tantas veces, le reclamó que no hubiera bebido ni se hubiera divertido.

—Lidiar con un borracho es agotador y fastidioso —excla
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