Capítulo 53: Una nueva esperanza.

El mundo se hizo añicos en una cacofonía de metal arrugado y cristales rotos. El chillido de Leonor se perdió en medio de su auto porque iba detrás de su hijo, un grito de angustia que brotó de su garganta de forma cruda e imprevista al presenciar el horrible ballet de destrucción que tenía ante sí.

El coche de su hijo, ahora un amasijo de acero destrozado, había colisionado con el camión, y el impacto resonó en sus huesos.

Sin pensar ni un segundo en su propia seguridad, abrió de golpe la puerta del coche y corrió hacia los restos, con su instinto maternal, anulando todo atisbo de razón.

Cada paso golpeó el pavimento con urgencia, mientras su corazón latía con fuerza contra su pecho, un tamborileo frenético que coincidió con su mente acelerada.

—¡Dios mío, por favor, no! —Las palabras brotaron de sus labios, una plegaria en medio de la desesperación.

Llegó a la retorcida tumba de metal donde yacía su hijo, con la sangre pintando un marcado contraste carmesí contra el frío hierro. S
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