Javier apretó sus manos con fuerza, su furia bullendo como una olla de presión a punto de explotar, porque según él, Claudia no lo había apoyado en el momento más crucial de su vida. Sin embargo, no perdía la esperanza de que la madre de Andrew le hiciera pasar a su ex un mal rato por no ser la nuera ideal, pero ese castigo se le antojaba demasiado leve, quería algo más. Ansiaba una venganza más personal, más directa. Y nada heriría más a Claudia que ver destrozada la imagen idílica que su madre guardaba de ella, eso la haría realmente infeliz. Con el ceño fruncido y el rostro endurecido por la determinación, Javier decidió dirigirse al hospital para cumplir con lo pensado, así que no tardó en subir a su auto y conducir hasta allá.El aire del pasillo del hospital rozó su piel como una brisa helada al avanzar con paso decidido hacia la habitación de la madre de Claudia. Al entrar, la encontró recostada, pálida y frágil, pero con esa mirada penetrante que siempre le había incomodado.
Claudia observó a la pareja desaparecer detrás de las puertas del ascensor, un cosquilleo indiscreto floreciendo en su estómago. Observó con una mezcla de curiosidad y diversión cómo la pareja se alejaba, no pudo evitar un fresquito de satisfacción por la inesperada coincidencia que había presenciado. Aunque en realidad no le importaba la vida de su exmarido, la ironía de la situación era demasiado dulce para despreciarla, no pudo evitar que una sonrisa pícara se dibujara en sus labios. Era como si una pequeña venganza se hubiera manifestado ante sus ojos. Sabía que, en circunstancias similares, cualquier mujer en su lugar habría actuado exactamente igual o peor, quizás lo grabaría, tomaría fotografías y lo subiría en las redes sociales. Sin embargo, Claudia no tenía la intención de tomar esa ruta. Pero su curiosidad la empujó a acercarse a la recepción del hotel para averiguar más.—Disculpe —, comenzó a decir con un tono de disculpa que apenas disfrazaba su verdadero interés—, ver
El corazón de Javier martilló contra su pecho, cada latido era un tambor discordante que le empujaba hacia delante mientras salía corriendo del hospital y entraba por la puerta giratoria del hotel. Apenas percibió el opulento vestíbulo mientras se dirigía a los ascensores, con los ecos de las palabras de Claudia resonando en su mente. Su respiración era entrecortada cuando llegó a la cuarta planta, el pasillo enmoquetado amortiguó el sonido de sus urgentes pasos.Se detuvo ante la habitación 403, con la mano cerca del timbre al lado de la puerta. Una parte de él quería llamar, enfrentarse a lo que hubiera más allá con la ferocidad de su pulso acelerado. Pero la razón se abrió paso a través de su desesperación, recordándole lo absurdo que sería.En su lugar, su mirada se posó en una camarera que empujaba un carrito cargado de sábanas limpias y artículos de tocador en miniatura. Con un aire de determinación que contradecía su confusión interna, Javier se acercó a ella. —Necesito entra
Andrew frunció el ceño ante la voz de su mayordomo, lo escuchó con atención mientras sostenía su teléfono en la mano. —Ramón, tengo que colgar, dile a mi madre que me espere un momento —dijo con una disculpa en su tono, y antes de que su mayordomo pudiera responderle, el colgó la línea.Vio a Claudia y supo que no podía pedirle que lo acompañara, porque ella estaba profundamente preocupada por su madre. Decidió que no quería presionarla para que lo acompañara, y en lugar de eso, habló con voz comprensiva.—Claudia, siento mucho tener que dejarte, pero mi mamá ha llegado —explicó Andrew con suavidad—. Pero no te sientas obligada a venir conmigo. Sé lo mucho que tu madre necesita de ti en este momento. Y no te preocupes por mí, estaré bien. Enviaré algunas cosas para que estén más cómodas en el hospital. Por favor, cuídate a ti misma y a tu madre.La progenitora de Claudia, que había estado escuchando la conversación, intervino con voz débil.—No te preocupes por mí, querida. Si quiere
Claudia se quedó mirando a la elegante dama frente a ella, sorprendida por la pregunta que le hizo. La tensión del momento pasó tan rápido como había llegado, y ahora se encontraba en frente de un centro comercial, sosteniendo a la señora, y enfrentando una pregunta que le parecía completamente fuera de lugar.—Sí, estoy casada —respondió Claudia, sin estar segura de por qué la mujer había formulado esa pregunta en medio de la conmoción.La cara de la señora se desencajó un poco, y un matiz de decepción nubló sus facciones. —Ah, su marido debe de estar muy orgulloso —murmuró, con la voz cargada de emociones no derramadas—. Tener a alguien que se arriesgue tanto... Ojalá mi hijo hubiera encontrado una esposa como tú. Alguien dispuesto a formar parte de nuestra familia, a preocuparse… —emitió un chasquido como de protesta y continuó—. En cambio, tengo una nuera a la que ni siquiera conozco y ya no la tolero.Claudia esbozó una sonrisa comprensiva, del tipo que llega hasta sus profundos
El silencio que se había instalado en el interior del vehículo era espeso, casi tangible. Claudia permaneció inmóvil, su mente un torbellino de emociones y pensamientos que no conseguía ordenar. Andrew, consciente del efecto de sus palabras, la miraba furtivamente por el rabillo del ojo mientras conducía, esperando alguna señal que nunca llegó.Entretanto, las palabras de Andrew retumbaron en la mente de Claudia, como un eco en su corazón. Su mente comenzó a dar vueltas, tratando de procesar la solicitud, y un torbellino de pensamientos y emociones la invadió.Andrew observó atentamente la reacción de Claudia, consciente de que su pedido era extraordinario y podía cambiar el curso de sus vidas para siempre. Sus ojos suplicantes buscaban una respuesta en el rostro de la mujer que amaba.La chica sintió que el tiempo se detenía a su alrededor mientras reflexionaba sobre la petición de Andrew. Sabía que ser madre era uno de los deseos más profundos de su corazón, pero no lo conocía, ape
—Si eso es lo que quieres Claudia, está bien —dijo Andrew con una voz que trataba de ser calmada, aunque transmitía una tensión palpable—, pero aunque no quieras dormir conmigo en la misma cama, tendremos que hacerlo aquí en mi habitación, porque estoy decido a demostrarle a mi madre que nuestra relación es real… solo voy a pedirte que finjas, mientras ella esté. Tú dormirás en la cama, y yo me acomodaré en el sofá.La mirada de Claudia se desvió, porque la sola idea de estar a solas con él le provocaba inquietud, deseo, eran tantas las emociones que la abrumaban, que no tenía idea cómo reaccionar, prefirió mirar hacia la ventana, donde el cielo nocturno parecía un manto demasiado pesado sobre sus hombros. —Pero ahora necesito que después de ducharte bajes y pongas tu mejor cara y hagas tu mayor esfuerzo —, añadió antes de salir, cerrando la puerta con suavidad.Claudia entró a ducharse, dejó que el agua caliente borrase las huellas del día, aunque las sombras dentro de ella se negab
Los labios de Andrew encontraron los de Claudia en una tormenta de promesas tácitas, encendiendo sus sentidos como si hubiera golpeado su alma con un pedernal. El beso de Andrew comenzó con suavidad, sus labios presionando los de Claudia de manera tierna y delicada. Pero pronto la pasión comenzó a encenderse, como un fuego que se avivaba lentamente. Sus bocas se encontraron con una urgencia creciente, y Claudia se dejó llevar por la intensidad del momento.Las manos de Andrew exploraron el cuerpo de Claudia con una reverencia apasionada, deslizándose por su espalda y luego subiendo hacia sus hombros. Sus dedos se hundieron en su cabello, atrapando mechones de seda mientras profundizaban el beso.El calor le recorrió las venas, parpadeando como pequeños fragmentos de fuego bajo su piel, un infierno que se desplegaba en los confines de su cuerpo. Su respiración se entrecortó, irregular y discontinua, mientras su corazón martilleaba contra su caja torácica, un tambor salvaje e implacabl