Lo que ocurrió pasó en escasos segundos, el restaurante se sumió en un silencio momentáneo, roto únicamente por la respiración entrecortada de Eloísa, quien había quedado completamente atónita ante la petición de Claudia. Los ojos de Javier se desviaron entre su exesposa y su actual esposa, sintiéndose atrapado en un dilema. Eloísa, aún en estado de shock, no sabía cómo reaccionar ante la demanda de Claudia. Su orgullo herido y su ira se entremezclaron mientras miraba a Javier en busca de una respuesta. Por su parte, Claudia mantuvo la compostura, observando a ambos con una expresión serena en el rostro. Finalmente, el golpe resonó en el restaurante, un sonido seco y brutal que pareció hacer eco en las paredes desnudas. Javier, con la mano aún suspendida en el aire, no mostró arrepentimiento alguno en su rostro endurecido, mientras Eloísa retrocedió un paso, llevándose una mano a la mejilla enrojecida. Por su parte, Claudia lo miró con frialdad. —De verdad que no tienes límites,
Al día siguiente, Andrew tomó el teléfono con resignación, aunque no le gustaba la idea de ayudar a Javier, lo haría para cumplir con la petición de Claudia. Él marcó el número de uno de los abogados de su empresa, escuchó los tonos distantes hasta que una voz firme resonó al otro lado de la línea. —Ese contrato que rompí… prepáralo otra vez, lo más pronto posible —dijo sin preámbulos—, lo firmaré. No bien colgó, un insistente zumbido lo sacudió, giró la vista y se dio cuenta de que su celular vibraba sobre la mesa de caoba. Cuando vio en el identificador de llamada de quién se trataba, se dio cuenta de que se avecinaba una terrible tormenta. —¿Madre? —contestó con cautela, pero antes de poder procesar una respuesta, las palabras cargadas de indignación llenaron sus oídos. —¡Andrew! ¿Dime que no es cierto lo que están diciendo? ¿Te casaste con una mujer... divorciada? ¡Te juro que no puedo creerlo! Tanto que me he esmerado por escoger a tu futura esposa, para que termines enredad
Javier apretó sus manos con fuerza, su furia bullendo como una olla de presión a punto de explotar, porque según él, Claudia no lo había apoyado en el momento más crucial de su vida. Sin embargo, no perdía la esperanza de que la madre de Andrew le hiciera pasar a su ex un mal rato por no ser la nuera ideal, pero ese castigo se le antojaba demasiado leve, quería algo más. Ansiaba una venganza más personal, más directa. Y nada heriría más a Claudia que ver destrozada la imagen idílica que su madre guardaba de ella, eso la haría realmente infeliz. Con el ceño fruncido y el rostro endurecido por la determinación, Javier decidió dirigirse al hospital para cumplir con lo pensado, así que no tardó en subir a su auto y conducir hasta allá.El aire del pasillo del hospital rozó su piel como una brisa helada al avanzar con paso decidido hacia la habitación de la madre de Claudia. Al entrar, la encontró recostada, pálida y frágil, pero con esa mirada penetrante que siempre le había incomodado.
Claudia observó a la pareja desaparecer detrás de las puertas del ascensor, un cosquilleo indiscreto floreciendo en su estómago. Observó con una mezcla de curiosidad y diversión cómo la pareja se alejaba, no pudo evitar un fresquito de satisfacción por la inesperada coincidencia que había presenciado. Aunque en realidad no le importaba la vida de su exmarido, la ironía de la situación era demasiado dulce para despreciarla, no pudo evitar que una sonrisa pícara se dibujara en sus labios. Era como si una pequeña venganza se hubiera manifestado ante sus ojos. Sabía que, en circunstancias similares, cualquier mujer en su lugar habría actuado exactamente igual o peor, quizás lo grabaría, tomaría fotografías y lo subiría en las redes sociales. Sin embargo, Claudia no tenía la intención de tomar esa ruta. Pero su curiosidad la empujó a acercarse a la recepción del hotel para averiguar más.—Disculpe —, comenzó a decir con un tono de disculpa que apenas disfrazaba su verdadero interés—, ver
El corazón de Javier martilló contra su pecho, cada latido era un tambor discordante que le empujaba hacia delante mientras salía corriendo del hospital y entraba por la puerta giratoria del hotel. Apenas percibió el opulento vestíbulo mientras se dirigía a los ascensores, con los ecos de las palabras de Claudia resonando en su mente. Su respiración era entrecortada cuando llegó a la cuarta planta, el pasillo enmoquetado amortiguó el sonido de sus urgentes pasos.Se detuvo ante la habitación 403, con la mano cerca del timbre al lado de la puerta. Una parte de él quería llamar, enfrentarse a lo que hubiera más allá con la ferocidad de su pulso acelerado. Pero la razón se abrió paso a través de su desesperación, recordándole lo absurdo que sería.En su lugar, su mirada se posó en una camarera que empujaba un carrito cargado de sábanas limpias y artículos de tocador en miniatura. Con un aire de determinación que contradecía su confusión interna, Javier se acercó a ella. —Necesito entra
Andrew frunció el ceño ante la voz de su mayordomo, lo escuchó con atención mientras sostenía su teléfono en la mano. —Ramón, tengo que colgar, dile a mi madre que me espere un momento —dijo con una disculpa en su tono, y antes de que su mayordomo pudiera responderle, el colgó la línea.Vio a Claudia y supo que no podía pedirle que lo acompañara, porque ella estaba profundamente preocupada por su madre. Decidió que no quería presionarla para que lo acompañara, y en lugar de eso, habló con voz comprensiva.—Claudia, siento mucho tener que dejarte, pero mi mamá ha llegado —explicó Andrew con suavidad—. Pero no te sientas obligada a venir conmigo. Sé lo mucho que tu madre necesita de ti en este momento. Y no te preocupes por mí, estaré bien. Enviaré algunas cosas para que estén más cómodas en el hospital. Por favor, cuídate a ti misma y a tu madre.La progenitora de Claudia, que había estado escuchando la conversación, intervino con voz débil.—No te preocupes por mí, querida. Si quiere
Claudia se quedó mirando a la elegante dama frente a ella, sorprendida por la pregunta que le hizo. La tensión del momento pasó tan rápido como había llegado, y ahora se encontraba en frente de un centro comercial, sosteniendo a la señora, y enfrentando una pregunta que le parecía completamente fuera de lugar.—Sí, estoy casada —respondió Claudia, sin estar segura de por qué la mujer había formulado esa pregunta en medio de la conmoción.La cara de la señora se desencajó un poco, y un matiz de decepción nubló sus facciones. —Ah, su marido debe de estar muy orgulloso —murmuró, con la voz cargada de emociones no derramadas—. Tener a alguien que se arriesgue tanto... Ojalá mi hijo hubiera encontrado una esposa como tú. Alguien dispuesto a formar parte de nuestra familia, a preocuparse… —emitió un chasquido como de protesta y continuó—. En cambio, tengo una nuera a la que ni siquiera conozco y ya no la tolero.Claudia esbozó una sonrisa comprensiva, del tipo que llega hasta sus profundos
El silencio que se había instalado en el interior del vehículo era espeso, casi tangible. Claudia permaneció inmóvil, su mente un torbellino de emociones y pensamientos que no conseguía ordenar. Andrew, consciente del efecto de sus palabras, la miraba furtivamente por el rabillo del ojo mientras conducía, esperando alguna señal que nunca llegó.Entretanto, las palabras de Andrew retumbaron en la mente de Claudia, como un eco en su corazón. Su mente comenzó a dar vueltas, tratando de procesar la solicitud, y un torbellino de pensamientos y emociones la invadió.Andrew observó atentamente la reacción de Claudia, consciente de que su pedido era extraordinario y podía cambiar el curso de sus vidas para siempre. Sus ojos suplicantes buscaban una respuesta en el rostro de la mujer que amaba.La chica sintió que el tiempo se detenía a su alrededor mientras reflexionaba sobre la petición de Andrew. Sabía que ser madre era uno de los deseos más profundos de su corazón, pero no lo conocía, ape