"Yo... también", le respondo, apenas capaz de articular las palabras antes de que ella se lance a mi boca.El mundo se detiene una vez más. Sus labios se encuentran con los míos en un beso que enciende todo lo que hemos mantenido a raya. Es una conexión profunda, como si cada sentimiento reprimido finalmente encontrara su camino a la superficie.Su calidez se irradia a través de mí, y el beso es suave al principio, exploratorio, pero pronto se convierte en una danza apasionada. Me aferro a ella, y cada segundo que pasa me hace desear más. Hay un fuego que arde entre nosotras, un reconocimiento de lo que hemos sentido desde el principio, y cada caricia, cada roce, me confirma que no estoy sola en esto.Cuando nos separamos, nuestros rostros aún tan cerca que puedo sentir su aliento entrelazándose con el mío. Hay una mezcla de asombro y felicidad en su mirada. "¿Lo sentiste?", pregunta, sus ojos brillando con una luz que apenas puedo describir."Sí", murmuro, incapaz de quitarle la vist
“No queríamos preocuparte hasta estar seguros” dijo mi madre, conteniendo las lágrimas “Los exámenes están en la casa de tu abuela. El doctor nos explicó todo. Por favor, ven con nosotros. Necesitamos hablar de lo que sigue...”No podía pensar en otra cosa que no fuera en mi padre. El cáncer. ¿Cómo no me lo dijeron antes? ¿Cómo había sucedido tan rápido?“Papá... ¿Es cierto?” pregunté, buscando desesperadamente algo que me dijera que no era real. Pero en su mirada no había duda, sólo resignación.“Quiero que lo veas con tus propios ojos, Jeanet” me dijo mi padre, con la voz quebrada “Ven a la casa de tu abuela. Hablaremos tranquilos, en familia”.No dudé ni un segundo. No había espacio para pensar en nada más que en mi padre. Las reuniones, el trabajo, todo eso podía esperar.“Está bien, vamos” accedí, sin dudar, sin cuestionar. Lo único que me importaba era estar con él, hacer algo, cualquier cosa para ayudarlo.Durante el trayecto, mi madre seguía hablando de médicos, de tratamiento
Las lágrimas comienzan a arder en mis ojos, pero no las dejo salir. No puedo. No se merecen mis lágrimas. "¡Me traicionaron, los dos! ¡No hay justificación! ¡Yo era su hija y me abandonaron como si no fuera nada! ¿Y piensan que ‘sanar’ significaba quitarme lo que soy? ¡¿Cree que me cambiarán como si fuera una prenda vieja?!"Mis palabras salen como cuchillos, cargadas de la verdad que ellos nunca quisieron enfrentar. El dolor que me consume es más profundo de lo que puedo explicar. No es solo el hecho de que me traicionaron. Es que eligieron hacerlo. Y ahora, la realidad cae sobre mí con toda su crudeza.Mi madre da un paso adelante, extendiendo una mano hacia mí. "Jeanet, solo queríamos lo mejor para ti..."Pero Isabela se interpone, su figura firme y protectora. "No se acerquen," dice con voz baja, pero llena de determinación. "No tienen derecho a tocarla después de lo que han hecho."Mis padres se detienen, sorprendidos por la defensa de Isabela. El miedo brilla en sus ojos. Mi mad
“Qué lamentable. Es increíble que el muy hijo de perra siga causando problemas y no podamos encontrarlo. Pero bueno, en algún momento aparecerá”, dice Cassandra. “Eso esperamos todos”, le respondo mientras Estefan cierra su computadora.“Quiero preguntarte algo, pero quiero que me digas la verdad”, le digo a Cassandra. “¿Cuándo te he mentido?”, responde. No miente, pero es buena escondiendo cosas importantes.“La cicatriz en tu pecho, ¿a qué se debe?” Su mirada cambia a una de incomodidad; no esperaba que preguntara sobre eso. “No me quedan cicatrices del ataque, Issa.” “No es de este ataque, es de algo anterior. Y sé perfectamente que no es vieja, porque jamás te habían herido tanto como ahora. ¿Qué apareció…?” “No es nada.” “¿Cómo que no es nada, si está a unos centímetros de tu corazón?”, le digo, parándome del cómodo sofá en el que me encontraba.“¿Cuál cicatriz? ¿A qué te refieres?”, pregunta Estefan, ahora completamente alerta, mirándonos a las dos, intentando entender de
Él se detiene en seco, los músculos de su mandíbula tensándose mientras aprieta los puños. "No entiendes, siempre será así. ¿Cuándo dejaremos de estar alerta? ¿Y si la ataca nuevamente? ¿Y si esta vez logra matarla? ¡Mierda!"Su voz se quiebra ligeramente al final, aunque lo disimula. Estefan no puede permitirse mostrarse débil, no después de lo que pasó con su hermana. Lo miro a los ojos, reconociendo ese mismo miedo. Ese mismo miedo que lo ha perseguido desde el día en que la perdió."Estefan, estoy tan enojada como tú", le digo, intentando que entre en razón. "Pero no puedes negar lo que existe entre ellas dos... Igual que no puedes negar lo que existe entre tú y Clara. Sea como sea, las cosas pasaron por algo, y pasan para algo..."Él sacude la cabeza, sus ojos ardiendo de frustración. "Mierda, ¡cómo no me di cuenta antes!", murmura, más para sí mismo que para mí."¿De qué habría servido? Dime, ¿de qué hubiera servido saberlo antes? Al final, Cassandra sigue aquí. Aún con todo lo
En ese instante, el ambiente se suaviza. Nos abrazamos los tres, intentando dejar atrás este pequeño incidente, este enfrentamiento que, aunque inevitable, no definirá la fuerza de nuestra relación. La calidez de la cercanía y la conexión nos envuelve, creando un refugio momentáneo donde las preocupaciones se desvanecen, aunque solo sea por un instante.Mientras estamos así, el peso de la culpa y el dolor parece desvanecerse un poco, dejando lugar a la esperanza. Estefan, sintiendo la calidez de Cassandra y de mí, comienza a darse cuenta de que no está solo en esta lucha. Hay un futuro, un camino que recorrer juntos, a pesar de los fantasmas del pasado.“Lo siento si he sido difícil”, murmura Estefan, rompiendo el silencio. “No quise causar más problemas, y menos ahora que necesitamos estar unidos.”“No te preocupes”, le dice Cassandra suavemente. “Todos hemos estado pasando por mucho. Pero eso no significa que no podamos superar esto juntos.”Cassandra sonríe, aliviada de ver que Est
“¡Saquen esta basura de mi casa!” ordené a uno de mis guardias, mi voz resonando con un poder que no podía contener. No iba a permitir que sus padres arruinaran este momento de claridad. Mientras ellos se alejaban, me dirigí de nuevo hacia la puerta, lista para llevar a mi pequeña a un lugar donde pudiera estar tranquila y comenzara a sanar.Al entrar a la casa, el aire se sentía más ligero, pero la carga emocional aún estaba presente. Una vez que estuvimos solas, no dudé en abrazarla, envolviendo su fragilidad con mi fuerza. En ese instante, todo lo que había sido roto y dañado se manifestó en forma de lágrimas que comenzaron a caer de sus ojos.“llora mi amor, llora, deja que todos esos sentimientos salgan de este corazoncito tan hermoso”Sus sollozos eran un eco de su dolor, y cada lágrima que caía rompía mi alma. “Lo siento, lo siento tanto...” murmuró entre hipidos, y mi corazón se rompió en mil pedazos al escuchar su sufrimiento. Era una lucha que no debería haber enfrentado, un
tormentaEstefan Anderson La tormenta no cesaba, y nosotros estábamos atrapados en su centro. Primero apareció ella, destruyendo todo a su paso. Después, ese maldito hijo de perra, Álvaro. No puedo creer que esto siga empeorando, que todo nos salga mal una y otra vez. ¿Por qué no lo encontramos? ¿Por qué ese perro se esconde tan bien? Y ahora esto..."Quiero preguntarte algo, pero quiero que me digas la verdad", dijo Isabela, y en cuanto escuché esa frase, supe que algo no estaba bien. Perdí el control por completo al enterarme de que esa pulgosa estuvo a punto de matar a Cassandra. No podía creer que nos hubiera ocultado algo tan importante, que confiara su vida a una extraña, una loba, ¡una que nos declaró la guerra abiertamente!La rabia me consumía, y fui dispuesto a eliminarla. Solo alcancé a lanzar un golpe cuando Cassandra apareció, débil aún por la última paliza, pero decidida a defenderla. No sé qué me paralizó más, si su agarre o el dolor que sentí al darme cuenta de que no