KATIA VEGAConforme los días pasaron noté que los trabajadores aceptaban a Marcos cada vez más, hasta el punto de que, a la hora de la comida y durante el desayuno, comían y bromeaban juntos, eso sí, con Samuel en su regazo, pegado a él. Aunque mi bebé no sabía que era su padre, parecía que a su corazón no le cabía duda. Durante él día Marcos realizaba cualquier trabajo, cada vez con más habilidad, y tenía tiempo para juguetear con Samuel, incluso con Emilia, aunque a Arturo le dieran celos, pero nadie podía negar que él había sido la primera figura paterna de la niña y ella no lo olvidaría tan fácil, mucho menos lo dejaría de querer. Por las noches le ayudaba a curar sus heridas, que cada vez eran menos, o él terminaba explicándome cosas que yo no dominaba en el arte de ser CEO. Después de tirar las gasas sucias a la basura y cerrar la computadora portátil, terminaba sucumbiendo a sus caricias. Cuando sentía sus labios deslizándose por mi cuello y su mano firme sobre mi muslo, subi
MARCOS SAAVEDRA—Valiente sacrificio, espero haya valido la pena —dijo Héctor, mi abogado, torciendo los ojos.—Lo valió… —agregué con pesadez—. No puedo esperar para que regresemos esta misma noche. Ya estoy harto, cansado de todo esto y de fingir que me agrada.—Pues Katia parece ser muy feliz aquí…—Pero yo no… —contesté fastidiado viéndome las manos—. El calor, el trabajo pesado, los accidentes, los insectos, el polvo… No sé cómo es que le fascina esto. Lo único bueno es la comida y el vino. De ahí en fuera, no le veo sentido a someterse a esta clase de ambiente si no es necesario. KATIA VEGA Como cada vez que me sentía sola, llegué a ese muro de piedra y me senté para ver como el sol se escondía en el horizonte, sumiéndose detrás de las copas de los árboles, mientras mis dedos jugaban con el anillo de bodas. —Katia… —escuché su voz detrás de mí, pero no volteé, no quería verlo. —Cuando Arturo era muy pequeño, mis padres decidieron dejarnos aquí con los abuelos. Mi hermano era demasiado joven para comprenderlo, pero yo lo supe desde el momento en el que ellos se despidieron… éramos una carga, un estorbo. »Aquí… encontramos amor por primera vez. Mis abuelos hicieron todo lo posible para que nos sintiéramos en casa. Sí, no había comodidades, ni mucho dinero, pero… nos querían, todos éramos una familia unida. »Este es mi mundo… El único lugar donde he sido enteramente feliz y no quiero abandonarlo, no otra vez. Se sentó a mi lado y tomó el anillo entre mis dedos. —Te lo dije, quiero hacer esto bien… —De pronto lo arrojó, haciendo que se perdiera entre el paCapítulo 86: Enmendando un error
KATIA VEGA Marcos posó su mano sobre mi mejilla y me vio con tanta intensidad que me cautivó. Sus labios presionaron lentamente los míos, reconfortando mi alma. —¡Fuchi! ¡Se besaron! —exclamó Samuel haciéndose hacia atrás, queriendo huir de ese gesto de cariño entre su papá y yo. —Vamos a casa —agregó Marcos pegando su frente a la mía. Asentí con miedo de alejarme de mi familia en vano, pero si había la mínima posibilidad de tener mi final feliz al lado del hombre del que estaba perdidamente enamorada, lo intentaría. Mi mirada se quedó clavada en la finca y en mi familia, verlos cada vez más lejanos mientras el auto seguía su rumbo me arrugó el corazón. —¿Mami? ¿Estás tris
MARCOS SAAVEDRADurante el camino Samuel se quedó dormido entre mis brazos. Con sumo cuidado de no despertarlo, lo llevé hasta la habitación que alguna vez fue de Emilia, la había mandado a remodelar para que él se sintiera más cómodo. Estaba tan seguro de que Katia vendría conmigo, que ya había hecho los arreglos pertinentes.La habitación que llegué a compartir con ella se mantenía tal cual la había dejado la última vez, con excepción del guardarropa, ya que había comprado algunas prendas para ella. Quería que se sintiera cómoda, que no tuviera motivos para extrañar esa vieja finca. Al verla caminando por el espacio, reconociendo nuestra alcoba, algo vibró dentro de mi pecho, me invadió la angustia y me encontré a mi mismo tenien
MARCOS SAAVEDRAEn cuanto llegué a casa me desconcertó que Katia no fuera la primera en recibirme, en cambio Samuel llegó corriendo y se abrazó a mis piernas con emoción. —¡Llegaste! ¿Vamos a jugar? —preguntó antes de que lo tomara en brazos.—¿Ya cenaste? —Alboroté sus cabellos negros haciéndolo reír.—¡Sí! ¡Mi mami me hizo unos bocadillos muy ricos! —exclamó.—¿Me guardaste alguno?—¡Sí! ¡Hizo unos para ti!—Bien… acompáñame a cenar y te compartiré. —En ese momento se a
KATIA VEGAEstaba a nada de pedirle a Silvia que llamara a un médico, no podía más con este cansancio, o eso era lo que estaba pensando mientras que en la cocina me engullía una piña completa.—¿Está todo bien? —preguntó Silvia con el ceño fruncido, viendo como devoraba el último pedazo.—No, nada está bien, tengo hambre y tengo sueño —contesté resignada—. Quiero unas donas glaseadas rellenas de mermelada de frambuesa —agregué con los codos sobre la encimera y el rostro escondido entre mis manos.—¿Señora Saavedra? —preguntó Lomelí con excesiva diplomacia—. La madre del señor Saavedra vino d
KATIA VEGALlegué a casa abrumada, no recordaba cuántos vestidos me había probado y la repentina ansiedad que invadió a Rosa por abandonar no solo la «boutique» sino también el centro comercial, hizo que llegara a casa antes de lo previsto.Subí las escaleras y al abrir la puerta vi a mi bebé dormido, estaba tomando su siesta de la tarde y parecía un querubín. A diferencia de su prima Emilia, él dormía con más control de sus extremidades y no terminaba con las cobijas bajo la cama.De pronto una sensación nueva me distrajo, una mano firme y de gran tamaño se deslizó por mi cintura, apenas pude voltear, percibí el cálido aliento de Marcos acariciando mi oído. —Bienvenida a casa…