Al siguiente día me levanté de madrugada y me dio tiempo de ir al departamento por mis cosas, y regresar antes de la hora del desayuno.
Luego de dejar todo bien ordenado en el closet, me coloque mi uniforme y mire mi reflejo en el espejo que está colgado en una de las paredes de la habitación.
El uniforme, es un vestido rosa claro que me llega unos centímetros por encima de la rodilla, no me queda grande pero tampoco apretado y me hace sentir bastante cómoda. El que utilizaba en el bar era todo lo contrario, de color rojo, demasiado ajustado y apenas llegaba a cubrirme los glúteos...
Violeta me informo, que por el largo de mi cabello lo mejor es mantenerlo recogido, por eso me hice una cola alta.
También mencionó que no puedo utilizar maquillaje cuando esté trabajando, pero casi no lo hago, me gusta estar al natural así que eso no será problema.
Cuando estuve lista, mire la hora en mi pequeño reloj digital.
-Justo a tiempo-Dije en voz alta, y me fui directo al comedor de empleados, que queda justo después de la reluciente cocina.
-Buenos días Stella-Dijo Violeta al verme entrar-Gracias por entender que la puntualidad es algo primordial en está casa.
Ya ella se encontraba en la mesa, acompañada de cuatro hombres a quienes ,e presento el día de ayer.
Uno, es el chef Italiano Vittorio, un señor de unos cuarenta y tantos, muy agradable pero bastante celoso con respecto a su cocina; el otro, es el Jardinero Luis, un hombre mayor y bastante adorable que le habla a las flores y les pone nombre porque dice que son como sus hijas.
Los dos últimos, son los de seguridad, Lucca y Fernando, los maleducados que me recibieron ayer y que por cierto también son Italianos. Ambos parecen contemporáneos, deben tener poco mas de treinta años, no estoy segura y tampoco creo que vayan a decírmelo porque como ya sabemos, no son muy platicadores que digamos.
-Buenos días para todos-Comente risueña y acercándome para tomar asiento.
Respondieron cada uno mis saludos y de inmediato empezaron a comer.
-Señorina, ¿le gusta lo que he preparado esta mañana?-Pregunto Vittorio.
Probé un bocado y asentí sonríete-Esta exquisito.
-Grazie-Sonrío satisfecho.
Cuando terminamos de desayunar, Violeta me indicó las tareas que debía cumplir durante el día, que eras unas veinte aproximadamente, así que tuve que hacer mucho esfuerzo para memorizarlas.
Tenía que iniciar aspirado los muebles de la sala, después limpiar con mucho cuidado el enorme piano que tenían en ese mismo lugar, y no había terminado mi labor cuando escuché abrirse la puerta principal de la casa.
Segundos después, Violeta se acercó a mi a paso apresurado y con expresión ansiosa.
-Stella, los señores regresaron antes de lo previsto, acaban de llegar... por favor acompáñame a recibirlos-En el instante en el que terminó de hablar, se dio la vuelta y se regresó por donde vino.
Deje de inmediato lo que estaba haciendo y la seguí, tratando de mantenerle el ritmo, pero mi estómago empezó a temblar producto de los nervios.
Una vez que estuvimos frente a ellos, me quede parada detrás de Violeta, ocultándome de las miradas que de seguro me desaprobarían por mis rasgos juveniles.
-Señor Salvatore, Señora Elena, bienvenidos a su casa-Anuncio violeta mientras yo espiaba por encima de su hombro.
Quedé impresionada al ver que son más atractivos en persona, de lo que se veían en la fotografía, que a pesar de que fue tomada hace cuatro años, se ven igual de jóvenes, tanto, que el término "señores" no les combinaba demasiado.
La única diferencia que percibí, es que el ahora lleva una barba perfectamente definida, y que ella ya no esta tan bronceada...
-Gracias Violeta, por favor haz que suban las maletas a las habitaciones- Respondió Salvatore, y su esposa se fue escaleras arriba sin ni siquiera tener la decencia de saludar.
-Enseguida señor... Me alegra que hayan regresado, y antes de que suba, quiero presentarle a...-Señalo a su costado, pero quedo muda al no verme.
-Aquí estoy-Susurre detrás suyo y ella dio un pequeño brinco por el susto-Lo lamento, no fue mi intención asustarla.
-¿Que haces ahí escondida niña?-Se hizo a un lado, dejándome de frente hacia el.
Me vio y curvo sus labios en una leve sonrisa mientras yo me sonrojaba por la vergüenza.
-Señor, ella es Stella, la nueva chica de servicio.
Salvatore me escaneo de arriba abajo, sin ningún disimulo, pero ahora con una expresión bastante seria.
-Parece algo... joven.
Imaginé que diría algo así, solo espero que no me vaya a despedir sin antes darme una oportunidad.
-Lo se señor, pero ayer demostró que si puede con el empleo.
-Un día no es nada Violeta-Volvió a escanearme-veamos si aguanta hasta el fin de semana.
No se porque me sentí tan ofendida con sus palabras, pero no dije nada al respecto, porque me sentía completamente segura de poder demostrarle al "señor" que soy muy capaz, y que podré con todas las tareas que me impongan.
Y ya que todos nos habíamos quedado en silencio, Salvatore decidió retirarse, yéndose por el mismo camino que había tomado su esposa unos segundos antes.
-Que incómodo fue eso-Le confesé a Violeta en voz baja cuando nos quedamos solas.
-Tienes razón.
Ambas miramos hacía arriba mientras el hombre terminaba de subir los escalones.
-¡¿Pero que estamos esperando?!-Pregunto algo alterada-Debemos subir las cosas de los señores, pero yá.
Tomó rápido un bolso de mano y una enorme maleta, dejándome a mi otra un poco más pequeña.
Una vez que estuvimos arriba, Violeta me dijo que las cosas que ella llevaba eran de la señora Elena, y que la maleta que yo tenía era de Salvatore.
-Esa es la habitación del señor-Señalo una puerta a su izquierda-Debes tocar antes de entrar...
-Ok.
Apuré el pasó, creyendo que ella me seguiría, pero el lugar de eso, camino hasta una recámara que estaba varios metros a su derecha.
Debo admitir que me quedé estupefacta al descubrir que los señores dormían en habitaciones separadas, pero eso no era de mi incumbencia y decidí seguir en lo mío.
Di tres golpecitos en la puerta como me indicó Violeta.
-¡Adelante!-Respondió Salvatore desde el otro lado. Giré la manilla y entré.
Era admirable, y al mismo tiempo algo perturbador, lo pulcra y ordenada que estaba esa habitación.
Si mi cuarto me había dejado impresionada, éste, me dejaba boca abierta.
Miré todo asombrada, pero casi sufro un colapsó en el instante en que mis ojos se posaron en el hombre. Se encontraba de espaldas hacía mí, pero se había quitado la camisa y solo tenía puesto el pantalón.
Voltee mi rostro y clavé mi vista en la pared.
-Disculpe señor, no sabía que se estaba desvistiendo-Intente que mi voz sonara lo menos alterada posible, pero no creo haber tenido mucho éxito-Le traje su maleta.
-Déjala ahí... Y dile a Violeta que en unos minutos bajaré al despacho.
-Como ordené señor.
Me di medía vuelta pero solo alcance a dar dos pasos.
-No recuerdo haber dicho que podías marcharte-Me frené en seco-¿Y si yo necesitara alguna otra cosa, te irías dejándome con la palabra en la boca?-Pregunto de manera retórica.
-Perdóneme señor, tiene toda la razón-Volví a girar sobre mis pies pero sin que lo hubiese notado, se me había acercado, y se encontraba parado justo en frente de mí.
De inmediato coloqué mi mano delante de mis ojos, para cubrirlos.
-Te llamas Stella, ¿No?.
-Si señor.
-Dime una cosa... Stella, ¿Acaso nunca has visto a un hombre sin camisa?-Tomó mi mano con su diestra y la alejó de mi cara, pero yo mantuve los ojos cerrados con fuerza.
-No señor.
-¿Que edad tienes?
-Veintiniun años.
-Y quieres que crea que nunca has visto a un hombre sin camisa-Comento, y casi podía escuchar la burla en su tono.
Supuse que pensaría eso, pero era la verdad. Los únicos hombres con los que he tratado son los clientes que frecuentan el bar y siempre mantuve distancia, con ellos no provocava ni hablar.
-Estando tan cerca de mi, no señor... Estoy siendo muy sincera...
-Ummm... Comprendo, ahora quiero que abras los ojos.
-Pero señor...
-Te estoy dando una orden-Me interrumpió, manteniendo un tono calmado pero exigente, así que tuve que obedecer.
Lentamente fui abriendo mis párpados y al mismo tiempo fui agachando la cabeza.
Mantuve mi cabeza inclinada hacía abajo, con la mirada clavada en el piso.
Salvatore colocó un dedo debajo de mi barbilla y lentamente me hizo levantar la cara.
Sin exageración alguna, creó que me encontraba parpadeando unas veinte veces por segundo, con las mejillas ardiéndome por el rubor.
-No se si Violeta te lo habrá dicho, pero yo salgo a correr todas las mañanas a las seis, regreso a las siete, y me doy una ducha que dura exactamente quince minutos-No tenía ni la menor idea de a dónde quería llegar con todo lo que estaba diciendo-El punto es que tú, debes asegurarte de traer cada mañana mi ropa perfectamente planchada y a la misma hora de siempre, ni un minutos mas, ni un minuto menos... Y cuando yo salga de mi ducha quiero verte ahí parada-señalo a un costado suyo-Y si quieres el empleo, de ahora en adelante tendrás que acostúmbrate a verme así-Ya no eran solo mis mejillas las que estaban coloradas, si no toda mi cara-¿Entendido, Stella?
-Si señor.
-Ahora sí-Se alejó unos cuantos pasos-Puedes marcharte.
Salí casi corriendo de esa habitación en busca de Violeta. Necesitaba que me dijera que otra cosa embarazosa había olvidado mencionarme.
Las veces que sueño con mis padres, me cuenta un poco poder despertar en las mañanas...Pero como en mi actual empleo me encuentro en periodo de prueba, lo peor que me podía haber pasado, era quedarme dormida.-¡No puede ser!-Exclamé, levantándome de la cama de un solo brinco-¿Porque no escuché el despertador?Ya eran las seis y media de la mañana, y apenas éste era mi tercer día en la mansión así que por mi bien lo mejor era darme prisa.No tengo la menor idea de cómo logré estar lista en quince minutos, pero lo hice.Me fui directo a el comedor y ya todos estaban desayunando.-Buenos días, buenos días, buenos días-Repetí rápidamente.Ni siquiera me senté, solo serví un jugo de naranja y me lo tomé de un trago.Todos se me quedaron viendo extrañados.-¿No piensas desayunar?-Pregunto Violeta.Me alejé a paso apresurado.-No me da chance...-Pero sí aun tienes veinte minutos.-¡No son suficientes!-Respondí saliendo del comedor.Fui a buscar la ropa del señor que ya se encontraba tal com
Después de mi poco motivadora conversación con Violeta, empecé a realizar mis tareas.Primero sacudí con mucho cuidado los costosos cuadros que habían en varias paredes de la casa, limpié los cristales de las ventanas y como ya Vittorio había terminado de preparar el desayuno de los señores, me fuí con él a la cocina para ayudarlo en lo que sea que necesitara.-Ya la señorina tiene mucho queasere, no e necesario que me ayude aquí-Comento, con su divertido acento italiano.-Ya le dije que ayudarlo también forma parte de mis labores.Tomé los trastes sucios y los metí al fregadero para lavarlos.-No señorina, aquí no lo hacemos de ese modo, para eso tenemos el lavavajillas-Señalo el aparato.-Pero yo no se utilizar esa cosa, así que lo haré a la manera antigua.Enjabone un plato de porcelana y cuando le estaba sacando el detergente, casi se me resbala de las manos.-¡Mamma mia!-Se llevo una mano al pecho-tenga cuidado, esos platos son importados...-Tendré mas cuidado, no se preocupe.-
La alarma de las seis empezó a sonar y dejé escapar un pequeño gruñido de mi garganta en forma de protesta, en serio no quería levantarme de la cama ésta mañana.Mi cuerpo me exigía con fervor que durmiera un poco más, pero con el jefe que tengo, esa idea no estaba en discusión.Llevo poco mas de una semana con el empleo y el cansancio me hace sentir como que llevará un año entero, aunque me he acoplado bastante rápido a las exigencias de Salvatore, pero aun no comprendo lo estricto y específico que es con respecto al tiempo.Además de eso, todas las otras tareas me dejan bastante agotada, hasta en mis sueños me veo trapeando, sacudiendo o puliendo cualquier cosa, ni durmiendo logró descansar. Solo espero que Violeta no haya mentido cuando dijo que al recibir mi paga, todo habrá valido la pena...Después de darme una ducha caliente y de ponerme mi uniforme, me fuí a desayunar con los demás empleados.-Buenos días-Dije acercándome a la mesa y soltando un enorme bostezo.-Niña, "Cuanta
Un mes entero había pasado desde que comencé a trabajar en la mansión...Y ya es notorio el cambio en mi, me encuentro más activa, me despierto con más ánimo y siento que me he acoplado bastante bien a todas las tareas que tengo que cumplir, sin mencionar que me llevo mejor con Salvatore, me atrevo a decir que hasta nos caemos bien.Yo digo que me he acostumbrado a todo, o no, miento, a lo que no me acostumbro es a los malos tratos que me da Elena cuando tengo que atenderla, pero para mi suerte casi no se la pasa aquí en casa, así que eso no sucede muy seguido...Ya mi reloj marcaba las cuatro de la tarde y me encontraba muy agusto en el jardín recogiendo algunas flores con el señor Luis, para colocarlas en jarrones por algunos sitios de la casa y así poder darle un poco más de alegría, pero no pude terminar con mi tarea porque Violeta me avisó que el señor estaba solicitando mi presencia.-¿Me mandó llamar señor Salvatore?-Pregunté asomando la cabeza por las puertas del despacho-Y di
Los días pasaron sin mayores incidentes, excepto por la llegada de la dichosa cita de Elena con el doctor...Esa mañana los señores salieron juntos de la casa y no regresaron hasta medio día.Violeta y yo estabamos platicando a gusto en la sala mientras espojabamos los cojines de los sofás y escuchamos la puerta principal ser abierta de golpe.Salvatore y Elena entraron a la casa discutiendo muy fuerte, llamando por completo nuestra atención, pero estaban hablando en italiano, por lo que no podíamos entender nada de lo que estaban diciendo.Nosotras dos nos quedamos como una estatuas humanas con la escena que estaba sucediendo frente a nuestros ojos.La mujer parecía estarle reclamando algo a su esposo, por los movimientos tan exagerado que hacía con sus manos y el se mostraba bastante frustrado con la situación, y de vez en cuando se pasaba las manos por el cabello para peinarlo hacía atrás con algo de inquietud, o preocupación, no estoy segura.Después de casi dos minutos de gritos
Mi noche se estaba volviendo eterna porque no lograba conciliar el sueño...Mi plática con Violeta me había dejado con tantas preguntas que no pude hacer que mi cerebro dejará de pensar un solo instante.Tome mi reloj de la mesita de noche y pude ver que marcaba casi las dos de la mañana.-No puede ser Stella...ya duérmete o mañana parecerás un zombie-Me regañé a mi misma en tercera persona.Y como si el refrigerador fuese a darme la respuesta a alguna de mis incógnitas, decidí que lo mejor seria ir por un vaso de leche.Salí de la habitación dando pasos cautelosamente lentos para no hacer ningún ruido. No tenía intenciones de despertar a nadie y que me vieran en esa vergonzosa pijama que traía puesta, que ni siquiera se trataba de una verdadera "pijama", era un simple vestido de algodón que me queda algo corto pero a su ves es demasiado cómodo y por eso lo utilizo para dormir.Solo alcance a dar cinco pasos cuándo un sonido captó mi atención y desde luego, porque yo no lo había provo
Ayudar a ese hombre a subir las escaleras parecía mucho mas facil en mi mente de lo que estaba siendo en la realidad.Lograr que saliera del despacho fue bastante sencillo, en comparación a la lucha que estaba resultando hacerlo subir cada peldaño.-Aquí está otro-Le indique, señalando hacía abajo, mientras mi delgado brazo izquierdo lo sostenía con firmeza-Un escalón más, ya falta poco-Lo anime.Y cuando solo nos quedaban cuatro peldaños por subir, se tambaleó y tuve que hacer un esfuerzo gigantesco para no dejarlo caer.-Casi...-Musito sonriente y mirando hacía atrás.-No me da risa señor Salvatore, es aterrador que pueda caerse.-Shhhhh-Coloco un dedo sobre mis labios-No te amargues tanto la vida y deja de llamarme señor que me haces sentir que tengo cuarenta años.No entendí el porqué de esa petici&o
El sueño y yo no nos reconciliamos durante toda la noche... Mi cabeza no paraba de dar vueltas, y yo tampoco sobre aquellas sabanas blancas. Recuerdo haber llorado unas cuantas veces durante mi desvelo, sintiendo la enorme culpa de haberlo estropeado todo. Y aún cuando estaba segura de que lo sucedido con Salvatore no era producto de mi imaginación, anhelaba que hubiese sido así. Un simple sueño del cual me avergonzaría a solas, pero no, dejé que sucediera, estúpidamente había dejado que el señor se propasara conmigo, o mejor dicho, yo me había propasado con el, porque tomando en cuenta su posición y su estado de ebriedad en ese momento, la situación solo se apreciaba de esa manera. Donde yo, quedo como la sirvienta interesada que buscó desesperadamente meterse en la cama de su jefe, aún cuando todo lo inicio él... Y lo peor es que por poco y el incidente llega mucho más lejos, gracias al cielo que mi cerebro conecto con su parte racional en el último instante, porque si no las c