Capitulo 4.

Las veces que sueño con mis padres, me cuenta un poco poder despertar en las mañanas...

Pero como en mi actual empleo me encuentro en periodo de prueba, lo peor que me podía haber pasado, era quedarme dormida.

-¡No puede ser!-Exclamé, levantándome de la cama de un solo brinco-¿Porque no escuché el despertador?

Ya eran las seis y media de la mañana, y apenas éste era mi tercer día en la mansión así que por mi bien lo mejor era darme prisa.

No tengo la menor idea de cómo logré estar lista en quince minutos, pero lo hice.

Me fui directo a el comedor y ya todos estaban desayunando.

-Buenos días, buenos días, buenos días-Repetí rápidamente.

Ni siquiera me senté, solo serví un jugo de naranja y me lo tomé de un trago.

Todos se me quedaron viendo extrañados.

-¿No piensas desayunar?-Pregunto Violeta.

Me alejé a paso apresurado.-No me da chance...

-Pero sí aun tienes veinte minutos.

-¡No son suficientes!-Respondí saliendo del comedor.

Fui a buscar la ropa del señor que ya se encontraba tal como el dijo, "perfectamente planchada", yo misma me aseguré de eso la noche anterior.

Subí a toda prisa las escaleras y toque la puerta, pero como nadie respondió, entré, ya que supuse que aun no había regresado.

Y no me equivoqué, no estaba en su habitación, pero su cama estaba tendida, algo que imaginé que yo tendría que hacer.

Así que solo me toco esperarlo de pie, durante unos diez minutos.

Cuando mi reloj marcó las siete en punto, Salvatore abrió la puerta y se me quedó mirando algo sorprendido.

"jum', me exigió puntualidad, pero de seguro no contaba con que yo llegara antes de lo acordado"-Pensé.

Caminó hacia mí, con la respiración aún agitada por el ejercicio y cuando estuvo a un metro de distancia se colocó las manos a sus costados haciendo que me sintiera algo intimidada.

-¿Que haces aquí?

-Le traje su ropa señor.

-¿Acaso no hablé claro ayer?

-Por supuesto que sí... dijo que lo esperara con su ropa planchada.

-¿Cuando-yo-qué?-Pregunto en tono prepotente y separando muy bien las palabras.

-Cuando usted saliera de su ducha.

-¿Y en éste momento te parece que estoy saliendo de mi ducha?

-No señor, discúlpeme.

-Ni un minuto mas, ni un minuto menos...-Me recordó-Que esto no vuelva a ocurrir.

Me pasó por el costado para entrar a su baño y sentí como mi cara se enrojecía producto del enojó... En vez de haberme disculpado, debí haberle tirado su atuendo, pero necesito el empleo, así que tendré que acostumbrarme a ese ogro exigente.

Y yo que había dejado a un lado mi desayuno para parecerle una persona responsable, y en lugar de eso, me hizo quedar como una desmemoriada.

-No entiendo porque simplemente no puedo dejarle su ropa ahí tendida sobre la cama-Murmure para mí misma-Creo que lo que le gusta es torturar a las personas y por eso me va a dejar aquí parada hasta que se me duerma el brazo de tanto tenerlo extendido-Continúe refunfuñando.

Y después de pasar unos cuantos minutos inventando insultos para el "señor" en mi mente, la puerta del baño se abrió, sacándome de mis entretenidos pensamientos, y lo vi salir envuelto por la cintura en una simple toalla blanca.

Me quedé paralizada, cómo una estatua, intentando no clavar la mirada en ese cuerpo que parecía estar hecho de puro músculo.

Salvatore se acercó a mí y creí que tomaría su ropa, pero en lugar de eso, se me quedo mirando directamente a los ojos durante unos larguísimos segundos.

-Veo que ya te estás acostumbrando-Admitió, por el hecho de que no desvíe la mirada.

-Su ropa señor-Extendí mi brazo hacía él y la tomo para alejarse.

-¿Piensas quedarte ahí parada mientras me visto?- Inquirió, levantando una ceja.

-No señor, pero no me ha dicho que puedo marcharme...

-Y tampoco te voy a dar el gusto de que me veas desnudo.

La incomodidad me hizo bajar la mirada y sentí que me ardieron la orejas, pero tuve que recordarme a mi misma que yo no había hecho nada malo, y que toda la culpa la tenía el.

-Permiso-Fue lo único que alcance a decir, antes de salir como una bala de la habitación.

¿Qué se cree ese hombre?, Con razón su esposa duerme en otro cuarto, de verdad es insoportable, hasta creo que sentí lastima por ella.

Bajé las escaleras en busca de Violeta y la encontré saliendo de la cocina.

La sostuve del brazo-¿Tienes un momento por favor?

-Salvatore te regaño por estar antes de las siete y diez en su habitación.

Esa no era una pregunta, ella me estaba haciendo una afirmación así que la miré con el seño fruncido-¿Como sabes que me regaño?

-Por qué el joven es bastante... estricto, con respecto a sus rutinas. Su ducha termina exactamente a las siete y quince, así que debes entrar a su habitación cinco minutos antes, no quince, ni veinte, cinco... Y es así con absolutamente todo, así que si quieres conservar el empleo es mejor que te acostumbres.

Se qué "estricto", no era precisamente la palabra que lo describía, yo diría más bien, obsesivo, y de seguro Violeta pensaba igual pero se reservaba sus comentarios.

-¿Pero siempre se comporta tan insoportable, o solo es así conmigo?-Me acerqué a ella para no tener que hablar demasiado alto

-Shhhhh...baja la voz que te pueden escuchar.

-Estoy hablando bajito-Susurre-Ahora responde, y por favor se sincera.

-Te estoy diciendo, que es estricto... Aprende sus rutinas, sigue sus órdenes al pie de la letra, y verás que es bastante tratable.

-"Uy, eso suena tan fácil"-Fui sarcástica.

-Dijiste que podías con esto, ahora demuéstralo.

Quería protestar pero estaba clara de que ella tenía toda la razón.

-¿Y debo hacer esto todos los días?

-Si te quedas con el empleo, si...excepto los domingos, que serán tus días libres.

-Interesante... pero no muy prometedor-Me cruce de brazos.

-Ya niña, no deberías quejarte del él, más bien agradece que no tengas que atender así a Elena.

-¿Por que?, ¿la señora Elena también es así de "estricta" con sus horarios?

-No, ella es todo lo contrario... nunca se levanta a la misma hora, tienes que adivinar cuando tiene hambre y cuando no, es malcriada y uffff...-Resoplo-Las pocas veces que tengas que atenderla, veras que ella sí puede ser un verdadero dolor de cabeza.

-Vaya que sabes como subirle el ánimo a alguien-Volví a utilizar el sarcasmo y levanté mi pulgar, sonriendo forzosamente.

-Tu querías sinceridad-Se encogió de hombros.

Suspiré resignada.

-Si te sirve de consuelo, Elena se la pasa de compras o de fiesta en fiesta, así que casi no la verás por aquí...

-Eso ya es algo...¿Y Salvatore también se la pasa fuera de la casa?

-No, el pasa la mayoría del tiempo en su despacho, trabajando.

Había rezado para que su respuesta fuese sí, pero al parecer no dije bien mis plegarias...Y ahora sé que tendré que aprender a soportar a ese hombre.

-Una última pregunta con respecto al señor.

-Al parecer alguien se levantó hoy con mucha curiosidad.

-Violeta por favor, una más y ya... ésta es importante.

-Esta bien-Puso toda su atención en mi-Te escucho.

-¿Por qué tengo que esperarlo todas las mañanas, de pie, y con la ropa en la mano, como si yo fuese un perchero?, Por qué simplemente no se la dejó sobre la cama.

-Te estoy diciendo que es estricto con todo...acóplate a sus exigencias.

-Esa no es una respuesta muy detallada-Me queje.

-Pues tendrás que conformarte, y ahora señorita-Me tomó por los hombros y me hizo girar sobre mi pies-Ve a cumplir con tus tareas, porque acabas de perder diez valiosos minutos hablando conmigo.

-ok, ok...pero voy a pesar que está platica tendrá una segunda parte.

-Ummm... ya veremos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo