CAPÍTULO 5. Un gravísimo errorUna semana antes.Max estaba sentada en la cama de su celda, con los codos apoyados en las rodillas y pensando por milésima vez en todo lo que había pasado. Llevaba seis meses en la cárcel, ninguno de los pocos compañeros que le quedaban del ejército había ido a verla, así que se sorprendió cuando le anunciaron aquella visita.—Teniente Jhonson. ¿Me regala un minuto? —preguntó el General Morrison y ella solo elevó los ojos para verlo a él y al hombre que lo acompañaba.—Gracias a usted, tiempo es lo que me sobra —replicó ella acercándose a la reja.—Me alegro, porque vengo a proponerle un trato.—No estoy de humor para tratos, gracias —respondió Max mientras volvía a sentarse en la cama.—Mire, Teniente, lo siento mucho por todo lo que ha pasado...—¿Ah, sí? ¿Y qué parte exactamente le duele? ¿El hecho de condenarme sabiendo que era inocente, o el de que es posible que Alcott masacre unos cuantos equipos más por su incompetencia?Morrison suspiró y se sen
CAPÍTULO 6. Una profesionalMax intentó darse la vuelta, pero el hombre presionaba con fuerza la pistola contra su nuca.—Camina —dijo con voz ronca y ella se levantó el vestido y echó a andar.El tipo la empujó hasta un coche oscuro que estaba aparcado en la calle el fondo y abrió la puerta trasera para empujarla dentro. Pero ni siquiera pudo hacer el intento, porque en ese mismo instante el tacón de Max se clavó con fuerza en la puntera de su zapato y la mujer giró bruscamente, rompiéndole la muñeca de un solo movimiento y haciéndolo caer pesadamente contra el suelo en el siguiente.Max tomó la pistola que hasta ese momento había estado en las manos del tipo y se la puso en la sien.—¡No dispares! —gritó el hombre que había intentado secuestrarla.—¿Tú quién coño eres y qué quieres conmigo? —gruñó ella accionando el martillo de la pistola para que viera que hablaba en serio. Si de algo no tenía miedo Maxine Jhonson en su vida era de disparar.—Yo... yo pensé... pensé que eras la monj
CAPÍTULO 7. “Los esposos Grissom”Liam se acercó para abrir las cortinas y vio que todos los periodistas estaban esperando delante de la casa.—¿Qué coño les hace pensar que tienen derecho a nuestra intimidad? —gruñó ella, ya totalmente fuera de sí.—No somos desconocidos —murmuró él mirando por la ventana y ella se quedó de piedra—. ¡Mierda! Esto siempre será así…Max apretó los dientes, con tantos pajarracos revoloteando alrededor no iba a poder hacer bien su trabajo. ¡Y ella no iba a permitir eso!—¿Quieres apostar? —siseó y se lanzó de la cama, caminando con decisión fuera del cuarto.Liam corrió tras ella, porque tenía mucha cara de loca, y la siguió hasta el garaje.—Tú... ¿qué vas a hacer? —preguntó viéndola revisar las máquinas de lavado a presión.—Tengo insomnio, voy a limpiar el jardín. ¿Vienes?Max tiró de una de las máquinas y Liam no tenía idea de lo que iba a hacer, pero agarró otra y fue tras ella. La vio conectar mangueras que él ni sabía para qué eran y un segundo des
UGPEM. CAPÍTULO 8. ¡Se cazan más con un matamoscas!Liam se volvió a verla con los ojos muy abiertos, era evidente que estaba al borde de la explosión.—No te metas en esto —le espetó, y ella arqueó una ceja.—¡Eso, no te metas! —moqueó la chica y a Max le hirvió la sangre.—He visto escenas que le revolverían el estómago a cualquiera, pero una mujer literalmente llorando a los pies de un hombre es el peor de todos. ¡Levántate de ahí, que tampoco coge tan bien! —le gruñó Max a la chica y esta la miró como si fuera estúpida.Liam apretó los labios y trató de levantar a la muchacha.—Déjala, yo mismo me ocuparé de ella —respondió él con un gruñido, pero se quedó de piedra cuando Max se sentó en una silla frente a ellos y cruzó las piernas—. ¿Qué haces?—Viendo cómo te ocupas —replicó con frialdad.La chica sollozó un poco más, pero Liam la puso de pie de un tirón.—Max, esta es Sisi, mi exasistente —murmuró él con incomodidad—. No te preocupes por ella, ya se irá.—¡No, no me voy! ¿Cómo
UGPEM. CAPÍTULO 9. Cierra los ojosLiam no tuvo tiempo de contestar porque volvieron a besarse, esta vez con más pasión y deseo, las manos de él recorrieron su espalda hasta posarse en su trasero para acercarla aún más a su erección. Sus cuerpos estaban pegados y era imposible ignorar el hecho de que entre ellos se estaba creando una atracción física brutal. Max suspiró contra sus labios y rozó la punta de su lengua sobre su mandíbula antes de inclinar la cabeza y lamerse los labios, como si supiera lo que Liam pensaba.—Eres un hombre difícil de resistir —dijo ella en voz baja y provocativa—. Y todavía estamos de luna de miel.Tiró de él hacia el estacionamiento cruzando la calle y lo metió en su auto, sentándose detrás del volante, sin darle tiempo ni a protestar.—¿Te parece si vamos a divertirnos un poco? ¿Esposito?Arrancó el auto y salió marcando llantas, pero si Liam pensaba que lo hacía por diversión, los ojos de Max, concentrados en el tráfico y en la camioneta que de repente
UGPEM. CAPÍTULO 10. ¿Firmamos la paz?Max sonrió mirando aquel cuerpo desnudo bañado en sudor. Alguien podía haber salido muy herido en aquella persecución, pero no, allí estaba él con una sonrisa idiota en la cara, sin enterarse de nada.—Creo que esto podría ayudarnos a prender del fuego... —rio Liam, claramente satisfecho.Max pasó las yemas de los dedos sobre su pecho, haciéndole cosquillas suaves y sonrió.—¿Fuego? Un poco más de fuego y vamos a desatar un incendio forestal.Se vistieron despacio y se quedaron mirándose por un segundo.—Escucha... —comenzó Max pero Liam levantó una mano para interrumpirla.—No, deja que te hable yo primero —dijo en voz baja, sosteniendo su mirada—. No soy capaz de hacer esto: Llevar una vida de casado, presentarte a mis amistades, hacer cenas para la familia... ese no soy yo. Podemos tener todo el sexo del mundo, mientras entiendas que nunca va a ser más que sexo.Max apretó los dientes y pasó saliva mientras negaba suavemente.—No te lo estoy di
UGPEM. CAPÍTULO 11. ¡Sí, señor Grissom!Le avisó al señor Garret que estaba disponible y una hora después le llegaban todos los equipos que había pedido.—¡Ah! Señor Grissom, también voy a empezar a trabajar desde mañana como la asistente de su hijo, así que voy a necesitar ropa especial.—¿Qué tan especial?—Del tipo que haga que a Liam se le quiten las ganas de salir de la oficina —respondió ella.—Anotado —dijo el hombre y Max comenzó su trabajo en la casa.Instalar las cámaras de vigilancia, los sensores de movimiento y el sistema de alarma silenciosa no era difícil para ella con el entrenamiento que tenía, pero definitivamente se necesitaba tiempo para eso.Acabó muy tarde, porque además necesitó instalar soportes de armas y las armas mismas dentro de la casa, donde estuvieran al alcance pero Liam no pudiera encontrarlas a simple vista. Finalmente a las cuatro de la madrugada la pequeña mansión se había convertido en una fortaleza que, de ser necesario, ella misma podría defender
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que