UGPEM. CAPÍTULO 8. ¡Se cazan más con un matamoscas!Liam se volvió a verla con los ojos muy abiertos, era evidente que estaba al borde de la explosión.—No te metas en esto —le espetó, y ella arqueó una ceja.—¡Eso, no te metas! —moqueó la chica y a Max le hirvió la sangre.—He visto escenas que le revolverían el estómago a cualquiera, pero una mujer literalmente llorando a los pies de un hombre es el peor de todos. ¡Levántate de ahí, que tampoco coge tan bien! —le gruñó Max a la chica y esta la miró como si fuera estúpida.Liam apretó los labios y trató de levantar a la muchacha.—Déjala, yo mismo me ocuparé de ella —respondió él con un gruñido, pero se quedó de piedra cuando Max se sentó en una silla frente a ellos y cruzó las piernas—. ¿Qué haces?—Viendo cómo te ocupas —replicó con frialdad.La chica sollozó un poco más, pero Liam la puso de pie de un tirón.—Max, esta es Sisi, mi exasistente —murmuró él con incomodidad—. No te preocupes por ella, ya se irá.—¡No, no me voy! ¿Cómo
UGPEM. CAPÍTULO 9. Cierra los ojosLiam no tuvo tiempo de contestar porque volvieron a besarse, esta vez con más pasión y deseo, las manos de él recorrieron su espalda hasta posarse en su trasero para acercarla aún más a su erección. Sus cuerpos estaban pegados y era imposible ignorar el hecho de que entre ellos se estaba creando una atracción física brutal. Max suspiró contra sus labios y rozó la punta de su lengua sobre su mandíbula antes de inclinar la cabeza y lamerse los labios, como si supiera lo que Liam pensaba.—Eres un hombre difícil de resistir —dijo ella en voz baja y provocativa—. Y todavía estamos de luna de miel.Tiró de él hacia el estacionamiento cruzando la calle y lo metió en su auto, sentándose detrás del volante, sin darle tiempo ni a protestar.—¿Te parece si vamos a divertirnos un poco? ¿Esposito?Arrancó el auto y salió marcando llantas, pero si Liam pensaba que lo hacía por diversión, los ojos de Max, concentrados en el tráfico y en la camioneta que de repente
UGPEM. CAPÍTULO 10. ¿Firmamos la paz?Max sonrió mirando aquel cuerpo desnudo bañado en sudor. Alguien podía haber salido muy herido en aquella persecución, pero no, allí estaba él con una sonrisa idiota en la cara, sin enterarse de nada.—Creo que esto podría ayudarnos a prender del fuego... —rio Liam, claramente satisfecho.Max pasó las yemas de los dedos sobre su pecho, haciéndole cosquillas suaves y sonrió.—¿Fuego? Un poco más de fuego y vamos a desatar un incendio forestal.Se vistieron despacio y se quedaron mirándose por un segundo.—Escucha... —comenzó Max pero Liam levantó una mano para interrumpirla.—No, deja que te hable yo primero —dijo en voz baja, sosteniendo su mirada—. No soy capaz de hacer esto: Llevar una vida de casado, presentarte a mis amistades, hacer cenas para la familia... ese no soy yo. Podemos tener todo el sexo del mundo, mientras entiendas que nunca va a ser más que sexo.Max apretó los dientes y pasó saliva mientras negaba suavemente.—No te lo estoy di
UGPEM. CAPÍTULO 11. ¡Sí, señor Grissom!Le avisó al señor Garret que estaba disponible y una hora después le llegaban todos los equipos que había pedido.—¡Ah! Señor Grissom, también voy a empezar a trabajar desde mañana como la asistente de su hijo, así que voy a necesitar ropa especial.—¿Qué tan especial?—Del tipo que haga que a Liam se le quiten las ganas de salir de la oficina —respondió ella.—Anotado —dijo el hombre y Max comenzó su trabajo en la casa.Instalar las cámaras de vigilancia, los sensores de movimiento y el sistema de alarma silenciosa no era difícil para ella con el entrenamiento que tenía, pero definitivamente se necesitaba tiempo para eso.Acabó muy tarde, porque además necesitó instalar soportes de armas y las armas mismas dentro de la casa, donde estuvieran al alcance pero Liam no pudiera encontrarlas a simple vista. Finalmente a las cuatro de la madrugada la pequeña mansión se había convertido en una fortaleza que, de ser necesario, ella misma podría defender
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que
CAPÍTULO 2. Una mujer que quiere venganza.Un año después.Alexa Carusso era una mujer hermosa y lo sabía, pero más que eso, era una mujer determinada, fuerte y con una voluntad de arrasar con todo a su paso, por un simple motivo: había perdido todo, y venía dispuesta a recuperarlo.Precisamente por eso había pasado un año preparándose, un año tejiendo sus hilos para ganarse aquel puesto como analista en el departamento económico de Hamilton Holding Enterprise, más conocido como el grupo HHE. Era la empresa más poderosa en el área de la tecnología, y su dueño era el único hombre que a Alexa le interesaba en el mundo: Scott Hamilton.El señor Hamilton era un hombre escurridizo, al punto de ocultarle exitosamente su rostro a los medios, y eliminar cualquier noticia privada o foto suya de internet. Sin embargo todos los que lo conocían estaban de acuerdo en algo: Era un hombre despiadado, feroz, horrible... ¡y Alexa estaba allí para conquistarlo!Manejó su discreta camioneta Honda hasta
CAPÍTULO 3. ¡Tú!Y como no existe nada más fuerte que la voluntad de una mujer que quiere venganza, Alexa se llevó el trabajo a casa, apenas durmió, pero cuando estaba amaneciendo por fin aquel error se reveló ante ella.—Alguien lo está robando —sonrió Alexa y corrió a preparar café mientras Howard salía de su habitación medio dormido.—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas como gata en celo? —protestó.—¡Alguien está robándole a Scott Hamilton! —exclamó Alexa emocionada—. ¡Nadie es invulnerable en la vida, y alguien le está robando al ogro, así que ya tengo mi camino abierto hacia él!Sin embargo muy pronto Alexa se daría cuenta de que aquella alegría era demasiado prematura. En cuanto le dijo al señor Malcovich que había encontrado problemas en los números, el supervisor le quitó los documentos sin siquiera preguntarle dónde estaba el problema.—¡Oiga, yo debería hablar con el señor Hamilton de esto! —sentenció ella sin saber las intenciones de Malcovich.—Esto está muy por encima de su nivel
CAPÍTULO 4. Un hombre que no tolera desafíosAlexa quería que la tierra se la tragara. Había ido a aquella empresa a conquistar al CEO y había acabado ofendiéndolo de la peor forma posible. Sabía que tendría suerte si no la ponía de patitas en la calle antes de dejarla hablar ¡y encima llegaba peleándose con su supervisor!"¡Mierda!" pensó mientras Malcovich entraba corriendo tras ella, con cara de espanto.Sin embargo las emociones de Scott Hamilton parecían tan controladas como una bomba a punto de explotar. Se levantó despacio y miró a Alexa de arriba abajo. Estaba despeinada, descalza, desarreglada, el sudor le corría desde la frente y caía en pequeñas gotas entre sus pechos, mientras jadeaba por el esfuerzo de subir las escaleras... Parecía exactamente la bruja que era y lo peor de todo era que Scott Hamilton solo quería quitarle aquel sudor entre los pechos con la lengua. ¡¿Pero a él qué diablos le pasaba con aquella mujer?!—¿Qué demonios es esto? —gruñó cuando la vio detenerse