UGPEM. CAPÍTULO 18. Una situación desesperadaLa primera vez que Joseph Duff, prestigioso magnate del comercio inglés y dueño de la licitación del puerto de Penzance llamó por primera vez durante la madrugada para cambiar la hora de la reunión a las doce del mediodía, a Max le llamó la atención el hecho de que el hombre parecía nervioso. Pero cuando llamó por segunda vez a cambiar de nuevo el horario de la reunión, comenzó a pensar que había algo más detrás de todos aquellos atrasos.Se metió a investigarlo y encontró una fotografía de un evento hacía algunos meses, que no le causó muy buena impresión.Estaba a punto de empezar a hacer llamadas cuando escuchó la voz de Liam, resonando como un trueno por toda la casa.—¡Maaaaaaaaaxxxxxxxxx!—¡Uy, ya despertó la fiera! —sonrió mientras se acomodaba con un café en la barra de la cocina y lo veía llegar corriendo, con el rostro enrojecido por la ira.—¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? ¡Me perdí una reunión importante! ¡Si me querías joder sin
UGPEM. CAPÍTULO 19. ¡Qué sexy eres en calzoncillos!Liam dudó un momento en contestarle, pero no tenía caso ocultar algo de lo que tarde o temprano se enteraría.—Europa del Este tiene puertos increíbles para la comercialización, el principal es San Petersburgo, que nos permite el acceso a Rusia, evitándonos tener que navegar medio mundo —dijo señalando el mapa—. Pero también hay otros puertos que abren el camino a otros países pobres de la región, ahí dejamos material no conflictivo en calidad de donación: útiles escolares, ropa, vacunas, alimentos enlatados.A Max se le hizo un nudo en la garganta al escuchar aquello y lo miró como si fuera una pequeña oruga que se convertía en mariposa frente a sus ojos.—¿Es en serio? —murmuró anonadada—. Creí que todo esto era por dinero...—¡Y lo es, no te confundas! —suspiró Liam con impaciencia—. ¡Todo esto es por dinero, porque lo que la gente no entiende es que para poder donarlo, primero hay que ganarlo! Me gusta ayudar, de verdad es una pa
CAPÍTULO 20. Una mujer que jamás sería suyaNo habían pasado ni siquiera tres horas cuando llegaban ya al aeropuerto. Para Max subirse a un avión era normal, pero hacerlo a uno privado y con tanto lujo, no mucho. Así que se sentía extraña mientras veía que el avión ejecutivo tenía hasta una habitación con cama incluida.El vuelo era largo, pero ella tenía tanta curiosidad acerca de todo el trabajo que hacía Liam aparte de la empresa, que no dejó de preguntar: ¿de dónde salían y a dónde enviaban las donaciones? ¿Cómo las compraba? ¿Cómo se aseguraba de que llegaran? ¿Qué cosas se enviaban?La lista era infinita, y Liam se lo iba respondiendo todo con entusiasmo, porque realmente aquella era una labor que consideraba crucial.—¡Dios, eso es mucho dinero! —murmuró Max dándose cuenta de que Liam tenía implementado aquel sistema en diversas partes del mundo desde hacía años—. Si no hubieras donado todo eso, ya te habrías podido comprar un pequeño país.—¿Y qué iba a hacer con un pequeño pa
CAPÍTULO 21. El inicio de un viajeEl hombre muy gentilmente les dio su mejor habitación y anotó todo para su cena. Liam cayó como toro de arado en la cama y Max detuvo al hostalero antes de que se marchara.—¿Sabe si hay algún capitán de barco de gran calaje en la isla? —preguntó ella.—¡Claro que sí! ¡El orgullo local, Kendrick Webster!El anciano estuvo conversando animosamente con Max y pocos minutos después ya tenían cómo contactar al capitán Webster.Apenas se quedaron solos Liam se quitó la gabardina y se dirigió al baño.—¡Maaaaaxxxxx! —gritó y la vio llegar con una escoba.—A ver, ¿dónde está la cucaracha que tengo que matar? —preguntó ella y él negó, sin dejar de preguntarse de dónde rayos había sacado una escoba tan rápido.—Nos trajiste a la entrada del infierno —dijo señalando a un agujero negro de casi dos metros de ancho en medio del baño.—¡Esa es la tina, tarado! —replicó ella—. Con este frío el agua debe estar hirviendo, a Dios gracias, así que llénala que me voy a m
UGPEM. CAPÍTULO 22.. ¿Cómo una monja tiene una herida de bala de guerra?—¡Maaaaaaaaaaaaaxxxx!Liam no corrió hacia la baranda. Era lo que cualquiera habría hecho, pero con el barco en marcha a toda máquina, él corrió directamente hacia la popa y se lanzó a un costado, fuera del remolino y el peligro de las hélices.Lo vio solo durante un segundo, el círculo de espuma en donde había caído Max, y apuntó lo más cerca posible. Cuando su cuerpo se sumergió en el agua, sintió como si miles de agujas se clavaran en él. La temperatura debía ser de siete u ocho grados. Durante un largo segundo el dolor lo paralizó, pero el instinto de supervivencia era mayor. Pataleó hacia la superficie y buscó entre las olas el punto donde la jaula flotaba todavía.Nadó hacia ella y se sumergió mientras el barco maniobraba para girar y los marineros soltaban la pequeña lanchita de rescate.Liam la buscaba desesperado, pero el agua era oscura y fría, y la sal parecía cristalizarse en sus ojos. Poco a poco se
UGPEL. CAPÍTULO 23. Un intercambio justoLiam asintió y se acostó junto a ella en la cama, acurrucándola tanto como podía sin lastimarla. No la sintió reaccionar hasta un par de horas después, cuando además de abrir los ojos, su estómago rugió como una pequeña leoncita hambrienta.—Hola, preciosa.Max abrió los ojos.—¡Ay Diosito, ya me morí! —murmuró y Liam se apoyó en un codo para levantarse junto a ella.—No te moriste pero casi. Me diste el peor susto de mi vida, y te juro que si lo haces de nuevo te voy a castigar como no te ha castigado nadie en tu vida.Max sonrió con cansancio al darse cuenta de que él estaba bien, porque tenía ánimos para amenazar.—¡Uy! ¿Qué tipo de castigo? ¿Sexual?—¡Max...!—¡Castígame entonces, nalguéame, flagélame, muérdeme...!—El señor doctor está al otro lado.—¡Aaaahaah! —gritó Max girándose y viendo al médico sentado en una silla—. ¡Ay qué vergüenza, Dios mío, lo siento! ¡Lo siento mucho!El doctor rio y se puso de pie.—Ya que la señora Grissom se
UGPEM. CAPÍTULO 24. No vuelvas a hacerloMax sonrió suavemente, como si no pudiera creer que el playboy Liam Grissom estuviera pidiéndole algo como aquello.—¿Que todos los besos que te he dado hasta ahora han sido de mentira? —se rio ella.—Pues... no lo sé —respondió él—. Supongo que lo sabré cuando me lo des.Max negó con condescendencia y si hubiera tenido fuerzas para sobresaltarse, lo habría hecho cuando Liam se inclinó sobre ella... y le dio un beso en la mejilla.—Descansa —le dijo—. Yo voy a estar aquí cuidándote.La verdad era que Max no tenía ni idea de si Liam era un ser humano apto para cuidar de otro ser humano, pero estaba tan agotada y adolorida que no le quedó más remedio que cerrar los ojos.Los días que siguieron fueron pacíficos, pero no precisamente cómodos. Cuando en el pueblito se enteraron de que Liam inyectaría dos millones de dólares a la economía local y varios puestos de trabajo, todos se aseguraron de ayudarlo aún más.Liam se ocupaba de los trámites de li
CAPÍTULO 25. Un beso de verdadEsa noche Liam pasó de la silla a la cama. Max no tuvo fiebre, así que la abrazó bajo las mantas y descansó a su lado como no había descansado en meses.Al día siguiente Max estaba más animada, y dos días después Liam regresó de una de sus citas con el capitán Webster para encontrársela vestida y con ganas de salir.—No no no no no...—Sí sí sí sí sí —le dijo el médico antes de que Liam protestara más—. No puede quedarse para siempre en cama. Hoy hay sol y ella lo necesita, así que deberían salir.Liam accedió ya que eran indicaciones del doctor y estuvieron un rato caminando por los alrededores del pequeño pueblito.No pasó mucho hasta que llegaron a un lugar histórico, y en la placa de afuera se leía: Palacio del Conde. Eran unas hermosas ruinas de lo que había sido un palacio en 1570, y Liam y Max lo recorrieron, leyendo la historia de aquel lugar en cada una de las placas.Para él solo era un monumento más, pero algo en esas ruinas llamó la atención