PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 5. Una no tan mala orden—¡Ay, Jesús! —exclamó Gigi soltando temblorosa la manga de la camisa y Niko achicó los ojos con curiosidad.—Dudo que usted hubiera olido la túnica sagrada con tanta emoción, señorita Gigi —replicó entre dientes—. Ahora, ¿me quiere explicar qué de
PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 6. Un jefe con falta de tactoEra así como un arma de destrucción accidental, como esas bombas que están enterradas por mucho tiempo y de repente empiezan a explotar en cadena. Justo eso era Gigi, Niko lo supo cuando pasó en la noche junto a su escritorio y la vio sonreír
PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 7. Un Christian Grey desobedecidoHabía una razón para que Nikko se detuviera en seco y era que, por algo que ni siquiera entendía, estaba más que seguro de que Gigi jamás le diría si había algún problema.Así que carraspeó despacio, se abotonó el saco y se acercó a ella,
PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 8: El volcán de la mala suerteQuería saltar sobre los muebles, sobre la cama, sobre la alfombra o esa cosa esponjosa que había a los pies de su cama… ¿Cómo era que se llamaba?¡No tenía idea! ¡No le importaba!¡Solo quería saltar! ¡Y gritar! ¡Y reír!—¡Gigi!Aquel grito
PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 9. Un castillo Niko Keller no era un hombre impresionable. Después de tantas mujeres que habían pasado por su vida sin causar impacto, desde modelos hasta actrices, no había mucho que lo enmudeciera… pero lo que tenían delante era otra cosa.Gigi tenía razón, no era herm
ENERO SEATTLE —¡¿Cómo fuiste capaz de hacer esto?! —El rugido furioso de Zack Keller detuvo a su novia en la misma puerta de la casa apenas la vio llegar. Giselle vio una hoja en su mano y ni siquiera sabía de qué estaba hablando, pero jamás lo había visto tan alterado como en ese momento. —No s
NOVIEMBRE. VANCOUVER —¡Andrea! ¡A mi oficina! ¡Ahora! El grito de su jefe, un gerente medio en la compañía SportUnike, la hizo saltar en su asiento, angustiada, porque sabía que estaba de muy mal humor ese día. —¿Esta es una maldit@ broma? —gruñó lanzándole una carpeta de documentos a la cara—.
Pero si Zack creía que algo en aquella empresa iba mal, su instinto se disparó cuando bajó al estacionamiento y vio a la mujer apoyada en una de las paredes. Intentaba cambiarse los zapatos de tacón por unos tenis bajos, pero las manos le temblaban. Estuvo tentado a ir a hablarle, pero algo en él t