Si no hubiera sido porque el equipo pesaba demasiado, y porque no podía hacer ruido, Jhon se hubiera hecho lanzar con un cañón por encima del muro exterior. Pero en lugar de eso Billy volvió a hacerse cargo de las cámaras y él trepó lo más sigilosamente que pudo. Veinte minutos después, en medio de
—Y no te vas a tener que preocupar porque papi va a matar a todos los hombres malos del mundo, y a los monstruos, y a los fantasmas, y a los novios... —O sea, genocidio. —Déjame, ella es mía, nadie se la va a llevar, será monja —replicó Jhon cerrando las manos sobre sus caderas y apoyando su frent
Chiara no podía irse. Ya había tomado una decisión respecto a eso, no iba a escapar para ser una fugitiva toda su vida. Sim embargo eso no era lo único que podía hacer para tener a su hijo fuera de allí, pero tenía que pensar en la estrategia correcta. —No te preocupes —murmuró mirando a Jhon a los
Jhon entró sigilosamente por la ventana, esperando que todo estuviera bien, pero con el corazón demasiado acelerado por la ansiedad. Ella había apagado la cámara demasiado apurada y Jhon solo rezaba para que nada malo hubiese pasado, pero en lugar de eso, fue el gemido ahogado de Chiara lo que lo re
—Pues te advierto que yo sí no me voy a resistir —susurró él mientras cerraba los ojos y sentía las manos de Chiara acariciando su miembro a punto de estallar. No dijo nada más, solo sonrío mientras ella lo liberaba de su pantalón y sus bóxer. Era tan magnifico que Chiara se quedó embobada durante
Y entonces llegó. Un orgasmo explosivo para los dos. El clímax más salvaje que ambos hubieran podido imaginar. Chiara pareció escurrirse entre sus brazos y Jhon se acostó tras ella, abrazándola mientras intentaban recomponerse. Los minutos siguientes los pasaron acurrucados mientras recuperaban le
Jhon se apoyó contra la cristalera de la ducha mientras esperaba que el agua se calentara y su mente se sumergió en todos aquellos recuerdos. Todavía tenía su sudor pegado en la piel, quizás por eso dudaba tanto en meterse bajo el agua. Había extrañado su olor más que nada en el mundo, la amaba tant
Jhon no estaba seguro de si debía contestar o no, pero tres llamadas después la insistencia era demasiada. Finalmente alcanzó aquel teléfono y contestó. —Hopkins, ¿quién habla? Del otro lado una vocecita melodiosa le respondió. "Agente Hopkins, código y número de acceso, por favor". Durante un s