Chiara caminaba desesperada de un lado a otro de la habitación. —No puede ser... ¡Dios, no puede ser! —exclamó mientras la angustia se apoderaba de su corazón. Al otro lado del escritorio estaba Noémi, tan consternada y asustada como ella. —No entiendo cómo esto pudo filtrarse. Quiero decir... ¡S
Chiara pasó saliva y desvió la mirada, a su cabeza solo venía Jhon, pero no porque creyera que él tenía nada que ver con aquello, sino porque su primer pensamiento era pedirle ayuda para solucionar aquello. —Solo serán unos días, señor Garibaldi. Le aseguro que lo sacaré de aquí. Y esa era una pro
Chiara sentía que no podía respirar, su pecho se apretaba y las lágrimas subían a sus ojos sin que pudiera evitarlo. —¿Cómo pudiste...? —sollozó intentando apartarse de él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Me... ¡me traicionaste! —¡Claro que no, solo estoy intentando sacarte del problema! —¡¿Sacarme?
Hacía una semana estaba llorando desesperada rezando para que Jhon no se muriera, y ahora solo podía pensar en todo el daño que le hacía solo con respirar. Se acurrucó en un asiento y lloró durante todo el vuelo, no pudo evitarlo. Sin embargo cuando aterrizó en la Haya, ya había tomado una decisión
"Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." Aquellas palabras hicieron eco en el cerebro de Jhon como si hubiera sido un pozo sin fondo. Agarró los documentos y comenzó a leer de inmediato la declaración de Chiara. Ella
Ella miró a un punto fijo en su camisa blanca y asintió por algunos segundos antes de despegar los labios. —Yo Chiara Keller, usé el nombre de Franco Garibaldi para abrir una cuenta ficticia de ciento treinta millones de euros con el objetivo de evadir... —¡Chiara! —Yo ya he tomado mi decisión.
Jhon no sabía lo que aquello significaba, pero sí entendía el concepto de "infierno". Los días que siguieron fueron de absoluta desesperación para él. La policía judicial de la Haya investigaba no si se debía juzgar o no a Chiara, sino simplemente dónde se le debía juzgar. Jhon estaba más que seguro
—¿Sabemos algo? —le preguntó a uno de sus agentes, que había dejado allí para que le avisara de cualquier cambio. —Nada nuevo, escuché decir a los investigadores que el caso aún no es concluyente, pero que todo dependerá de... ya sabes, nuestro jefe. Dicen que ni siquiera existiría este caso de no